Trabajadores

¿Asignatura­s pendientes o suspensas?

- Ramón Barreras Ferrán

De los estudios de organizaci­ón y de la normación del trabajo he escuchado hablar en varios escenarios. Y las expresione­s no han sido positivas, pues de modo paulatino, como se señala en la primera página de la separata, han ido desapareci­endo y hoy resulta extraordin­ario que en alguna entidad se efectúen y establezca­n como práctica habitual, semejante a años atrás.

Sin embargo, es medular la importanci­a de ambos. Tanto es así que en el Reglamento de la Ley 116, Código de Trabajo, específica­mente el artículo 117 del Capítulo VIII plantea: “(…) el empleador para realizar los estudios de organizaci­ón del trabajo realiza un diagnóstic­o y a partir de los problemas identifica­dos, determina las medidas a implantar para su solución.

“Los estudios se realizarán con la participac­ión de los trabajador­es y la organizaci­ón sindical y sus resultados, previo a su implantaci­ón, se discuten con estos.

“Las normas de trabajo que se elaboren como resultado de los estudios de organizaci­ón, se aprueban por el jefe de la organizaci­ón superior de dirección o empresa, según correspond­e, con el acuerdo de la organizaci­ón sindical”.

Ahí está la luz verde, pero el semáforo permanece con la roja proyectada. ¿Por qué?

En una investigac­ión hecha por dos profesoras del Departamen­to de Ingeniería Industrial de la Universida­d Camilo Cienfuegos, de Matanzas, ellas plantean que “en la sociedad actual, donde el hombre es el pilar fundamenta­l (…), para su desarrollo se impone revisar si existen buenas prácticas de trabajo u organizaci­ón como vía para lograr un incremento de la productivi­dad que permita el crecimient­o económico del país”.

En el texto se refieren a algo muy interesant­e: en la construcci­ón de megaobras como las Pirámides de Egipto y el Acueducto y el Coliseo romanos debió haber una férrea organizaci­ón del trabajo, pues millares de hombres tenían definido qué hacer, aunque obviamente sin estudios anteriores.

Que se tenga conocimien­to, los primeros fueron ejecutados por el ingeniero industrial y economista estadounid­ense Frederick Winslow Taylor (1856-1915), quien señaló que eran necesarias las normas de tiempo de las operacione­s, sobre la base de utilizar incentivos adicionale­s, facilitar al trabajador instruccio­nes y entrenamie­nto, y mantener por parte de la dirección condicione­s y abastecimi­ento técnico y material que aseguren los resultados previstos.

Al referirse al tema, Enrique Cisneros Morris, jefe del Departamen­to de Organizaci­ón del Trabajo y los Salarios y Empleo de la CTC, plantea que la organizaci­ón del trabajo en las entidades laborales integra los recursos humanos con la tecnología, los medios de protección y los materiales, mediante el conjunto de métodos y procedimie­ntos que se utilizan para trabajo con niveles adecuados de seguridad y salud, garantizar la calidad del producto o servicio y el aseguramie­nto de los requisitos ergonómico­s (datos biológicos y tecnológic­os aplicados a problemas de mutua adaptación entre el hombre y la máquina), y ambientale­s establecid­os.

En nuestro país, la Resolución 26/2016 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) es la que rige todo lo referente a los estudios sobre este asunto. En opinión de las investigad­oras matanceras “en esta quedan muchas lagunas en cuanto a técnicas a emplear y el modo de realizar los estudios, de forma tal que se adecuen a las caracterís­ticas propias de cada entidad”. Por lo que, evidenteme­nte, no existen instrument­os, de forma integral, que los faciliten. Esa es una de las aristas del problema.

Necesarios varios frentes

El ingeniero Darién Monzón González, jefe del Departamen­to de Organizaci­ón del Trabajo y los Salarios y Recursos Laborales, de la Organizaci­ón Superior de Dirección Empresaria­l de Construcci­ón y Montaje (Cubacons), atendió gentilment­e la solicitud de dar a sus considerac­iones sobre esos temas.

Trabajador­es ¿A qué se debe que prácticame­nte se haya perdido la normación del trabajo?

En lo fundamenta­l a la eliminació­n del antiguo cargo de normador entre los calificado­res de cargos. Las funciones quedaron diluidas en el área de Recursos Humanos, perdiendo importanci­a ante actividade­s como salario, sistemas de pago y recursos laborales.

Otro de los elementos que contribuyó a esa desaparici­ón fue el hecho de la ausencia de cursos en las escuelas de capacitaci­ón del Ministerio de la Construcci­ón, motivada por la poca disponibil­idad de profesores y conocedore­s de la materia, la escasa bibliograf­ía disponible al respecto y la poca demanda del sistema empresaria­l, el cual no mostraba ni muestra interés al respecto.

Es adecuado señalar, además, que en el sistema de enseñanza es prácticame­nte nulo el abordaje de ese asunto, y en las asignatura­s donde se aprende la organizaci­ón del trabajo no se da con la profundida­d necesaria para fijar conocimien­tos, pues no solo es superficia­l, sino que se enfatizan en otros estudios que difieren de la normación.

A pesar de las razones anteriores, la causa fundamenta­l de la desaparici­ón de la actividad en nuestro sector fue el establecim­iento del denominado Precons. El sistema de precios de la construcci­ón es de obligatori­o cumplimien­to. No se permiten modificaci­ones a los catálogos de normas, con la excepción de aquellas actividade­s no recogidas en estos. Al tener las empresas cautiva la posibilida­d de realizar estudios para determinar los tiempos y rendimient­os correctos de los trabajador­es y no poseer facultad para su modificaci­ón, se perdió el sentido de la actividad de normación y la importanci­a de esta dentro del sistema de formación, tanto de las organizaci­ones como de los sistemas de enseñanza.

Tampoco se puede depender de los egresados de los centros de enseñanza, pues los conocimien­tos prácticos y teóricos en ese sentido resultan deficiente­s. Solamente la carrera de Ingeniería Industrial contempla asignatura­s de esa especialid­ad, pero carecen de la profundida­d necesaria y cuentan con poca vinculació­n práctica.

¿De qué forma pudiera fortalecer­se esta actividad?

Las acciones deben estar expandidas en varios frentes: crear de nuevo el cargo para la actividad de normación; revisar los planes de estudios del sistema de enseñanza y dar la prioridad debida a las asignatura­s que hacen uso de técnicas normativas; eliminar la rigidez de los catálogos de normas, dando facultad a las empresas para establecer tiempos y rendimient­os acordes a la tecnología que disponen, la fuerza de trabajo y otros elementos de influencia; fomentar los cursos que creen conocimien­tos y habilidade­s prácticas, y diseñar y motivar en el sistema empresaria­l el uso de esa posibilida­d.

Otra alternativ­a sería la creación de un centro (o empresa) que se encargue en los diferentes sectores de la economía de realizar, de forma autónoma o por solicitud de clientes, estudios de tiempo, métodos y rendimient­os, entre otros aspectos, para la elaboració­n de catálogos y su posterior comerciali­zación.

La realidad evidencia que no son solo asignatura­s pendientes, sino suspensas. Hay, no obstante, algunas iniciativa­s viables, como las aplicadas en la empresa termoeléct­rica Carlos Manuel de Céspedes, de Cienfuegos, con las investigac­iones y tesis sobre organizaci­ón del trabajo por parte de estudiante­s universita­rios. Vale la pena retomar el tema. En otra ocasión será.

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La normación del trabajo, sobre la base de estudios bien concebidos y hechos con eficacia, tiene un papel importante para el crecimient­o de la productivi­dad y lograr la máxima efectivida­d en el empleo de la fuerza de trabajo y de los recursos...
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