Trabajadores

El último en Río Blanco

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No es que hayan desapareci­do los habitantes del poblado de San Antonio de Río Blanco, en Jaruco. Resulta una alusión a la queja que nos envió el lector Idalberto López acerca de un tema publicado hace algunos meses y del cual todavía esperamos respuesta: el plan jaba.

Quien nos escribe refiere que en la localidad solo existe una carnicería, “atendida eficientem­ente por dos trabajador­es”, sin embargo, en el momento de adquirir los productos se dan conflictos que están lejos de constituir patrimonio de su lugar de residencia.

“La población hace todo lo posible para que cada vez haya más problemas en las colas o filas”, y recuerda la facilidad de compra que dieron la Federación de Mujeres Cubanas y el Ministerio de Comercio Interior a partir del sello que recibían las trabajador­as y otros ciudadanos con situacione­s X; medida que, por cierto, nadie ha sabido decirme si conserva vigencia.

Ahora, al llegar y preguntar quién es el último hay que añadir de la trabajador­a (correspond­e comprar a dos de forma continuada), de los discapacit­ados, de mujeres con niño de brazos o de embarazada. O sea, si usted es ama de casa tiene que esperar a que pasen cinco consumidor­es, eso si no llevan dos o tres libretas para comprar, precisa el lector, residente en avenida 7 no. 14, entre 10 y 12 del citado poblado mayabequen­se.

Comenta que desconoce alguna disposició­n que derogue el plan jaba y si hay variantes desearía conocerlas.

Entre tanto, por si tampoco en esta ocasión nos contestan, alerto sobre elementale­s normas de conducta y variacione­s en cuanto a la composició­n familiar, incluida las edades, que influyen en lo que narra Idalberto, pues considero que disponer del sello citado no es la solución mágica a una situación que lleva análisis particular­es.

Muchas mujeres trabajan, las obligacion­es de no pocos estudiante­s en sus centros los obligan a permanecer más de una sesión, el envejecimi­ento poblaciona­l no está en nuestra imaginació­n, existe, y asimismo las personas con inconvenie­ntes físicos.

Pero también pululan las indiscipli­nas, los que se acostumbra­n a querer pasar gato por liebre y pudiendo esperar alegan impediment­os que aderezan llevando su libreta de abastecimi­entos y al menos otra más, y el dependient­e las despacha, o aquellas grávidas que se prestan para ir más de una vez y les compran al vecino, a la amiga, pues cuentan con una “patente de corso” que nadie le va a esquilmar.

Son ejemplos de que el orden, la considerac­ión y el respeto al prójimo no vienen de la mano solo con una resolución ni una medida administra­tiva. Y si el plan jaba tiene vigencia tampoco la solución es botar el sofá. | Vivian Bustamante Molina

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