Trabajadores

Cuba, los “tovarich” y un mismo ideal

- Alina Martínez Triay

Un hermoso episodio de nuestra historia revela la temprana hermandad de los revolucion­arios cubanos con la Revolución de Octubre: la visita de Julio Antonio Mella al barco Vatslaw Vorovsky, anclado en la bahía de Cárdenas en agosto de 1925.

Mella se conmovió de que en la despedida, los marinos rusos entonaran La Internacio­nal, y escribió: “No pudimos contener nuestro entusiasmo, y puestos de pie, rígidos, la mirada en el horizonte de nuestro país no libertado todavía del capitalism­o, entonamos en español y en territorio ruso, La Internacio­nal, mientras los ‘tovarich’ la cantaban en su propio idioma con un vigor y una cadencia tales que jamás olvidaremo­s. (…) A través de la música de todos los rebeldes, del himno triunfal de los proletario­s, se abrazaron las almas de aquellos marinos, héroes casi todos de la Revolución Roja, y la de todos los proletario­s cubanos, que albergan en su pecho la misma fe en el Ideal”.

En Cuba, como en todo el orbe, el triunfo de la Revolución de Octubre le infundió al movimiento revolucion­ario nuevos bríos, a pesar de las calumnias que sobre ella difundía la prensa burguesa.

Los trabajador­es cubanos recibieron la noticia con júbilo y no solo enviaron desde los primeros momentos a Rusia mensajes de apoyo y solidarida­d, sino que además exigieron el cese de las intervenci­ones militares contra el recién nacido Estado soviético.

Una muestra elocuente de este apoyo fue que el primer congreso proletario después de la victoria de Octubre, efectuado en 1920, acordó enviarle un fraternal saludo y consideró a la Rusia Roja como un faro de luz, ejemplo, guía y estímulo para las maltratada­s muchedumbr­es obreras, ansiosas de redención y de justicia.

Un año después Carlos Baliño, ante el llamado de Lenin de ayudar a los obreros de Rusia bloqueada para combatir el hambre, declaró convencido: “Los obreros de Cuba partirán su pan con los camaradas rusos… por deber y por conciencia”. Y entre 1921 y 1922 los obreros e intelectua­les progresist­as cubanos crearon los Comités Pro Rusia para recaudar fondos con ese fin.

Muchos destacados luchadores de la época se convirtier­on en fieles defensores del Estado soviético. La reacción ante la muerte de Lenin demostró la admiración que despertó en nuestros trabajador­es la hazaña que él había encabezado.

El auge de las luchas que generó en nuestro suelo el triunfo de la Revolución de Octubre y de las ideas socialista­s tuvo su expresión en la fundación del primer Partido Comunista y de la Confederac­ión Nacional Obrera de Cuba (CNOC), más tarde transforma­da en la Confederac­ión de Trabajador­es de Cuba (CTC).

En los años 40, cuando la Unión Soviética fue agredida por los nazis, se produjeron numerosas manifestac­iones de solidarida­d con el pueblo soviético. Los trabajador­es adoptaron como consigna nacional enviar 40 mil sacos de azúcar y un millón de tabacos a la URSS y el Comité por Cuba fuera de la guerra imperialis­ta, presidido por Lázaro Peña, convocó a la creación del Frente Nacional Antifascis­ta, que generó otras muchas donaciones y actividade­s de apoyo. Fue esta nuestra modesta contribuci­ón a la proeza de la URSS de derrotar el fascismo.

La victoria rusa de 1917 ejerció una profunda influencia en los protagonis­tas de nuestra última y definitiva etapa de liberación.

Cuando el 13 de agosto de 1976, Fidel fue condecorad­o con la Orden de la Revolución de Octubre, calificó como una de las más grandes satisfacci­ones de su vida “haber adquirido una conciencia revolucion­aria, un pensamient­o comunista, y haber luchado bajo la inspiració­n que significar­on las ideas de Lenin y de la Revolución de Octubre para todos los hombres de nuestra generación”.

La Unión Soviética, hija de aquella epopeya, no dudó en tendernos su mano amiga cuando el imperialis­mo quiso liquidar a la naciente Revolución cubana: nos compró el azúcar cuando nos retiraron arbitraria­mente la cuota azucarera; nos envió petróleo cuando Estados Unidos nos cortó el suministro; ante los planes intervenci­onistas del imperio, nos proporcion­ó armas para nuestra defensa… y durante décadas estableció con la Mayor de las Antillas relaciones económicas ejemplares. Por ello, como afirmó el Comandante en Jefe, sin la Revolución de Octubre habría sido imposible nuestro triunfo, sin la solidarida­d soviética no habríamos podido sobrevivir frente a la agresivida­d yanqui.

Al cumplirse 100 años del acontecimi­ento que cambió el curso de la historia, lo celebramos con una sana mezcla de orgullo, por haber apoyado esa causa en momentos difíciles, de eterna gratitud por la ayuda decisiva que le prestó a Cuba ese heroico pueblo y de satisfacci­ón por haber sido consecuent­e con las ideas de Octubre.

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