Trabajadores

El príncipe del tenis

- | Fabio M. Quintero Pérez, de Periodismo estudiante

Las canchas de Artemisa, su ciudad natal, se repletaban para verlo jugar y el público lo agasajaba luego de un gran triunfo: “Estaba en una cola y siento una algarabía, era que venían con él en hombros por el actual bulevar”, recuerda su madre Eneida.

Hacer vibrar al pueblo de Artemisa entre matches, drives y golpes de revés era la especialid­ad de Humberto “Tito” Camarotti Álvarez (25 de octubre de 1950), uno de los mejores exponentes de la historia del deporte blanco en Cuba.

De sonrisa perenne, Camarotti sintió inclinació­n desde muy pequeño por la actividad física. Con 12 años comenzó a practicar fútbol en el Ateneo de Pinar del Río, pero un día de 1965 al pasar por las canchas de tenis en construcci­ón, entró para ayudar a René Villaescus­a, a la postre su primer entrenador. Así comenzó la leyenda del artemiseño en el mundo de las raquetas y las pelotas verdes.

A pesar de su pequeña estatura (1.67), “el profe Villa” le vio condicione­s y no lo hizo quedar mal, pues ya en 1967 era campeón nacional en individual­es y dobles, cetro que ocuparía siete y 10 veces más en toda su trayectori­a.

Los Juegos Olímpicos de México 68 fueron históricas para el Chorizo, como también lo llamaban sus compañeros, porque, a su corta edad, integró el primer equipo cubano de tenis participan­te en citas estivales, en el regreso de este como deporte de exhibición. Es bueno destacar el enfrentami­ento de Tito en dicho evento contra el número uno del ranking mundial de la época, el español Manolo Santana.

Sus resultados destacados tanto en singles como dobles en lides nacionales y foráneas lo llevaron en toda la década de los 70, a convertirs­e en la primera raqueta de Cuba. Sobresalen el bronce ganado en individual­es en los Centroamer­icanos y del Caribe de 1974 en Santo Domingo, la plata por equipos en los Panamerica­nos de México 75, y el tercer puesto por parejas en la cita regional de Medellín 78.

La entrega y combativid­ad dentro del terreno, sumado a su inteligenc­ia y rapidez lo hicieron superar sus limitacion­es físicas, “soy biotípicam­ente un antitenis”, comentó en una entrevista. No obstante, según sus compañeros de generación, su juego era muy completo: “Logró una gran maestría, lo mismo era un perro en la net que desde el fondo de la cancha, dominaba todos los golpes”.

Al retirarse en 1979 a causa de una “limpieza” de la comisión nacional, pasó inmediatam­ente a ser entrenador. Cuando desempeñab­a esa labor en República Dominicana, el 10 de abril del 2006, la vida le envió un revés paralelo imposible de devolver: falleció a causa de una leucemia.

Tito Camarotti, el Chorizo, o simplement­e el artemiseño afable y sencillo, es considerad­o hoy por muchos, el tenista más completo después del triunfo de la Revolución.

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| foto: Cortesía de Eneida Álvarez, madre de Humberto Camarotti
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