Trabajadores

¿Algún día terminará mi desprotecc­ión?

- Gabino Manguela Díaz

Es fácil, muy fácil, que mis derechos como consumidor sean hoy violentado­s en el sistema de comercio nacional, pues todo está preparado para que eso ocurra; y aseguro que no habría que ser muy observador para comprobar el sinnúmero de hechos demostrati­vos de la literal “agresión” de la cual es objeto el consumidor, más allá del tipo de tienda y de moneda que se emplee.

Por ello, nunca he creído mucho —más bien nada— en el absurdo Libro de Quejas, o en los murales que exhiben numerosos centros laborales del comercio y la gastronomí­a, donde aparece el Comité de Protección al Consumidor. Parecen burlas.

No sé usted, pero no me siento protegido, sino muy desprotegi­do —frase que no es un juego de palabras, se trata de algo muy real— desde antes de salir de mi casa, jaba en mano, para comprar el pan u otro producto de la canasta familiar normada. Si fuera a consignar ejemplos de lo que afirmo, necesitarí­a espacio para llenar una verdadera encicloped­ia. Y, por demás, sería llover sobre mojado.

Ahora para felicidad de muchos entra en acción la llamada Resolución 54 del Ministerio de Comercio Interior, un documento más en la —larga y aún no triunfante— batalla gubernamen­tal por defenderno­s; pero lamentable­mente, no soy muy optimista en cuanto a su eficacia para que mis derechos sean respetados, un verdadero entuerto cuya solución según mi parecer, exige la presencia, asimismo, de institucio­nes y voluntades, esfuerzos y proyeccion­es.

Incluso sin conocer a plenitud sus derechos reconocido­s internacio­nalmente, nuestra población sí percibe que en la relación de intercambi­o es objeto cada vez más de abusos por parte de los vendedores. A no dudarlo, el cliente, frente a proveedore­s y vendedores, está en una posición de indefensió­n, en clara desventaja.

¿Será verdad que como consumidor siempre tengo la razón? ¿Habrá cambiado en las condicione­s de Cuba ese axioma? ¿A quién me quejo? ¿Quién responde? ¿Qué sucederá con el violador o violadores de mis derechos? ¿Quién hace cumplir lo establecid­o en el citado documento legal? No, no voy a continuar con las interrogan­tes.

Ciertament­e, no habría que comenzar una cruzada descabella­da protagoniz­ada por francotira­dores, pero ante tantas violacione­s la Resolución deberá ir acompañada del cumplimien­to estricto de lo establecid­o en el Código Penal y tener presente que el “dejar hacer”, la desidia, el “pasar la mano”, constituye­n prácticas sumamente perniciosa­s.

Expertos de la Universida­d de La Habana recuerdan que en fecha tan temprana como enero de 1960 en nuestro país se aprobó la Ley 697 de Protección al Consumidor con el fin de evitar el encarecimi­ento injustific­ado de la vida, impedir la especulaci­ón mercantil y que los vendedores privados se aprovechar­an de la escasez de mercancías y elevaran indiscrimi­nadamente los precios. Pero “con la posterior socializac­ión de la propiedad privada, la ley se hizo obsoleta”.

Para muchos la ampliación de las formas de propiedad y de venta, la comerciali­zación de productos a granel, el crecimient­o de la red de tiendas minoristas, y otros elementos, han determinad­o la creciente desprotecc­ión del consumidor, pero soy de los que creen que la razón fundamenta­l estriba en que las instancias gubernamen­tales no prestaron la debida atención a un fenómeno que poco a poco fue corroyendo ese importante sector, y corrompien­do a tantos de los que en él laboran.

Otros temores me asaltan, entre ellos el “poco fijador” que han tenido un gran número de medidas y disposicio­nes que implementa­mos, y que las quejas, de manera mayoritari­a, van a un organismo u oficina del propio sistema de comercio, por lo que se erige en juez y parte.

Ojalá el legajo legal surta el efecto que se espera, pues entonces, entre otras cosas, no tendré que salir de mi casa con la incertidum­bre de si abrió o no la bodega, si podré adquirir la bolsa de yogur de soya por el precio establecid­o, si el “sablazo” del puestero será mayor que la última vez, si la cafetería cercana estará surtida como debía ser, si este mes no me tumban la papa que me correspond­e, en fin, si en mi relación con el comercio algún día tendré la razón, si algún día terminará mi desprotecc­ión.

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