TRABAJADORES El Che en el XI Congreso de la CTC
El domingo 26 de noviembre de 1961 se inauguró el XI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
Entre los oradores estuvo el Che, entonces ministro de Industrias, quien se dirigió a los delegados el martes 28 para exponer cuáles eran a su juicio “las tareas más importantes durante los años venideros”.
Comentó que nos estábamos preparando “para iniciar el primer año de lo que será el cuatrienio de 1962 a 1965 (en la industria)”, de que “ya todos conocemos que la planificación es al socialismo, lo que la anarquía de la producción es al capitalismo”, de la necesidad del desarrollo industrial del país; de que una parte importante del éxito dependía de la clase obrera; de la importancia de elevarse a una conciencia social superior, pues sin comprender esto, el plan económico serio del Gobierno fracasaría, y señaló que habíamos tenido defectos de organización y que las deficiencias no estaban superadas todavía. Recalcó que “la organización era uno de los puntos claves”.
Con el espíritu crítico que lo caracterizaba, afirmó que “en esta lucha ha habido muchos momentos en que daba la impresión que la clase obrera no entendía bien el nuevo papel que tenía que jugar”, pero reconoció que desde hacía unos meses “hemos empezado a fundirnos en una sola masa”.
Habló del futuro Partido Unido de la Revolución y el papel que desempeñarían en él los trabajadores de vanguardia.
Argumentó que “el Sindicato, como representante de todos los obreros, tenía la doble tarea de representarlos —para cualquier discusión de tipo sindical— y, al mismo tiempo, desarrollar las grandes tareas que es necesario cumplir a cabalidad dentro de la masa obrera”.
Planteó que había dos líneas que era preciso seguirlas hasta el final: “desarrollar la técnica y desarrollar la productividad en el trabajo”; que “el estudio debe ser una de nuestras normas de conducta en el futuro” y garantizó que “vamos a liquidar totalmente el desempleo”, que todavía gravitaba sobre Cuba.
Expuso que el Ministro del Trabajo y los demás compañeros habían hablado de las cosas buenas, pero “a mí me toca hablar de los sacrificios y de las cosas malas”, afirmación que motivó aplausos prolongados, e inmediatamente concretó , entre otras cosas que “necesitamos aumentar la productividad” y uno de los frenos eran algunos de los viejos convenios de trabajo. Agregó que “cuando hay algo que esté frenando nuestro desarrollo, debe decirse y debe llamarse a discutirlo, amplia y abiertamente”.
Señaló que hacía más de un año estaba estudiando las normas de trabajo, y subrayó que era preciso tecnificar el corte y alza de la caña, para lo cual en esos momentos se estaban probando cuatro máquinas.
Reafirmó que otra forma de orientar la productividad era la emulación y que los sindicatos debían tomarla en sus manos como una tarea fundamental del año venidero.
Habló de las asambleas de producción, de la necesidad de los cursos de seguimiento para continuar elevando el nivel de instrucción de los trabajadores; de nuevas industrias, de la sucroquímica, como medio de diversificación de la agroindustria azucarera, de borrar las diferencias entre el trabajo manual y el intelectual y entre la ciudad y el campo, y exhortó a liquidar las clases, a crear la sociedad sin clases, “la sociedad del porvenir”.