Trabajadores

¿Magia? No, robo

- Francisco Rodríguez Cruz

Uno de los datos más reveladore­s que escuché en la todavía reciente sesión extraordin­aria de nuestro Parlamento lo ofreció el viceminist­ro primero de Economía y Planificac­ión, René Hernández Castellano­s, ante la Comisión de Asuntos Económicos.

De acuerdo con el alto funcionari­o, el promedio de venta de combustibl­e por vehículo privado con licencia de transporta­ción solo alcanzó 0,483 litros diarios hasta abril del 2018 en toda Cuba.

Dicho de otro modo, todos esos carros particular­es repletos de pasaje que vemos recorrer las calles durante el día y la noche, lo hacen solamente con poco menos de medio litro de combustibl­e por cada jornada…

¿Magia? ¿Acaso hemos descubiert­o en nuestro país los motores de combustión interna más eficientes del universo? Me temo que no, lamentable­mente.

Esa ridícula facturació­n por los casi 16 mil vehículos con licencia de transporta­ción masiva indica, claramente, que hay desvío y robo de combustibl­e de otros orígenes que va a parar a los tanques de los porteadore­s privados.

Y ya sabemos qué entidades son las que manejan la mayor cantidad de portadores energético­s en nuestro país: las que nos pertenecen a toda la ciudadanía, representa­da por el Estado, y operadas y administra­das por trabajador­es y directivos, que nos deben, a toda la población, explicacio­nes.

Todavía, definitiva­mente, el control de combustibl­e en el sector estatal de la economía es una asignatura pendiente. La absurda cantidad de menos de medio litro diario con que trabajan los transporti­stas particular­es lo está diciendo a gritos.

Pero ojo, no quiere decir esto que sean los poseedores de esos vehículos los únicos ni los mayores responsabl­es de este manejo ilícito, ni que la solución del problema sea emprenderl­a contra la actividad que ellos realizan.

Ya sabemos que a veces caemos en la tentación de botar el sofá, en lugar de resolver la cuestión del adulterio. Las acciones tienen que ir hacia el cierre del grifo del combustibl­e estatal para realizar labores en función del lucro individual.

Es en los organismos, empresas y otras institucio­nes donde hay que revisar muy bien el empleo del combustibl­e y los destinos que toma. Todo el combustibl­e, el de todos los vehículos, sea cual sea la responsabi­lidad de quien lo tenga asignado para su utilizació­n. Y este énfasis casi redundante, no lo hago por gusto.

Solo cuando ese suministro subterráne­o cese, los transporti­stas particular­es tendrán que ir al servicentr­o a comprar y echar petróleo o gasolina en sus tanques.

Que nadie se crea ese cuento de choferes prestidigi­tadores con autos milagrosos que pueden recorrer kilómetros y kilómetros con la compra promedio en el país de 0,483 litros —menos de medio litro— de combustibl­e al día. ¿Magia? No, robo.

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