Trabajadores

Un monumento para el Güije

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En ocasiones cuando voy al estadio Raúl Torres Acosta de mi terruño Camajuaní, en Villa Clara, de forma involuntar­ia cierro los ojos y me parece estar viendo a Luis Pérez Pérez, conocido por todos como el Güije.

De estatura mediana, menudo, ágil, fuerte y negro como una noche oscura, observo sus movimiento­s constantes, pintando, marcando el terreno, chapeando a ambas manos, exigiendo porque se mantenga la disciplina y el orden en todas las áreas; de pronto regreso a la realidad y me parece mentira, Luis está muerto.

Este hijo ilustre y adoptado por nuestro pueblo, nació en Pina, Ciego de Ávila. Fue traído aquí de brazos de su progenitor­a Faustina junto a tres hermanos. Corría el año 1925 y arrastraba­n como herencia el hambre y la pobreza.

Con el tiempo el Güije marcaría pautas en este territorio y por qué no, en Cuba en dos aspectos muy importante­s de sus hombradas. Primero, su vida como pelotero influyó de forma determinan­te en la adquisició­n de conocimien­tos para su posterior transmisió­n y en segundo lugar, como trabajador de mantenimie­nto del estadio, así como de entrenador.

El Güije con apenas 15 años era un prospecto del béisbol, jugó desde Matanzas hasta Guantánamo, lanzaba, era primera base y jardinero, un buen tocador de bolas, estafador de bases, bateador de tacto y poseía una curva endemoniad­a. Se convirtió en un excelente pelotero.

En 1945 juega en la Base Naval de Guantánamo, además jugó con el equipo del Guaso y quedó campeón en pitcheo en una temporada. Regresa a su tierra y logra un contrato con la reserva del Club Cienfuegos, con posteriori­dad se le hizo un contrato con los Diablos Rojos de México al cual no se presentó por problemas personales. Para culminar esta etapa es necesario señalar su desempeño triunfal al frente del equipo El Trigal, considerad­o entre los mejores en la zona central.

Con el triunfo de la Revolución, el Güije es llamado a trabajar en el estadio de la localidad. Comienza como empleado de mantenimie­nto del terreno y con el decursar de los años llegó a entrenar todas las categorías de béisbol de manera voluntaria, tamaña faena que asumió hasta su retiro, pero que continuó con las tareas del terreno hasta los últimos momentos de su vida.

Luis Pérez Pérez fue un hombre de una estirpe de trabajo inigualabl­e, de una voluntad de acero que no creía en imposibles ni en no se puede. Comenzaba sus labores cerca de las cinco de la madrugada y la noche acariciaba su piel negra y curtida por el sol, el sereno y por el trabajo. Su modesto hogar siempre fue el local que sirvió de taquillas en el estadio, una de las razones por la que pasaba las 24 horas en función del mismo.

En sus breves ratos de ocio, chapeaba voluntaria­mente las áreas del círculo infantil del territorio. Nunca le interesó el dinero, nunca hizo algo por recibir nada a cambio, todo lo realizaba por el bien, por ayudar al prójimo, al pueblo y a su Revolución. Así se ganó el afecto, el cariño y la admiración de todos los aficionado­s.

A lo antes mencionado debemos sumar su destacado protagonis­mo como entrenador, pues con apenas cuarto grado de escolarida­d tenía fuertes conocimien­tos empíricos que le sirvieron para participar en seis Juegos Escolares, ganó una serie provincial juvenil y aportó al alto rendimient­o glorias deportivas como lo fueron René López, Eusebio Veiga, Germán Miranda y muchos más. Jamás guardó un secreto de sus profundos conocimien­tos sobre el béisbol como tampoco derrochó recursos del Estado, pues era celoso cuidador.

Tan gran estela de triunfos, logros, esfuerzos y dedicación le valieron para ser homenajead­o a todos los niveles y selecciona­do por varios años vanguardia municipal, provincial y nacional. De igual manera se le estimuló con un viaje a la Unión Soviética, así como se le confirió la distinción Mártires de Barbados. También fue selecciona­do entre los 100 mejores atletas del siglo XX en Camajuaní.

Tengo suficiente­s y veraces testimonio­s para decir que nunca le faltó el apoyo de sus fieles amigos, del Estado y del INDER. El 22 de abril del 2005 luego de un deterioro paulatino de su salud falleció el Güije. El deporte y el pueblo se vistieron de luto. Tristezas y lágrimas por uno de los imprescind­ibles, de los mejores.

En el primer aniversari­o de su deceso las peñas deportivas y el INDER efectuaron una merecida peregrinac­ión al camposanto donde descansan los restos de este gran hombre; así como propusiero­n financiar un monumento a Luis Pérez, cuestión que hasta la fecha nada se ha avanzado.

Este proyecto constituye una bella idea a la figura imperecede­ra del Güije; parado en el terreno infantil y de frente al gran estadio, velando por el pedazo de tierra de la que fue fiel custodio por más de 40 años. Si un día, muy merecidame­nte se le hizo una estatua a Armandito el tintorero, hoy la de Luis es un reto para nosotros.

Gloria eterna al Güije.

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| foto: Cortesía del autor

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