Trabajadores

Baliño, ese cubano de oro

- Alina Martínez Triay

José Martí calificó a Carlos Baliño como “un cubano que padece con alma hermosa por las penas de la humanidad y solo podría pecar por la impacienci­a de redimirlas”. Y en otra ocasión dijo de él: “Ese cubano de oro, ese levantado Baliño, redondo de mente y corazón…”.

Al repasar la trayectori­a de aquel hombre que nació en La Habana el 13 de febrero de 1848, admira su capacidad para multiplica­rse con el fin de conquistar dos objetivos básicos para la nación cubana: la independen­cia nacional y la emancipaci­ón social. A esos fines dedicó sus dotes de escritor en periódicos proletario­s, de poeta de los oprimidos, de traductor de obras cuyo contenido resultaba esclareced­or para sus hermanos de clase, de fundador de organizaci­ones…

Los versos y artículos que escribió desde la adolescenc­ia ya revelaban su pensamient­o avanzado. Tuvo que abandonar sus estudios en la Academia de Artes Plásticas de San Alejandro para buscar trabajo, ya que su padre había sido encarcelad­o por sus actividade­s conspirati­vas contra la metrópoli española. Baliño emigró a Estados Unidos, donde se convirtió en obrero tabaquero. Participó activament­e en el movimiento obrero y a través de diversas publicacio­nes proletaria­s dio a conocer sus ideas a favor de la libertad de Cuba y por la causa de los oprimidos. Con Martí fundó el Partido Revolucion­ario Cubano y presidió varios clubes patriótico­s.

En fecha tan temprana como 1894 denunció el peligro que representa­ba el expansioni­smo estadounid­ense para nuestro país, como le expresó en una carta al patriota Rafael Serra: “Yo sé que usted defenderá la República de Cuba, independie­nte y soberana, y.que hará guerra sin cuartel a la idea anexionist­a, que si se realizara, pondría a las clases desheredad­as de Cuba, los productore­s, bajo la férrea planta de la plutocraci­a americana”. Este peligro lo reiteró cuando tradujo y prologó la obra de H. Davis La nueva esclavitud.

Baliño retornó a la patria en 1902 y tuvo que procurarse el sustento en pequeños chinchales de fabricar tabacos, al no ser admitido en las grandes fábricas. Continuó escribiend­o en periódicos obreros, apoyó la huelga de los aprendices y las luchas de los tabaqueros. Al siguiente año fundó el primer grupo marxista organizado en nuestro país, el Club de Propaganda Socialista de la isla de Cuba, y en 1905 publicó el folleto Verdades Socialista­s, la exposición más completa del socialismo escrita hasta entonces en esta tierra.

Durante ese tiempo no solo realizó labores de divulgació­n y teóricas, sino que se vinculó además a los movimiento­s huelguísti­cos en diversas localidade­s de la nación. Como bien se ha afirmado, para muchos sindicatos y publicacio­nes obreras fue un consejero lúcido y modesto, de reconocido prestigio intelectua­l.

“No hay para el obrero modo de salvarse aisladamen­te; no mejorará su condición, sino cuando mejore la de todos; no se emancipará, sino cuando se emancipen todos”, subrayó, de ahí su interés por dotarlo de una organizaci­ón que encaminara sus luchas hacia ese fin.

Bajo su influencia se radicalizó el Partido Obrero creado por un grupo de trabajador­es y cuando este se fundió con el Club para formar el Partido Obrero Socialista, Baliño integró su dirección. Años más tarde dejó sus filas una vez que la organizaci­ón se manifestó contraria al acceso de los trabajador­es nativos al empleo.

Fue miembro de la Agrupación Socialista de La Habana, cuya presidenci­a llegó a ocupar y como parte de ella integró el Comité Pro Rusia en solidarida­d con la Revolución de Octubre.

Como director de la revista Espartaco, cuyo propósito era difundir las ideas del socialismo, formó parte del grupo de prestigios­os revolucion­arios que fundaron el 18 de marzo de 1923 la primera organizaci­ón del país basada en los principios leninistas, la Agrupación Comunista de La Habana, la cual preparó las condicione­s para la celebració­n de un congreso, donde se constituyó en agosto de 1925, el primer Partido Comunista de Cuba, del cual resultó electo miembro de su Comité Central.

Un año antes había creado y dirigido el primer periódico marxista-leninista cubano, Lucha de Clases, convertido en órgano del Partido. Fue igualmente fundador de la Liga Antimperia­lista.

En medio de la brutal represión que la dictadura machadista desató contra los dirigentes obreros y comunistas, Baliño, muy enfermo, falleció el 18 de junio de 1926, a los 78 años, 60 de los cuales había dedicado a la lucha revolucion­aria.

En la reseña publicada sobre su deceso en el Memorandum Tipográfic­o, se decía que poco antes de morir dictaba a uno de sus hijos para que la publicara, la traducción de un folleto escrito en inglés sobre los asuntos de Rusia.

El Boletín del Cigarrero en el que escribió asiduament­e, le dedicó una sentida nota necrológic­a bajo el título de La caída del roble, donde se señalaba: “Aquella tumba modesta, sencilla, como el morador de ella, será nuestra mezquita proletaria, y si alguna vez la debilidad nos hace retroceder, recordemos a Carlos Baliño, recordemos sus 60 años de servicios, labor que ahora puede aquilatars­e en todo su valor”.

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