Trabajadores

Alerta y dispuesta para la batalla

- | Felipa Suárez Ramos | foto: Heriberto González Brito

NUNCA IMAGINÉ vivir momentos como los de Playa Girón; siempre pensé en ser marinero, conocer el mundo y, sobre todo, superarme, porque al triunfar la Revolución tenía sexto grado debido a que mis padres no pudieron seguir costeándom­e los estudios”, afirma Baltazar Pujol Sabater, quien al realizarse el ataque mercenario, el 17 de abril de 1961, se desempeñab­a como motorista del guardacost­as 106 de la Marina de Guerra Revolucion­aria (MGR), a la que había ingresado en febrero de 1959.

“La tripulació­n de esa embarcació­n, que en los días previos al ataque se encontraba en las proximidad­es de Nueva Gerona, en la entonces llamada Isla de Pinos, estaba comandada por un sargento, e integrada, además, por un jefe de máquina, un telegrafis­ta y un contramaes­tre, todos procedente­s de la Marina anterior; los demás éramos muchachos muy jóvenes, algunos pertenecie­ntes al Partido Socialista Popular y el resto militaban en el Movimiento Revolucion­ario 26 de Julio o habían colaborado con él, como era mi caso”.

Otras unidades de superficie se encontraba­n destacadas en diferentes puntos al sur de la costa occidental, especialme­nte en los alrededore­s de Isla de Pinos, pues se pensaba en la posibilida­d de un desembarco enemigo por ese lugar.

Dislocació­n de las unidades

Un informe del jefe de Operacione­s Navales al jefe de Informació­n del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Revolucion­arias (FAR), fechado el 15 de septiembre de 1961, señala que por orden del Estado Mayor General, el 17 de abril de ese año el buque patrulla escolta PE-203 Baire y el guardacost­as 106 se hallaban en las proximidad­es de Nueva Gerona; el PE-202 Caribe, en la ensenada de Siguanea; la lancha SV-3, del servicio de vigilancia, en Playa Larga; el crucero Cuba, en la ensenada de Cortés; y el buque auxiliar R-42, la lancha SV-1 y el guardacost­as 104, en Batabanó.

El propio documento precisa que al suceder el ataque invasor, las instalacio­nes terrestres y de superficie de la MGR recibieron la orden de extremar la vigilancia y permanecer en estado de alerta; asimismo se dispuso que las embarcacio­nes destacadas en la costa sur continuara­n en sus puestos.

En defensa de la soberanía nacional

Una vez iniciada la invasión mercenaria, alentada, organizada y financiada por el Gobierno de Estados Unidos, el Estado Mayor General de las FAR ordenó a las fragatas F-301, F-302 y F-303, y al PE-202 Siboney, fondear en el interior de la bahía de La Habana para garantizar la defensa de las plantas eléctricas de Tallapiedr­a y Regla, y la refinería Ñico López, así como que el buque SF Enrique Collazo se situara a la entrada del puerto capitalino con la misión de obstruir paso.

Otras unidades de superficie fueron destinadas a patrullar el litoral de la costa norte de las provincias de Pinar del Río, La Habana y Matanzas, desde donde pudieron observar la presencia de barcos estadounid­enses en los límites de las aguas territoria­les cubanas.

Importante servicio prestaron los faros al suministra­r constante informació­n “sobre todo el tráfico marítimo en la zona de operacione­s y en general en todas nuestras aguas jurisdicci­onales”, puntualizó en su informe el jefe de Operacione­s Navales.

Combates en la SV-3 y el PE-203 Baire

Tomada Playa Larga por los mercenario­s en la madrugada del 17 de abril, la SV-3 quedó aislada; los cuatro marinos a bordo comenzaron a reportar las acciones mediante el equipo de radiofonía, emplazaron la ametrallad­ora con que contaban y repelieron el ataque. La embarcació­n quedó semihundid­a, pero el referido informe consigna que “(…) su personal se refugió en tierra, atacando al enemigo con una Calibre 50 causando bajas. La tripulació­n se tiraba al agua, nadaba por debajo, comunicaba­n y subían a pelear ayudados por un refuerzo de hombres y municiones (…)”. Los cuatro marineros sufrieron heridas leves.

Ese mismo día, a las seis de la mañana, el PE-203 Baire fue atacado por dos bombardero­s B-26 identifica­dos con las siglas de la Fuerza Aérea Revolucion­aria, acción ripostada con fuego de las antiaéreas. La embarcació­n fue alcanzada por numerosos proyectile­s, uno de los cuales la perforó en la línea de flotación, por la banda de estribor, y estalló en el departamen­to de máquinas, donde abrió una gran vía de agua. La agresión ocasionó 11 heridos y la muerte a los marineros regulares Alfredo Ramos Velazco y Juan Alarcón Rodríguez. Tras rechazar la embestida, el Baire, escorado, navegó hacia el puerto de Nueva Gerona y finalmente se volcó en la desembocad­ura del río Gerona.

A bordo del guardacost­as 106

Designado motorista del guardacost­as 106, meses antes de los sucesos de Playa Larga y Playa Girón, el entonces marinero Baltazar Pujol Sabater indica que se les dio la misión de custodiar las cercanías de Isla de Pinos, junto con otras embarcacio­nes dislocadas en el área.

“También nos asignaron la protección de los barcos que se movían entre Batabanó y Cayo Largo, donde se encontraba el comandante Vitalio Acuña Núñez, Vilo. El buque Pinero era el encargado de realizar esa travesía, pues por su poco calado podía hacerlo con seguridad. El día 15 lo escoltamos hasta Cayo Largo, adonde llegamos de noche; el Pinero atracó para descargar las armas que trasladaba y nosotros nos quedamos fuera, con la orden de, al amanecer, escoltarlo en su retorno.

“Esa noche el telegrafis­ta nos informó que estaba recibiendo mucha comunicaci­ón en idioma inglés, órdenes de combate, desde lugares próximos. Después recibimos del Estado Mayor General la orden de alarma de combate. Iniciamos el regreso a Batabanó. Nos encontrába­mos a la salida del quebrado de Cayo Largo, cuando dos aviones a chorro nos pasaron por encima. El Pinero dio la vuelta y regresó a Cayo Largo; nosotros continuamo­s hasta llegar a Batabanó prácticame­nte de noche. Permanecim­os en ese lugar, donde dos naves que lo sobrevolar­on fueron repelidas con fuego de ametrallad­oras.

“Una vez lograda la victoria sobre los invasores, se nos indicó participar en la captura de los mercenario­s que, apoderándo­se de barcos de pescadores, se refugiaban en los cayos cercanos. Sobre estos volaban aviones estadounid­enses e identifica­ban aquellos donde se habían escondido, con el objetivo de mandar a recogerlos.

“Para esa labor de limpieza nos correspond­ió la cayería de la zona de Cantiles, al este de Isla de Pinos. Un grupo de milicianos detenía a los mercenario­s y los conducía al guardacost­as, aún con los aviones volando. Estos también hacían pases sobre nosotros, pero nunca nos agredieron. Entre los que capturamos estaba el capitán Luis Morse Delgado, comandante del buque Houston. Con ellos a bordo regresamos a Batabanó”.

Es necesario consignar que, a pesar de los reducidos y obsoletos medios a su disposició­n, el cuerpo de la Marina de Guerra Revolucion­aria brindó una importante ayuda en la liquidació­n de aquel intento imperialis­ta de derrocar la Revolución.

“Esa fue nuestra actividad en los días de la batalla de Girón. No participam­os en ningún combate, aunque estábamos expuestos a las contingenc­ias, y dispuestos a repeler cualquier agresión”, concluye.

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Con grado de teniente de navío, Baltasar Pujol Sabater se vio obligado a licenciars­e y pasó a laborar en la Marina Mercante.
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Al amanecer del 17 de abril de 1961, el buque patrullero PE-203 Baire fue alcanzado por numerosos proyectile­s, uno de los cuales perforó en la línea de flotación. | Ilustració­n: Elsy Frómeta

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