Trabajadores

Un famoso del sóftbol

- | Joel García

Aunque ha vivido en La Habana por más de seis décadas, Armando Aguiar (1949- ) nació en Palmira, Cienfuegos, y no fue el sóftbol su primer amor en el deporte. Béisbol y boxeo le robaron la atención de niño y adolescent­e, sin grandes resultados, a pesar de haber noqueado en pelea informal a un futbolista de apellido Despaigne.

La entrada al Servicio Militar en 1970 le permitió dar el giro definitivo hacia el llamado deporte de la bola blanda. La liga allí era muy fuerte y resultaba casi inevitable no participar en esta. Empezó en el center field, y acabó jugando todas las posiciones. En 1974 se oficializó el primer tope internacio­nal de esta disciplina después del triunfo revolucion­ario y lo llamaron a la preselecci­ón.

Sin embargo, 48 horas antes de la partida hacia Panamá le pidieron cumplir misión internacio­nalista en Angola en función de sanitario mayor de un pelotón y por supuesto no dudó en cambiar el bate por el fusil. A su regreso, en julio de 1976, definitiva­mente se casó con el deporte que mejor conocía, no solo como jugador, sino también en función de entrenador, esta última función dirigida a formar una selección femenina.

Durante tres lustros (1986-2000) asumió la dirección técnica del conjunto que había contribuid­o a engendrar. Campeonas de los Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, medallista­s panamerica­nas y clasificad­as para los Juegos Olímpicos de Sídney son algunos de los premios más encumbrado­s bajo su mandato. Miles de horas dedicadas a la defensa, el bateo y el pitcheo solo se compensaro­n con el cariño y el agradecimi­ento eterno al cesar sus funciones.

Al frente del equipo capitalino impuso récord de 36 victorias en un campeonato nacional, pero jamás aceptó ser la cabeza de la escuadra nacional porque prefería el trabajo de buscar la forma deportiva y desarrolla­r la técnica. Una decisión injusta lo privó de disfrutar en Australia el séptimo lugar olímpico de las muchachas, golpe demoledor por más explicacio­nes dadas o trabajos futuros que le encomendar­on como colaborado­r deportivo en Curazao, Colombia e Italia, así como asesor principal de la Confederac­ión Panamerica­na y de los cursos de Solidarida­d Olímpica.

Honor a quien honor merece, Armando Aguiar se convirtió en el 2005 en el primer cubano exaltado al Salón de la Fama de la Federación Internacio­nal de Sóftbol, premio que reconoce el aporte y los resultados de entrenador­es, jugadores, árbitros y federativo­s.

Todavía es posible verlo dentro de un terreno o impartiend­o una conferenci­a. Su carisma envuelve a su alrededor admiración, sencillez y trabajo. Para hablar del desarrollo de esta disciplina en Cuba hay que mencionarl­o, aunque él termine diciendo siempre: “¿Y tú crees que mi historia vale la pena publicarla?”

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