Llerena: el boxeador de las adversidades
para pegar más y mejor, con una sola mano, durante los tres asaltos e imponerse de forma unánime.
Luego vendría para Llerena peor ‘padecimiento’, porque, operado, se alejó del cuadrilátero varios meses, exigido por el deporte cuyos contactos físicos duelen demasiado y la mayoría de los golpes se esquivan con los brazos. Sin embargo, ascendió a la preselección nacional, sustentando éxitos y coraje.
Como en pleno rigor del combate, respira fuerte y toma un nuevo aire, habla del segundo suceso del brazo fracturado, esta vez ante un rival mucho más fogueado y de resultados halagüeños. “Ocurrió en un Torneo Nacional Playa Girón, en Cienfuegos, ante Leonardo Winter, camagüeyano, que también estaba en el equipo nacional. No era de los principales, pero tenía calidad. Sin embargo, lo más curioso es que, golpeando con una sola mano, logré ganar por RSC en el segundo asalto, para sorpresa mía y de muchos otros. No lo esperaba.
“Él sí quiso aprovechar tal dificultad e iba en mi busca para conectar mejor. Tuve que ir atrás, pegar de contragolpe, y ese ímpetu lo aproveché para conectarle un gancho fuerte al mentón”.
Uno de los mejores momentos del entrevistado fue a mediados de su carrera, al ganar 19 de 22 pleitos. Fue en un Torneo Nacional por Equipos. “Estaba que cortaba, me había preparado muy bien y ello me valió para ser enviado a participar en competencia fuera del país. Estuve en Guyana, Polonia y la desaparecida Yugoslavia”.
En el ocaso de su vida deportiva no dejó de defender a la patria pequeña, y fue en una de tales ocasiones en que tuvo el tercer percance sobre el cuadrilátero en un Cardín. “Peleaba con Remigio Pérez, también camagüeyano, y uno de sus golpes me afectó la retina del ojo. Me operaron siete veces”.
-¿Significó esta nueva dificultad el retiro definitivo?
“No, seguí, quería vencer al más terrible de mis adversarios: la adversidad. Para lograrlo subí a los 81 kg y combatí con grandes del momento, como Ezequiel Blanco, de la capital, con quien perdí 3-2. Ese fue el final, pero no claudiqué, fui fiel a mi deporte hasta el último día que lo representé”.
En la actualidad Llerena es entrenador, luego de fungir varios años como activista en su tierra natal. “Es también una función bonita, y más que ello: la continuidad de este boxeador que se impuso a la adversidad, a tantas piedras puestas en mi camino”. Con la sencillez que lo caracterizó, nuestro protagonista, ejemplo de disciplina y consagración, quedó entre cuerdas, rodeado de guantes y otros implementos, parte de su vida y obra cotidiana, ahora como hacedor de nuevos pugilistas.