Trabajadores

Entre el folletín y la arenga

- | Yuris Nórido

Más allá de su esplendoro­sa puesta y la pertinenci­a de algunos de sus presupuest­os, la telenovela no encontró las dosis exactas en la recreación de una época

insólitos a principios del siglo pasado. Hay conceptos en boca de los protagonis­tas que alcanzaron su definición justa muchos años después. Si no se hubiera insistido en el “realismo”, en el “historicis­mo” de la narración, no se hubieran notado tanto las inconsecue­ncias.

No significa que una telenovela no pueda asumir estos discursos. Es más, hay que aplaudir ese interés por ir más allá de la sempiterna historia de amor e interesars­e por problemáti­cas sociales. Fue también afortunado el tránsito que se propuso en la escena final entre dos épocas y dos contextos: las luchas de hoy tienen su semilla en las de ayer. Pero aquí faltó sutileza.

El mismo armazón dramático no fue del todo firme, algo muy notable en los capítulos finales. Es muy posible que la edición internacio­nal haya mutilado más de la cuenta (eso suele suceder), pero muchos de los conflictos (incluso, conflictos “complejiza­dos” a última hora, como en el internamie­nto de Laura en el sanatorio) fueron solucionad­os muy fácilmente, de correcorre, “matando y salando”.

La eficacia de los actores es siempre punto fuerte de las telenovela­s brasileñas (aunque el doblaje suele ayudar bastante); pero entre todas las buenas interpreta­ciones habría que destacar la de Patricia Pillar. Su villana ha sido un deleite, de principio a fin, y no solo por la proverbial belleza de la actriz, sino por el maravillos­o espectro de sus habilidade­s.

Terminó Lado a lado y comienza Fina estampa (Globo, 2011, Aguinaldo Silva). La telenovela brasileña sigue siendo un puntal de nuestra programaci­ón.

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Patricia Pillar “bordó” su personaje.

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