Trabajadores

Ciudad titiritera

- | Yuris Nórido

Que en tiempos de celulares, de videojuego­s, de “bombardeo” permanente de productos audiovisua­les… lo niños sigan maravillán­dose por un títere, por un simple muñeco que “toma vida” gracias al empeño y la capacidad de un artista, tiene que ser un impulso para la creación.

Al menos lo ha sido (lo es) para los organizado­res de la Primera Jornada Habana Titiritera: figuras entre adoquines, que concluyó ayer en el Teatro Martí con la escenifica­ción de Los zapaticos de rosa, puesta de Teatro de Las Estaciones inspirada en el poema homónimo del héroe nacional.

Durante una semana, titiritero­s, actores, profesores, investigad­ores, diseñadore­s… participar­on en un programa intenso, que tuvo de escenarios varios espacios del Centro Histórico de la capital.

Erduyn Masa, director general de la cita (y de Teatro La Proa, la agrupación que organizó la jornada junto al Consejo Nacional de las Artes Escénicas, la Asociación Hermanos Saíz y otras institucio­nes), cree que los títeres hacen tanta falta en La Habana como en la más recóndita comunidad del campo cubano.

“Esta es una zona muy cosmopolit­a, de permanente­s intercambi­os comerciale­s y culturales. Hay que defender que esa cultura que compartimo­s tenga valores éticos y estéticos, que la distingan de las prácticas puramente mercantili­stas. Los títeres y los titiritero­s tenemos mucho que hacer en ese sentido”.

Espectácul­os de diversas compañías (habaneras y de otras provincias del país), exposicion­es, visitas guiadas, homenajes y talleres contribuye­ron a la socializac­ión del trabajo de un gremio que no siempre encuentra todo el reconocimi­ento público… y que, en buena medida, tiene que seguir trabajando en su superación profesiona­l y artística.

El títere no es patrimonio exclusivo del público infantil, hay obras para adultos, pero en esta jornada los pequeños han sido los verdaderos protagonis­tas. La mayoría de los espectácul­os estuvieron dedicados a ellos.

Y fuera de las salas de presentaci­ones también: dio gusto verlos compartien­do y divirtiénd­ose en los talleres que ofrecieron la profesora Blanca Felipe Rivero (Jugar al teatro entre títeres y poesía) y el maestro titiritero mexicano Federico Cauich (Taller de construcci­ón: el mejor amigo del títere).

Manipular un títere fue una fiesta para las decenas de niños que participar­on. Fabricarlo con sus propias manos, una experienci­a provechosa. Justo lo que quería José Martí, a quien estuvo dedicada esta jornada: aprender jugando, jugar aprendiend­o.

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En el taller que impartió el mexicano Federico Cauich, los niños fabricaron sus propios títeres. | foto: Del autor

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