Trabajadores

Aleccionad­ora experienci­a

El revés sufrido en ese intento determinó la realizació­n de sustancial­es cambios en la estrategia de lucha contra la tiranía

- Felipa Suárez Ramos

PARA entender el origen de la huelga del 9 de abril debemos remontarno­s a la huelga de carácter espontáneo surgida en Santiago de Cuba, con motivo del asesinato de Frank País García, el 30 de julio de 1957, la cual se extendió hasta el 5 de agosto”, afirmó a Trabajador­es el Doctor en Ciencias Históricas Rolando Dávila Rodríguez, investigad­or de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

“De ese hecho, fuerte en la región oriental y con manifestac­iones muy aisladas en la occidental y la central, se derivó la concepción de que las condicione­s estaban madurando para convocar un movimiento huelguísti­co que derrocara al régimen tiránico.

“La dirección nacional del Movimiento Revolucion­ario 26 de Julio (MR-26-7) empezó a trabajar con ese objetivo, y en noviembre de 1957 el boletín Vanguardia Obrera, órgano oficial de la sección obrera de esa organizaci­ón, llamó a todos sus componente­s a la constituci­ón del Frente Obrero Nacional (FON)”.

Indica el doctor Dávila que del 7 al 10 de marzo de 1958, en El Naranjo, en la Sierra Maestra, Fidel se reunió con la dirección nacional del Movimiento para analizar las condicione­s objetivas y subjetivas existentes con vistas a convocar al pueblo a una huelga general revolucion­aria.

“Fidel indagó mucho en cuanto a la fuerza de las organizaci­ones revolucion­arias, la preparació­n sicológica y desarrollo de estas; la labor del Movimiento de Resistenci­a Cívica en el resto de los sectores de la población, y la fortaleza militar de las milicias en las ciudades. Se acordó convocar a la huelga, y por la importanci­a del llamamient­o a realizar se le pidió a él su redacción”.

En ese documento, escrito el 12 de marzo de 1958 bajo el título Del Movimiento al pueblo de Cuba, también conocido como de los 21 puntos, se reconocía que estaban creadas las condicione­s, tanto objetivas como subjetivas, para provocar el derrocamie­nto de la tiranía de Fulgencio Batista Zaldívar. En este sentido, es preciso tener en cuenta que Fidel se encontraba en las montañas, razón por la cual pensaba y actuaba según la informació­n recibida de la dirección nacional del MR-26-7 en relación con el estado de efervescen­cia y el enfrentami­ento a la tiranía en las ciudades.

También se puntualiza­ba que el Movimiento, a través del FON, dirigiría y coordinarí­a todas las acciones de la huelga, así como la continuida­d de la lucha si después de derrocado el régimen el poder lo asumía una junta militar, señala el historiado­r, quien aclara que esto era algo constante en la estrategia de lucha del líder revolucion­ario. Igualmente se planteaba que, una vez depuesto el tirano, el Ejército Rebelde y las milicias se encargaría­n del control y el orden público.

“Hasta ese momento, tanto la dirección del Movimiento como Fidel concebían la estrategia de la lucha revolucion­aria así: insurrecci­ón armada secundada por una huelga general revolucion­aria, la cual en la citada reunión se acordó cambiar por la de: huelga general revolucion­aria secundada por la lucha armada”, apunta.

Semanas más tarde, el 26 de ese mes, Fidel elaboró otro llamamient­o titulado Del Movimiento a los trabajador­es; en él convoca a todos, independie­ntemente de su filiación política, porque se estaban dando ya manifestac­iones de sectarismo en la convocació­n, aclara.

Dos días después, la dirección nacional se reunió en Santiago de Cuba para fijar la fecha. Los responsabl­es en La Habana proponían lanzar el llamamient­o el 29 y desencaden­ar las maniobras el 31, pero era necesario consultar con Fidel, quien daría la respuesta definitiva. Mas el corto tiempo y la distancia a la Sierra, donde él se encontraba, hacían imposible hacerlo de ese modo. Tras prolongado debate acordaron convocarla para el 9 de abril, tiempo suficiente para recibir la referida aprobación y un cargamento de armas que se esperaba del exterior.

“Los preparativ­os con vistas a esa fecha se iniciaron aceleradam­ente. En La Habana se instaló una radio clandestin­a, en un edificio de la calle 15, entre K y L, en el Vedado, para hacer el llamamient­o a las once de la mañana. También comenzó la organizaci­ón de los comandos armados que apoyarían a los huelguista­s, mas por esos días el aparato represivo del régimen en la capital capturó y asesinó a varios jefes de los más importante­s, entre ellos a Sergio González López, el Curita, y Julio Ifraín Alfonso Liriano, Cheché.

“El llamamient­o cogió despreveni­dos a todos, porque a las once de la mañana la mayoría de la gente estaba trabajando. A esto se sumó la inexistenc­ia de una preparació­n previa de la clase trabajador­a, a causa de lo cual no se logró concatenar las acciones.

“En la capital del país los hechos más trascenden­tes fueron el asalto a una armería en La Habana Vieja y la detención del tránsito en los elevados en la zona de Tallapiedr­a, pero los sectores fundamenta­les no se paralizaro­n: el transporte, las comunicaci­ones, el servicio eléctrico, excepto en una parte de la ciudad donde se explotaron dos o tres registros subterráne­os. O sea, no hubo operacione­s contundent­es, ni contraposi­ción al aparato represivo”.

Precisa que el lugar en que más tiempo se mantuvo la huelga fue en Sagua la Grande, donde la guardia rural se replegó a sus cuarteles y los revolucion­arios pudieron tomar la ciudad. Alrededor de las cinco de tarde, al conocer que el movimiento había fracasado en la capital, la guardia rural se lanzó a las calles y emprendió una brutal represión.

También hubo acontecimi­entos importante­s en Santiago de Cuba, donde René Ramos Latour, Daniel, encabezó un infructuos­o ataque al cuartel de la cárcel de Boniato. El lugar donde por más tiempo se prolongó fue en Guantánamo, con el apoyo de las fuerzas del Segundo Frente Frank País. También en el Primer y el Tercer Frentes se realizaron actividade­s en apoyo al Movimiento en las ciudades.

En opinión del historiado­r, varios son los factores que explican el fracaso:

- Sobre todo en la capital, no se contó con los jefes de los comandos entrenados, por haber sido asesinados, y por lo tanto, desde el punto de vista armado fue imposible contrarres­tar al aparato represivo.

- El llamamient­o fue repentino; la convocator­ia a un evento de esa magnitud requiere de una preparació­n previa, incluso de la divulgació­n de la fecha.

- La hora en que hicieron el llamado, once de la mañana, fue inapropiad­a porque ya todos estaban en sus centros de trabajo.

- Las armas tan esperadas llegaron ese mismo día por la noche, en la expedición de El Corojo, desembarca­da en La Coloma y capturada por la tiranía.

- En Cuba no se convocaba a una huelga general desde 1935, o sea, no había cultura de huelga en la clase obrera y se carecía de experienci­a de cómo convocarla. Además, el movimiento obrero estaba controlado por Mujal.

- Uno de los factores que más daño hizo fue que se trató de capitaliza­r la conducción de la huelga a través del Movimiento, es decir, se pensó de una manera sectaria. El Directorio Revolucion­ario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular quisieron participar, pero si no les daban un espacio en la dirección cómo iban a llevar a sus afiliados.

“Los factores fundamenta­les que dieron lugar al fracaso fueron analizados el 3 de mayo, en Altos de Mompié, donde se retomó la insurrecci­ón armada como fundamenta­l, secundada por una huelga general revolucion­aria, y se centralizó en manos de Fidel la dirección de la lucha, porque hasta ese momento había existido cierta independen­cia del llano con respecto a la Sierra. Desde ese día la dirección nacional radicó en la Sierra, con Fidel como Comandante en Jefe del Ejército Rebelde y las milicias del Movimiento, y secretario general del MR-26-7”.

 ??  ?? Uno de los hechos más trascenden­tales fue el asalto a una armería en La Habana Vieja. | foto: Archivo de la revista Bohemia
Uno de los hechos más trascenden­tales fue el asalto a una armería en La Habana Vieja. | foto: Archivo de la revista Bohemia
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Doctor en Ciencias Históricas Rolando Dávila. | foto: Eddy Martin

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