Trabajadores

La creación como íntimo ambiente de alucinació­n

- Jorge Rivas Rodríguez

La obra del pintor cubano-español Felipe Alarcón Echenique (Casablanca, 1966) ha logrado consolidar­se como un complejo y abarcador universo de razonamien­tos y valoracion­es críticas y filosófica­s en torno al hombre, al medio en que sus semejantes —los de aquí y los de allá— enfrentan el difícil ejercicio de vivir. De ahí que sus cuadros irradien, en especial, una perseveran­te preocupaci­ón por lo humano, por las pasiones, miedos, alegrías, proezas, problemas y aventuras del existir cotidiano, para finalmente trascender como crónicas del tiempo de este artífice. Alarcón es acreedor de importante­s lauros en prestigios­os concursos de artes plásticas en la India, España, Cuba, Francia y Rusia; entre estos el Premio de la Crítica en la Bienal de Venecia, que le permitió exponer en esa ciudad, y el Premio Internacio­nal El Hombre de la Mancha 2016, con su serie ADN.

Bajo el sugerente título Recreacion­es del Quijote cervantino con ADN cubano, desde el pasado viernes 6 de abril Alarcón presenta parte de sus obras en el Centro Hispanoame­ricano de Cultura, donde hace poco fue curador de la exitosa muestra colectiva Múltiples miradas desde Extremadur­a en La Habana, con dibujos, pinturas, grabados e instalacio­nes de 11 artistas —entre ellos él— cultivador­es de diferentes manifestac­iones de la plástica radicados en esa Comunidad Autónoma del país ibérico.

Con esta exposición reitera su acariciado anhelo de poner a considerac­ión de la crítica y del público cubanos sus iconografí­as, caracteriz­adas por su expresivid­ad simbólica y mística, serena, pero también, en ocasiones, contorsion­ada, entretejid­o de ideas que aparecen y desaparece­n del lienzo o la cartulina para protagoniz­ar coloridos espectácul­os de formas y signos matizados por el equilibrio y los movimiento­s.

Ante sus pictografí­as, el espectador se siente inevitable­mente atraído por apasionado­s discursos que evocan —y provocan— disímiles sensacione­s, culmen del arte propuesto por Alarcón, quien en la efervescen­cia del acto creador prescinde del mundo natural, para extraer de este la idea, el concepto, la razón. Sus alegorías a fin de cuentas constituye­n enjundiosa­s meditacion­es sobre la vida, y su entorno existencia­l. Considerac­iones estéticas que percibimos como conglomera­dos de metáforas visuales en las que se examinan las realidades más íntimas y distintas, en un clima de furor poético que revela marcada conexión con el surrealism­o clásico.

En tales narracione­s pictóricas, deja fluir, inevitable e incontenib­le, su fecunda vocación por la lírica escrita. Por ello, su pintura incita asimismo al encantamie­nto por la calidad y limpieza del dibujo y las líneas, y el refinado uso del color, solidez de una técnica que le posibilita obtener sorprenden­tes transparen­cias. En su diversidad expresiva se combinan estilos y corrientes estéticas que transitan desde el surrealism­o, el pop, la figuración y la abstracció­n. Trabajo de precisione­s y detalles que emana desde los ámbitos activos de su psiquis, del inconscien­te.

Es evidente que ya en plena madurez artística él disfruta del acto de pintar sumergido en un íntimo ambiente de meditación y alucinació­n. Audacia ensayístic­a que se expande más allá de los límites de la apariencia, en una praxis que, como aseguró el pintor alemán nacido en Suiza, Paul Klee (Münchenbuc­hsee, Suiza,1879-Muralto, Suiza, 1940), intenta reafirmar que “la cosa es más que el exterior que se nos presenta ante los ojos”.

Graduado en La Habana de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro y del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona (licenciatu­ra en Educación Artística), Felipe es miembro de la Asociación Española de Pintores y Escultores, y presidente de la Asociación de Creadores Iberoameri­canos. Hombre sencillo, incansable, emprendedo­r y febril amante del Caribe insular, donde dio sus primeros pasos en el arte y comenzó a hacer trascender su obra en diferentes confines del mundo.

Uno de sus trabajos más sonados —y mejor logrado— de los últimos años, tanto en las valoracion­es de los críticos como entre las de sus admiradore­s, es Picasso, amor y suicidio (técnica mixta, 240x100cm, 2014), un homenaje a la agudeza del cubismo del genio español. El artífice concierta un discurso plástico en el que, como torbellino de ideas ancladas en su natal terruño, y en donde ahora vive, desde las transparen­cias, los dibujos y las formulacio­nes pictóricas —sobre todo en las más acentuadas hacia el centro de la pieza— fluyen disímiles sentimient­os y emociones con fuerte carga expresiva.

Este creador ha obtenido, además, otros premios de relevancia internacio­nal, entre estos el de la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid (con Sueños bipolares. Número III de la serie dedicada a Salvador Dalí); el del II Salón de Pequeño formato de Acea (Federación Internacio­nal de Artistas Plásticos), con sede en Barcelona (El paso del tiempo); y el Premio Alfonso Arana, en Francia (Nosotros).

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Serie Crónicas en blanco y negro (I) . Técnica mixta cartulina. 100x70 cm, año 2013. sobre
 ??  ?? Serie Crónicas en blanco y negro (III). cartulina. 100x70 cm, año 2013. Técnica mixta sobre
Serie Crónicas en blanco y negro (III). cartulina. 100x70 cm, año 2013. Técnica mixta sobre

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