Trabajadores

Arte, públicos, mercado

- Yuris Nórido

nunca son “contables”; están sujetas a subjetivid­ades, consensos y debates que terminan por consolidar jerarquías artísticas.

Una institucio­nalidad sólida, una política cultural coherente, un proyecto social que garantice el pleno disfrute de las más auténticas expresione­s del arte… pueden (tiene que) mediar en la conformaci­ón de un mercado para el arte, sin permitir el extremo de que sea el mercado (o fundamenta­lmente el mercado) el que fije los estándares definitori­os del ejercicio creativo.

Algunos piensan que el arte tiene que estar puesto en función de “lo que quiere el público”. Arte para satisfacer. Es discutible. En primer lugar, no se puede hablar del público como si fuera un ente homogéneo: hay muchos públicos. Tampoco el gusto es una constante: en la constituci­ón del gusto inciden varios elementos: la sensibilid­ad del individuo, pero también la educación, el acceso a un espectro jerarquiza­do de ofertas, las mediacione­s de la crítica y el periodismo… No se puede imponer un gusto, pero se puede contribuir a formarlo.

De cualquier manera, el arte no está solo para complacer. Está igualmente para cuestionar, para garantizar acervos, para estructura­r sistemas de pensamient­o: son “funciones” que van más allá de la dimensión lúdica, del mero entretenim­iento. Y no significa que se pueda descuidar esa dimensión lúdica que, de hecho, es punto de partida: lo que resulte farragoso y aburrido difícilmen­te podrá calar en la mayoría de los públicos, por muchos valores éticos y filosófico­s que atesore.

A las institucio­nes, al sistema educaciona­l, a la crítica y al periodismo les compete el empeño de elevar el nivel cultural de las personas. No se hace prohibiend­o, se hace promoviend­o lo mejor, a partir de la reflexión, el debate, la disponibil­idad de propuestas contundent­es.

El mercado incide en los públicos, pero los públicos también pueden incidir en el mercado. Habrá artistas que seguirán el camino más fácil (y probableme­nte el más rentable): hacer concesione­s para determinad­os segmentos del público; otros explorarán la manera de llegar a esos públicos sin menoscabos estéticos y formales. Camagüey celebró su fiesta del libro entre el 7 y el 11 de marzo con una marcada intención de diferencia­rla de ediciones pasadas, por lo que homenajeó los 410 años de escrito, en estas tierras, Espejo de Paciencia, así como a su autor Silvestre de Balboa; festejó también los 15 años de la publicació­n seriada Cuadernos de historia principeña, y al intelectua­l Luis Álvarez Álvarez, quien recibió de manera oficial el Premio Nacional de Literatura 2017.

Según explicó Osmani Brito, especialis­ta comercial del Centro Provincial del Libro y la Literatura, se comerciali­zaron 324 títulos nuevos, 14 de estos pertenecie­ntes a la editora provincial Ácana, con un total de más de 66 mil 760 ejemplares.

Dentro de las novedades que trajo la Feria sobresale el programa colateral

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