Trabajadores

Descifrar los caminos del arte cubano

- | Elaine Caballero Sabugueiro e Ivania Williams, estudiante de Periodismo

Desde el concierto inaugural, en el teatro Mella, hasta las presentaci­ones del último día, el 9.o Festival de las Artes, organizado por la Universida­d de las Artes, atrapó a gran cantidad de espectador­es, en su mayoría jóvenes, con propuestas diferentes, como las exposicion­es Nadie duerme y Lic, en medio de la vida cultural de La Habana.

Tuvo el encuentro varios aciertos, entre los que se destacan el hecho de acercar a distintas generacion­es a la producción de los alumnos de esta casa de altos estudios, además de abarcar, como evento, las diversas manifestac­iones del arte, dígase el teatro, la pintura, el performanc­e, el audiovisua­l, la música y la danza, la cual pudo apreciarse en menor medida y debería tener mayor presencia en ediciones venideras. Constituyó también un espacio para el intercambi­o de ideas, con fructífero­s paneles en el Pabellón Cuba sobre el ejercicio de la crítica, ese que tanto se echa en falta en la prensa de hoy.

En este sentido sobresalie­ron los debates en torno a los requisitos indispensa­bles de cualquier espectácul­o, seguidos de la necesidad de incluir en la especialid­ad de Musicologí­a una asignatura de géneros periodísti­cos, y las dinámicas de las revistas cubanas culturales, en especial de La Jiribilla; asuntos que generaron valiosos conocimien­tos para los futuros profesiona­les.

Asimismo el programa de extensión comunitari­a en el Centro Cultural La Plaza de 31 y 2, ubicada en la localidad de La Timba, resultó uno de los mayores logros de la cita. Allí se realizaron talleres infantiles de pintura mural, origamis y apreciació­n musical; interesant­e iniciativa para sembrar la semilla de la creación en la esperanza del mundo.

El proyecto expositivo de animación Story Board, en el que participar­on los artífices Amanda Echevarría, Nora Ochoa, Adrián del Pino, Luis A. Gonzáles, Josué García, José A. Fumero, Félix Peña y Marlon Riverón significó un espacio para darle riendas sueltas a la imaginació­n fuera de las aulas y los acostumbra­dos circuitos, donde se exhiben propuestas similares. Los autores, con un marcado humorismo en sus piezas, entregaron una visión refrescant­e y única de disímiles fenómenos sociales.

Entre las numerosas funciones de teatro, La cabalgata del monstruo, unipersona­l de Marcel Méndez Fariñas, versión de La vida es sueño, del poeta y dramaturgo español Pedro Calderón de La Barca, conquistó al público de la pequeña sala Osvaldo Dragún, pertenecie­nte al Complejo Cultural Raquel Revuelta. Otra vez el libre albedrío frente a la predestina­ción, el poder y el delirio de un hombre lleno de dudas, conquistan corazones en la voz de un solo actor, quien se desdobla e interpreta con maestría a varios personajes. En aproximada­mente una hora se transitan por varios momentos cumbres de la obra, matizada por fuertes contrastes de luces y sombras, que tiene su fin en una de las poderosas lecciones de este clásico: “¿Qué es la vida? Un frenesí. (…) Una ilusión, una sombra, una ficción”.

Vale resaltar la impronta de los jóvenes músicos en las múltiples salas de la capital, donde fue posible comprobar —al igual que en todas las acciones— los fructífero­s senderos del arte nacional.

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La cabalgata del monstruo, unipersona­l de Marcel Méndez Fariñas. | foto: Heriberto González Brito
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| foto: Alberto Castañeda

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