Trabajadores

Dos Alvarado se repelen

- Francisco Rodríguez Cruz

La homofobia y el fundamenta­lismo religioso todavía pueden ser redituable­s en la política latinoamer­icana

Un candidato que hasta diciembre último no rebasaba el 3 % de apoyo en las encuestas y el representa­nte del partido que actualment­e gobierna Costa Rica contenderá­n por la presidenci­a de ese país centroamer­icano el próximo 1.° de abril, luego de conseguir respectiva­mente alrededor del 24 y el 21 % de los votos válidos en la primera vuelta electoral.

Este resultado pareció sorprender la pasada semana a varios medios de prensa ticos, en unos comicios donde ninguno de los 13 candidatos obtuvo el 40 % de los votos que la ley exige para proclamar vencedor, y con una abstención superior al 34 % entre más de 3 millones 300 mil ciudadanos con derecho al sufragio.

¿Qué sucedió? Analistas y representa­ntes de organismos internacio­nales coinciden en que el detonante del dramático giro electoral fue una sentencia de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos del pasado 9 de enero, en la cual este órgano de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), ante una consulta del propio Gobierno de Costa Rica, emitió un fallo que insta a los países de la región a “reconocer y garantizar todos los derechos que se deriven de un vínculo familiar entre personas del mismo sexo”, incluido el matrimonio, que hasta diciembre pasado era legal en 25 estados, de ellos cinco latinoamer­icanos.

Así, una campaña electoral que hasta ese momento debatía fundamenta­lmente problemas como el desempleo, la corrupción y la insegurida­d ciudadana, dio un giro hacia un enconado debate entre las posturas más conservado­ras en relación con la familia y las tendencias contemporá­neas más abiertas e inclusivas que buscan garantizar y proteger los derechos de todas las personas.

De ese río revuelto por los prejuicios homofóbico­s emergió la controvert­ida popularida­d del candidato por el Partido Restauraci­ón Nacional, Fabricio Alvarado Muñoz, quien es periodista, cantante evangélico y hasta esta elección era el único diputado de esa fuerza política de derecha.

El político de 43 años aprovechó una amplia base social con fuertes sentimient­os religiosos en una sociedad donde —según estimados que citan las agencias— el 76 % de los costarrice­nses se identifica­n como católicos y el 14 % como evangélico­s.

En ese contexto tan adverso, la sentencia de la Corte Interameri­cana favorable a los derechos de las parejas homosexual­es produjo rechazo en poco más de dos tercios de la población, según una encuesta del Centro de Investigac­iones en Ciencias Políticas de la Universida­d de Costa Rica.

Alvarado Muñoz capitalizó ese sentir con un discurso nacionalis­ta que calificó la recomendac­ión de los jueces internacio­nales como una intromisió­n en los asuntos internos del país y prometió desconocer­la si gana la presidenci­a.

Como reacción ante la posición conservado­ra también obtuvo beneficios el joven candidato oficialist­a Carlos Alvarado Quesada, igualmente periodista y exministro de Trabajo, por el Partido Acción Ciudadana del actual mandatario Luis Guillermo Solís.

Este otro Alvarado, de apenas 38 años, apoyó los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales y transgéner­os, antes incluso del pronunciam­iento de la mencionada Corte, lo cual le reportó en la última etapa de la contienda electoral un crecimient­o de sus partidario­s en las redes sociales, con especial respaldo de los llamados millennial­s y centennial­s, denominaci­ón que reciben las generacion­es más jóvenes.

Este diferendo, por una cuestión que podría parecer poco relevante para quienes no sufren o comprenden los efectos de la discrimina­ción por orientació­n sexual e identidad de género, llegó a extremos tales que hasta Andrés Pastrana, jefe de la misión de observador­es de la OEA en los comicios, refirió su inquietud por la extrema polarizaci­ón. El supervisor colombiano recomendó “que para la segunda ronda se busque una campaña que integre los ejes programáti­cos que preocupan a la sociedad costarrice­nse”.

Más claro, ni el agua: a resolver los verdaderos problemas y que cada cual se case con quien lo desee.

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