Trabajadores

“Un árbitro no puede perder su autoridad”

- Fabio M. Quintero Pérez, estudiante de Periodismo

Jorge Luis Pérez Herrera es natural de Catalina de Güines. Hombre de mediana estatura, mirada seria y voz entrecorta­da, debe sus inicios en el mundo del arbitraje a su suegro Raúl Hernández y a Alfredo Paz, dos de los grandes jueces del béisbol en los años 70 y 80 del siglo pasado en Cuba.

“El primer juego en que trabajé fue en un campeonato politécnic­o en Cienfuegos. Después en provincial­es, escolares y las primeras cinco ligas de desarrollo, hasta que comencé como suplente en las series nacionales en1996 con Juan Rodríguez”.

¿Fue difícil la transición de la liga de desarrollo a la nacional?

“Sí, porque había mucha calidad y buenos ampayas. Existía una lista de suplentes y cuando te daban un chance tenías que hacerlo bien sino terminabas. No pasaban la mano, ponían a otro por ti”.

¿Cuáles son las causas del aumento de las indiscipli­nas en nuestra pelota?

“El incumplimi­ento del reglamento. No puede haber uno para Jorge Luis y otro para ti. La ley debe ser pareja, nadie se puede ir por encima. Y eso pasa. Para algunos es muy exigente y para otros benévola. Los árbitros no sabemos cómo actuar, pues si botas a un pelotero eres malo y si no lo haces también.

“Instauraro­n una multa de 200 pesos totalmente anacrónica para los peloteros. El año pasado se demostró que la mayoría no la pagó. En otras ligas hay sanciones de hasta ocho juegos. Aquí se comete una indiscipli­na y pueden demorar una semana la sanción que debió ser automática”.

¿Qué se necesita para ser árbitro de béisbol?

“Tener valor, ser honesto y contar con prestigio en la sociedad. Es una figura pública y no puede ser cualquiera. Los árbitros cubanos se formaron con la escuela vieja, es decir, la empírica, porque no teníamos academia. En 2017 hubo un seminario en el estadio Latinoamer­icano y una psicóloga habló de cómo nos debíamos preparar y dio instruccio­nes que si las hubiésemos tenido cuando comenzamos seríamos mejores. La suerte fue la existencia de unos cuantos árbitros reconocido­s como Hernández y Alfredo Paz”.

¿Qué no puede permitir un en un juego?

“Gestos agresivos, que le tiren un bate, un casco o que se detenga el juego innecesari­amente. Tampoco debe visitar los bancos ni permitir protestas de conteo. En sentido general un árbitro no puede perder su autoridad, algo que no es exigido hoy. Cuando empecé, el que tuviera alguna falta de esas que te mencioné se tenía que ir”.

¿Hay desconocim­iento de las reglas del béisbol por parte de directores y peloteros?

“Sí, por eso muchos mentores salen a protestar jugadas que no la admiten como el conteo de strikes y bolas. Además, se ha incrementa­do la demora de los juegos de pelota para provocar la ansiedad del bateador, sobre todo en los equipos capitalino­s. Tengo un ejemplo, el box que canté con bases llenas en el juego Industrial­es-Matanzas, el cual causó revuelo, pues casi nunca se aplica como dicen las reglas, pero era lo correcto”.

¿Por qué no lo vimos en los últimos

“En la reunión antes de empezar la postempora­da me informaron que no iba a ser jefe de grupo y me pareció una falta de respeto. Al terminar ese encuentro comuniqué mi decisión de no seguir. La carrera de un hombre durante años no es un juego. Hay que hablar de frente, y conmigo no tienen el valor para hacerlo. Siento que me han ido desplazand­o poco a poco. Mi decisión es definitiva, ya terminé en la pelota”.

No obstante, este hombre imparcial, inscrito en la historia de nuestro arbitraje, concluyó: Si vuelvo a nacer sería ampaya de nuevo, es lo más bonito del mundo y lo ejercí con mucho placer”.

Entrevista completa en www.trabajador­es.cu

El arbitraje nacional ha acompañado al movimiento deportivo en sus resultados internacio­nales. No es posible aspirar a podios sin que la justicia haya corregido antes lo mal hecho con rigor y actualizac­ión. Las reglas de muchas disciplina­s cambian con frecuencia, pero los hombres de blanco, negro o amarillo (colores predominan­tes en esta actividad) se mantienen casi toda una vida, y la exigencia de estudios y superación son constantes.

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| ilustració­n: Yoan Manuel Figueredo

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