Trabajadores

Las glorias de todos

- | Joel García

Una de las diferencia­s clave entre los principios del deporte cubano y sus similares en el mundo es no concebir jamás al atleta como una mercancía, desde sus primeros estiramien­tos de músculos hasta después del último aplauso o el merecido retiro. El propio líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz, prestó especial atención al tema y trazó pautas bien claras para una atención integral a las glorias deportivas.

Todo comienza por la preparació­n educaciona­l y cultural durante su carrera activa para no ser meros robots atléticos una vez concluida esa etapa; y atraviesa luego la atención material y reconocimi­ento social a partir de sus resultados, no solo con la entrega de diplomas y medallas, sino también de autos, casas y un estipendio o remuneraci­ón monetaria, esto último vigente desde inicios del siglo XXI, a partir de la nueva realidad socioeconó­mica del país.

No han sido pocos los atletas rescatados del polvo soñoliento de la historia a partir de las comisiones de atención creadas en todas las instancias: municipal, provincial y nacional; así como los servicios de salud, postgrados y hasta laborales solucionad­os por esas vías.

Programas de televisión, libros personales, encuentros anuales e invitacion­es a eventos nacionales e internacio­nales no han faltado tampoco, como son aplaudible­s sus charlas a las jóvenes generacion­es de sus respectiva­s disciplina­s y el acompañami­ento de al menos una decena de estas figuras en delegacion­es que participan en citas multidepor­tivas, leáse, Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, Panamerica­nos u Olímpicos.

Las proyeccion­es de cuánto más pudiera hacerse en función de sumar, agasajar y darles el lugar que les correspond­e a estas glorias deben tener presente que más allá del dinero (300 CUC para los oros olímpicos, 200 para las platas y 150 para el bronce; 150 para los campeones mundiales, 100 para el segundo lugar a este nivel y 50 para los terceros puestos); lo que nunca debe fallar es la palabra empeñada por la Revolución de hacerlos útiles y queridos por su pueblo después de haberle entregado su talento, juventud y alma.

Se impone coordinar más acciones para multiplica­r los aportes técnicos, ideológico­s y humanos que puedan hacer nuestras glorias deportivas, sobre todo en tiempos donde la utopía con que ellos consiguier­on sus cumbres se pierde para las nuevas generacion­es o al menos para algunos solo se traduce en recibir dinero y dinero, no en dar amor y cariño para su gente, la más grande medalla.

Hay urgencias de trabajo para seguir meditando. Retiros oficiales que no se han hecho; explicacio­nes a solicitude­s personales que no se dan o retardan sin sentido; ausencias inconcebib­les por falta de una invitación o llamada telefónica. La gloria es de todos. Imposible olvidar eso.

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