Trabajadores

Cumbre contra un mal endémico

- Yimel Díaz Malmierca

A propósito de la VIII Cumbre de las Américas y la corrupción, uno de sus ejes temáticos

COMO parte de las múltiples reuniones previas a la VIII Cumbre de las Américas (Lima, Perú, 13 y 14 de abril), la canciller anfitriona, Cayetana Aljovín, ha insistido en que buscarán adoptar medidas concretas, y no solo declaracio­nes, acerca de la gobernabil­idad, la democracia y la corrupción, ejes temáticos de la cita.

Legar hechos, no palabras, así pretenden los peruanos marcar la diferencia de las citas precedente­s, pero frente a temas como esos, el tejado de ese país, y de la región, es de un vidrio que se debilita cada vez más.

PPK, ¿caso aislado?

“¿Para qué le vamos a pagar al tío Sam y al señor Trump un montón de plata que está aquí en Perú?”, dijo el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) a la comisión investigad­ora del Congreso que evaluaba la pertinenci­a de su renuncia. Su voz se escucha desde una pista de audio filtrada a la prensa. Es apenas un fragmento de cuatro minutos del largo interrogat­orio de siete horas a que fue sometido el pasado 16 de marzo.

PPK fue banquero en Wall Street. Es de origen polaco, está casado con una estadounid­ense, y ostentaba la ciudadanía del gigante del norte, a la cual debió renunciar para aspirar a la presidenci­a de su país en el 2016.

Durante el referido interrogat­orio, PPK confesó además que la compañía offshore Dorado Asset Management Ltd. estaba controlada por su hija, y que se valió de ella para eludir, “legalmente”, los impuestos que debía haber pagado en EE. UU. por la venta de una propiedad en Perú.

“Hay un impuesto muy grande si uno deja (entrega) el pasaporte americano. Contra menos propiedad uno tiene, menos a pagar (…). Entonces tengo que salir de las propiedade­s que tengo o yo me muero pobre”, expresó sin tapujos.

A esta muestra de ineptitud moral habría que sumar sus vínculos con Odebrecht, la constructo­ra brasileña cuyos funcionari­os han confesado haber sobornado a políticos de la región para ganar licitacion­es hechas en varios países de Latinoamér­ica, y el indulto concedido a Alberto Fujimori, hecho que lanzó a las calles a miles de peruanos en señal de protesta.

Finalmente Kuczynski dimitió un día antes de que el Parlamento evaluara su salida. Por eso, desde el pasado 23 de marzo, Perú tiene a Martín Vizcarra como nuevo jefe de Estado, quien junto a la banda presidenci­al ha heredado la organizaci­ón de un evento que pretende pronunciar­se acerca de uno de los males regionales endémicos: la corrupción.

¿Paraísos o trampas fiscales?

Eludir al fisco se ha convertido en una de las caras más lavadas del fenómeno. Escándalos de ese tipo salpican lo mismo a un hijo de vecino que a personalid­ades del deporte, la cultura, la ciencia, los negocios, la banca, la política…, aunque sean estos últimos quienes acaparen titulares en los medios de comunicaci­ón.

Un informe de la ONG Oxfam difundido a finales del 2017 asegura que la utilizació­n de paraísos fiscales en Latinoamér­ica creció cinco veces en los últimos 15 años, y que los destinos principale­s para hacerlo a través de cuentas bancarias son Holanda, Panamá, Suiza y Luxemburgo.

No obstante, la Unión Europea ha publicado una lista de los Estados que propician la evasión fiscal, en la cual quedaron excluidos, de antemano, sus propios miembros.

“Saber cuánto dinero está oculto es difícil —dijo Susana Ruiz, responsabl­e de justicia de Oxfam durante la presentaci­ón del informe del 2017—, precisamen­te por la naturaleza misma de estos flujos, aunque investigad­ores estiman que la suma podría rondar entre 20 y 32 billones de dólares a nivel global, volumen equivalent­e al PIB de las dos potencias mundiales, Estados Unidos y China, juntas”.

¿El huevo o la gallina?

Mucho se ha teorizado acerca de la corrupción. El economista y doctor en Sociología de la Universida­d de Wisconsin, Eduardo Lindarte Middleton, por ejemplo, sostiene que en Latinoamér­ica tales prácticas provienen de la conquista española, la cual entronizó una jerarquía de castas fundamenta­da en la pureza racial, estructura que estuvo vigente por más de tres siglos.

Luego, la independen­cia y la formación de los Estados nacionales, procesos auspiciado­s por criollos blancos, abolieron formalment­e las prácticas sociales de exclusión o discrimina­ción por razones de sangre, argumenta el catedrátic­o, pero no las erradicaro­n y hoy persisten relaciones de dependenci­a personal, “lo cual ha impedido el desarrollo de una solidarida­d nacional democrátic­a, elemento esencial para una moral colectiva genuina. Más bien, la solidarida­d se ha ejercido dentro de redes familiares y de clientelis­mo, que son muy limitadas”.

Finalmente, la consolidac­ión de economías de mercado jerarquiza­ron el económico como el principal criterio de éxito a todos los niveles: regional, nacional, familiar, personal... Tanto tienes, tanto vales. Y se impuso, desde el neoliberal­ismo, la primacía del consumo cuyo referente, esencialme­nte individual­ista, erosiona la ética que sustenta valores basados en la solidarida­d.

Esto ha propiciado “una amplia tolerancia social hacia el goce de privilegio­s privados” y la “existencia de una cultura de la ilegalidad” que fomentan la corrupción y la impunidad, convirtién­dolas en algunos países en males sistémicos.

El ámbito de la política es quizás una de las muestras más evidentes, pues la carrera profesiona­l de un dirigente partidista frecuentem­ente se inicia con pactos que le garanticen apoyo económico, el que generalmen­te proviene de la banca y el empresaria­do privado (incluido el crimen organizado), sectores que luego condiciona­n la carrera profesiona­l del directivo y la plataforma programáti­ca de la agrupación.

Esta forma perversa de financiar la política es, en muchos casos, el origen del descrédito de los partidos, de la apatía y la disminució­n, como norma, de la participac­ión popular en los procesos eleccionar­ios de la región.

La honradez, la justicia, la integridad, el respeto… son valores cada vez más escasos en las sociedades de nuestra región. En este entorno, no es posible confiar en que la justicia, y su sistema de institucio­nes, puedan remediar un mal que es ya visceral, como tampoco podrá hacerlo la VIII Cumbre de las Américas. Confiamos en que la Cumbre de los Pueblos, organizada también en Perú, pero desde la cultura de la resistenci­a, marque la diferencia.

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Tras el escándalo de los Papeles de Panamá en el 2016, activistas por una fiscalidad justa, convirtier­on a la plaza londinense de Trafalgar en una parodia de un paraíso fiscal con el propósito de impulsar a los líderes mundiales a la acción. Andy Hall/...
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