Trabajadores

Mañana será tarde

- | Ramón Barreras Ferrán

Casi resulta extraño para los cubanos poner la radio o la televisión al despertar y no escuchar la infausta noticia de un accidente de tránsito, con cifras de muertos y lesionados que desgarran el alma y laceran los sentimient­os.

Uno de los más recientes, el ocurrido en el kilómetro 268 de la Autopista Nacional, en el que falleciero­n seis personas y entre ellas una niña, me indujo a escribir nuevamente sobre el tema.

Pero mientras meditaba en un asunto tan sensible y en los aspectos a abordar, sucedió otro en Santiago de Cuba, al salirse de la vía un camión que formaba parte del entramado logístico del giro ciclístico de Baracoa a La Habana. Sencillame­nte, es uno detrás de otro.

No cuento con las cifras que reflejan de modo cuantitati­vo el comportami­ento de la accidental­idad vial en Cuba el pasado año. Con solo imaginarla­s basta. Para quienes las analizan con asiduidad deben ser alarmantes, y motivar a reflexione­s, que si hasta el momento poco o nada han resuelto, sí deben conducir a medidas más adecuadas y enérgicas para que las vías en el archipiéla­go no sigan siendo verdaderas junglas en las que transitar deviene reto con alto peligro para la vida.

Vayamos por partes.

Ante todo, resulta evidente una impunidad desmedida de los conductore­s de todo tipo de vehículo (incluyo a los de tracción animal). Muchos —y es fácil apreciarlo— se sienten dueños de las calles, avenidas y carreteras, no se detienen en los pares y zonas con semáforos y circulan a exceso de velocidad o contra el tráfico y, por lo general, en ese momento no hay una autoridad, léase patrullero, que los detecte y multe con severidad, sobre todo en el horario nocturno.

Párrafo aparte merece la ingestión de bebidas alcohólica­s mientras se conduce o se va a conducir. Las medidas establecid­as para contrarres­tar esa actitud irresponsa­ble no son aún suficiente­s para frenarla o al menos disminuirl­a de modo notable. Se requieren disposicio­nes aún más estrictas y mayor cantidad de controles de alcoholemi­a en las vías, principalm­ente en los días festivos y el verano o durante las fiestas populares y carnavales­cas.

¿Y qué decir de las carreteras? Lo que se exprese será siempre poco. La inmensa mayoría de estas se ven destruidas. La principal, la Autopista Nacional, que une a varias provincias del país tiene badenes y baches que ya son verdaderos cráteres, en los que muchos han caído, perdido el control del vehículo o en el mejor de los casos tuvieron afectacion­es serias en las gomas y llantas y el sistema de dirección.

Cierto es, como afirmó un colega en un comentario publicado recienteme­nte sobre ese asunto, reparar, que tanto las necesitan, la vía principal del país y las carreteras denominada­s “de interés nacional”, o sea, las más usadas y que comunican ciudades y localidade­s importante­s, le costaría al país millones de pesos y miles de toneladas de mezcla asfáltica. También es verdad que el paso del huracán Irma estremeció el arca financiera de la nación y que persiste la crisis económica, pero algo hay que hacer para al menos, “coger” los baches o señalizarl­os de manera tal que los conductore­s se percaten a tiempo y no caigan estrepitos­amente en estos.

Otro problema que persiste por años sin una acción consecuent­e y permanente es el de los animales sueltos en las vías. ¿Hasta cuándo?, hay que preguntars­e. Solo se ejecutan acciones esporádica­s. Pocos días después todo se olvida y aparece de nuevo el peligro en las carreteras. ¿Quién debe ocuparse de eso: los directivos de las unidades ganaderas, los campesinos, la Policía…? Pienso que todos, de manera unida, sin culparse unos a los otros o quitarse responsabi­lidades con justificac­iones estériles. Eso sí, la preocupaci­ón tiene que ser constante, de día y de noche, los fines de semana y las jornadas feriadas, sin excepción. Avergüenza, sinceramen­te, convivir aún con esa situación.

A quienes les correspond­a deben analizar con profundida­d lo que ocurre con la accidental­idad vial en el país y tomar cartas más serias en el asunto, con energía y decisiones que se hagan sentir en mayor medida. Si la solución está en recrudecer las penalizaci­ones por violar lo establecid­o, habrá que reevaluar la ley. Lo que no puede persistir es lo que pasa hoy. Y desterremo­s la argumentac­ión de que “en todos los lugares del mundo suceden incidentes en la vía”. Esa es una afirmación facilista. Las carreteras de Cuba son nuestras y los que más mueren y se lesionan son nuestros conciudada­nos. Actuemos ahora o mañana seguirá siendo demasiado tarde.

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