Magias sobre el Toa
Cuentan pobladores de Baracoa, en Guantánamo, que el verdadero nombre del río más caudaloso de Cuba no es Toa, sino Toar, voz india de origen aruaco, que significa rana o dios de las aguas, con la que nuestros amerindios aludían también el sonido que producen esos anfibios cuando los escuchamos “croar”.
Narran historiadores y estudiosos que esas márgenes hoy inspiradoras de poetas y artistas de la plástica nativos, posibilitaron asimismo el nacimiento del tres, instrumento musical originario de esta zona del oriente cubano.
De igual manera modos lingüísticos, costumbres culinarias y hasta vinos y licores de la pomarrosa —todavía cultivados por quienes habitan sus orillas— tienen la mística del propio río. Incluso, el Diario de Campaña de José Martí por estas tierras, luego de su desembarco en Playitas de Cajobabo el 11 de abril de 1895, narra sucesos de contactos pintorescos con los habitantes de aquellos lares.
Pero el simbolismo del Toa trasciende vocablos, hábitos, tradiciones y el propio devenir de quien vive en sus riberas, mucho más hoy que el mayor de sus puentes entrelaza una historia fraguada por la fraternidad internacional, y por la amistad del pueblo cubano con la República Bolivariana de Venezuela.
La magia tras lo deshecho
Era septiembre del 2016 y el puente de madera sucumbió al embate del huracán Matthew. Al otro lado del declive, a 224,83 metros de longitud quedaron la bodega, el resto de la familia, tierras, animales y hasta la propia casa, el desamparo para 26 asentamientos poblacionales entre ambas orillas con casi 90 mil habitantes.
La envergadura de la obra y su distante ubicación de las industrias constructoras en las dos provincias afectadas determinaron la instalación en el entorno de la carretera de una planta de asfalto y un molino de áridos, en aras de facilitar la reconstrucción de casi la totalidad de los rústicos pasaderos sobre el río.
Hasta ese lugar acudieron miembros de la Brigada Internacional Cívico Militar de Rescate y Asistencia Humanitaria Simón Bolívar, de Venezuela, así como fuerzas y especialistas cubanos del Ministerio de la Construcción, la Empresa Constructora Integral 17 perteneciente a Holguín, y otras fuerzas de Santiago de Cuba, Granma, Guantánamo, Las Tunas y Matanzas.
Pavimento, drenaje soterrado, revestimiento de talud, capas de rodamiento y otras labores se requirieron para volver a levantar la estructura de 11 metros de ancho con 11,88 metros sobre el nivel del mar, pero ahora con 4,5 metros más respecto a la armazón de madera anterior y el doble de distancia entre sus apoyos.
Una tipología de construcción ingeniada por los venezolanos a fin de terminar la obra aguas adentro con probada resistencia a la acumulación de restos de vegetación entre sus sostenes, fusionó la estructura metálica con las bases de concreto reforzado en la carretera más nororiental del país.
Parecían confabularse con el huracán las inclemencias del tiempo con crecidas del río que mantuvieron a los constructores varados por un período de hasta 10 días; demoras de los barcos para llegar al puerto de Moa; atrasos de vigas y otros materiales necesarios.
Sin embargo, la colosal inversión estuvo lista en aproximadamente un año y medio (abril de 2017-julio de 2018). Ante los ojos atónitos de sus pobladores se levantó lo que parecía imposible, y que ahora disfrutan como “lo más grandioso de la infraestructura vial guantanamera”. Claro, sin olvidar el majestuoso viaducto de La Farola, ubicado también en esta zona del archipiélago.
Un misterio tejedor de sueños
Remembranzas de los más viejos baracoenses y moenses parecen conservar para siempre el secreto de todo aquello que se erige sobre las aguas del Toa. Las muchas veces que los pobladores remendaron el viejo puente de madera luego de la embestida de la naturaleza. Anécdotas de los balseros trasladando personas y todo tipo de productos de un lado al otro y de aquel día de 1960 cuando Fidel pasó por allí en dirección a Moa y obsequió motores para las falúas.
Tres décadas de vida hubiera tenido el más grande puente sobre el río Toa de no haber cedido a las furias de Matthew. El de hoy no solo ayuda a olvidar los días tristes y difíciles, también contribuye a proyectar estrategias para potenciar el desarrollo turístico de la ciudad de Baracoa y el del Parque Nacional Alejandro de Humboldt, Patrimonio Cultural de la Humanidad desde el año 2001.