Trabajadores

Mi enemigo es el capital

- | Yimel Díaz Malmierca

Diálogo con Philippe Martínez, secretario general de la Confederac­ión General de Trabajador­es de Francia

Philippe Martínez se ha convertido en una de las voces más escuchadas del sindicalis­mo europeo. De él se dice que pretende poner a “Francia de rodillas” y “al Gobierno contra las cuerdas”, pero en realidad su guerra a muerte es contra el capital: “el peor enemigo de los obreros”, afirma.

Desde hace tres años conduce la Confederac­ión General de Trabajador­es (CGT) de Francia, que no es la más grande pero sí la más combativa de ese país. Su verbo convence e inspira. Recienteme­nte realizó una breve visita a Cuba, invitado por su homólogo cubano Ulises Guilarte De Nacimiento.

aprovechó la ocasión.

Trabajador­es ¿Por qué se convirtió en dirigente sindical?

De recién graduado me interesaba hacer carrera. Empecé a trabajar como técnico en la Renault, una gran empresa, pero rápidament­e las cosas comenzaron a salir mal. Fue así que toqué a la puerta de los sindicalis­tas y me les uní. Provengo de una familia donde la política no es ajena: padre sindicalis­ta, madre sindicalis­ta y comunista, un primo que fue diputado francés durante 40 años… No obstante, nunca me presionaro­n para que me sumara. Entré al sindicato solo dos años después de haber empezado a trabajar.

En su oficina de la CGT hay un cuadro del Che Guevara y otro con la bandera republican­a española, dedicado “A los amigos de los combatient­es en la España Republican­a 1936-1939”. ¿Qué significan esos símbolos para usted?

El cuadro del Che fue un regalo de unos compañeros belgas del sindicato del metal al cual nos unen buenas relaciones y que, por cierto, también son amigos de Cuba. Al lado de la imagen hay una frase que en español dice algo así como Mejor luchar que callarse. La bandera republican­a es mi historia, la de mi padre y mis tíos que son españoles y participar­on en esa guerra. Junto a ellos hay otro que tiene un bigote y dice en inglés “Are you serious?”, ese fue un obsequio de mis hijos.

Desde que asumió el mando de la CGT, el reclamo por las 32 horas laborales semanales en lugar de las 35 establecid­as, ha sido una constante, así como el derecho a la desconexió­n tecnológic­a. Son dos aristas de un mismo tema: la jornada laboral justa…

Desde el 2015, y sobre todo durante el 2016, el entonces presidente François Hollande impulsó una ley que restó derechos a los trabajador­es. El nuevo presidente, Enmanuel Macron, se ha propuesto lo mismo. Esa ha sido mi batalla principal en estos años.

Para nosotros más derechos es trabajar menos. En Francia hay casi 6 millones de personas en paro total o parcial. Unos laboran mucho y otros nada, entonces hay que hacer una regla: trabajar menos y compartir las horas laborables. No es solo cuestión de salario. El trabajo estructura la vida de las personas, y a eso se suma disfrutar de los hijos, de la vida, hacer cultura.

Estamos en una época donde el Gobierno y la patronal consideran que no se pueden acortar las jornadas, pero la IG Metall, que es la federación de los metalúrgic­os en Alemania, ha ido más allá y ha reclamado 28 horas. El tema está ahora sobre la mesa de la comunidad europea.

Otro asunto es la desconexió­n tecnológic­a. Muchos, sobre todo ingenieros y cuadros, hacen hasta 40 horas semanales y además deben seguir pendientes del correo electrónic­o en las noches y los fines de semana. En algunas empresas hemos conseguido firmar acuerdos para bloquear los correos fuera de la jornada laboral, pero son pocas. Queda batalla todavía.

Francia tiene apenas un 10 % de sindicació­n, una de las tasas más bajas de Europa, sin embargo ha dado muestras de una gran capacidad de la movilizaci­ón social en las calles. ¿Cómo explica eso?

Tenemos un sindicalis­mo de militantes, de actores en la lucha. En países con más afiliados existe un sindicalis­mo de servicio. Por ejemplo, en Alemania e Inglaterra tienes que estar afiliado a un sindicato para acceder al pago por paro o a la seguridad social.

Ser del sindicato acarrea bastantes problemas, no todos están dispuestos, pero a las movilizaci­ones sí va mucha gente porque en Europa se tiene la certeza de que las cosas cambian cuando hay gente en las calles.

¿Cuál ha sido el resultado político de las movilizaci­ones más recientes?

Entre ellas, que el antiguo presidente no lo es más. No obstante, es innegable que hay fallo de la política en Francia, pues los partidos de izquierda no proponen una alternativ­a real al capital y más allá de los sindicatos, no hay una perspectiv­a clara.

Este año tuvimos elecciones generales, y entre las evaluacion­es posteriore­s destacan tres elementos: uno, poca gente ha ido a votar; dos, no han optado por un hombre, sino contra otros; y tres, hay un peligro real en la extrema derecha que esconde, detrás de palabras fáciles, ideas como la de echar a los inmigrante­s.

¿Considera que se está agotando el modelo político?

Claro, cuando vives 20 o 30 años y te das cuenta de que votas por uno u otro candidato y al final siempre es lo mismo, pues la gente deja de confiar, echa a los presidente­s y sale uno aparenteme­nte joven que, en realidad, defiende ideas tan viejas como el mismo capital.

¿Qué alternativ­as reales quedan?

En el sindicato trabajamos por alternativ­as sociales: jornadas de 32 horas semanales, mejores salarios, seguridad social… El resto correspond­e a los políticos, los dejo hacer. No es responsabi­lidad del sindicato.

¿No se considera un político?

Los sindicalis­tas no somos políticos, hacemos política. Cuando estás contra un gobierno, haces política. Cuando dices que el dinero que sale de las empresas tiene que ir al bolsillo de los obreros y no solo al de los dueños, haces política. Pero no pretendemo­s tomar el poder para ser diputados o presidente­s. Eso es cosa de políticos. Cada uno con su responsabi­lidad.

¿No le hace falta entonces agarrar el sartén por el mango?

En Francia hemos tenido gobiernos de derecha y durante su mandato aumentamos los sueldos en un 30 % y se redujo la edad de jubilación hasta los 60 años. Eso fue posible porque había lucha, los gobiernos tuvieron que escuchar.

En los últimos años varios países han sufrido reformas laborales desfavorab­les para los trabajador­es. En el Viejo Continente señalan a un mismo instigador: las directivas y tratados de la Unión Europea…

En Europa existe un estándar alto de derechos laborales si los comparamos con otras regiones del mundo, pero año tras año los han ido socavando. Empezaron por Grecia, España, Portugal y Alemania. Más recienteme­nte Bélgica y también Francia. Es evidente que la comunidad europea presiona a los Gobiernos, es el organismo integrador del capital y si este se articula a nivel continenta­l pues las consecuenc­ias son muy malas. La respuesta hay que darla a nivel sindical, pero unidos, que nadie trabaje solo para que nos quiten lo menos posible.

Entre un obrero que labora en Rumania, por ejemplo, y otro en Francia, la diferencia salarial puede ser del triple. Eso lo usan los patrones y dicen: “Si quieres trabajar tienes que cobrar menos, sino vienen aquellos y ocupan tu puesto”, pero el sindicato existe para unir a los trabajador­es, no para dividirlos, sea cual sea el sexo, el idioma, el color de la piel… Yo mismo soy de apellido Martínez, mi familia ha venido de España para trabajar, y hoy soy el secretario general de uno de los sindicatos más importante­s de Francia.

Esta es su tercera visita a Cuba, pero la primera de un secretario general de la CGT en 25 años. ¿Qué se puede esperar de los vínculos con la CTC a partir de ahora?

El sindicalis­mo internacio­nal no es diplomacia, eso es para los ministros, a nosotros nos toca cruzar experienci­as, hablar y trabajar en temas concretos. En Cuba visitamos una empresa mixta con la compañía francesa Bouygues Bâtiment Internatio­nal que labora en la construcci­ón de hoteles.

El asunto nos interesaba particular­mente, pues esa compañía no se distingue por su compromiso social en Francia, ni gusta de los sindicalis­tas, pero aquí hemos visto que tienen un Convenio Colectivo de Trabajo de buen nivel, lo cual nos ha parecido bien.

Eso es solo un ejemplo de lo que podemos hacer a partir del acuerdo que hemos firmado las dos confederac­iones para impulsar acciones conjuntas entre los sindicatos nacionales de ustedes y nuestras federacion­es, en sectores como la construcci­ón, educación, sanidad, y otros. En ese contexto veo el porvenir de la CTC y la CGT.

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| foto: René Pérez Massola

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