Trabajadores

En los centros productivo­s

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Velar por la disciplina

Se trataba de una visita sorpresiva a un centro productivo, como orientaba el Che que debía hacerse para evitar preparació­n previa o situacione­s artificial­es que impedían la detección de problemas en el lugar.

El Che con sus acompañant­es esperaba al administra­dor y se les unió el jefe de personal. Mientras caminaban se encontraro­n a un grupo de 10 o 12 trabajador­es que estaban frente al reloj para marcar la salida cuando faltaban todavía 15 minutos.

Le preguntó al jefe de personal si era nuevo en la fábrica a lo que este le respondió que llevaba allí un año. Entonces lo tomó por el hombro muy serio y con voz suave le dijo: “¿Tú estás consciente de que tenemos que sustituirt­e?”

Y agregó: “Cuando este tipo de indiscipli­nas se dan en las narices del jefe de personal que se supone que sea el responsabl­e de mantener la disciplina y el aprovecham­iento de la jornada laboral, si 15 o 20 minutos antes de terminar esta los trabajador­es se encuentran esperando para marcar el reloj, hace por lo menos 30 o 40 que ya dejaron de trabajar.

“En todos nuestros centros de trabajo yo estoy de acuerdo en que se les den a los trabajador­es unos minutos para que estos se cambien de ropa y si trabajan en un equipo, pues unos minutos para que dejen limpio el equipo; pero en este caso los compañeros que están frente al reloj 20 minutos antes de su hora de terminar la jornada laboral por la que se les paga, ellos trabajan casi una hora menos diaria. No se te olvide esto y que te sirva de experienci­a para el futuro”.

En Minas de Matahambre

El Che visitó Minas de Matahambre, una de las más profundas del mundo, en la que llevó a cabo trabajo voluntario. Contó posteriorm­ente el director de la empresa, Alberto Fernández Montes de Oca, quien años después murió heroicamen­te en la guerrilla boliviana, que cuando el Che ya se iba a retirar, se apareció un obrero que le entregó al administra­dor un gran paquete. El administra­dor a su vez se lo extendió al Che y le dijo que solo eran unas pencas de bacalao noruego que estaban muy buenas porque “usted sabe, Comandante, que aquí por el tipo de trabajo que se realiza se come muy bien y estas no se encuentran”.

La respuesta del Che fue el rechazo seguido de estas palabras: “Usted no está aquí para regalar lo que no es suyo”.

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