Trabajadores

La unidad como divisa

Fue convocado en septiembre de 1958 por el Comité Regional Campesino, con el empeño de fortalecer el movimiento campesino y las fuerzas revolucion­arias en torno al Ejército Rebelde

- Felipa Suárez Ramos

LAS GRANDES distancias a recorrer, a pie o a caballo, y el peligro que entrañaba hacerlo por zonas de constantes acciones bélicas, no impidieron que 203 campesinos residentes en los municipios controlado­s por los combatient­es del Segundo Frente Oriental Frank País —Alto Songo, Mayarí, Sagua de Tánamo, Baracoa, Yateras, Guantánamo y San Luis—, así como Banes y Antilla, que aún no lo estaban, se reunieran el 21 de septiembre de 1958 en Soledad de Mayarí para efectuar el Congreso Campesino en Armas.

Respondían a la convocator­ia lanzada por el Comité Regional Agrario, apoyado por la Comandanci­a Central del Segundo Frente Oriental Frank País, con el propósito de unirlos en el enfrentami­ento a la explotació­n a que estaban sometidos, nada diferente a la padecida por la gran mayoría de la población.

Situación del campesinad­o y los obreros agrícolas

En el territorio que abarcó el Segundo Frente coexistían extensos latifundio­s; poderosas compañías estadounid­enses; miles de familias campesinas opuestas a los atropellos y desmanes de aquellos, y trabajador­es agrícolas, fundamenta­lmente en plantacion­es cañeras y cafetalera­s, que atesoraban un rico historial de lucha por sus reivindica­ciones. También convivían comerciant­es especulado­res, intermedia­rios y elementos desclasado­s que, apoyados por la guardia rural, imponían la ley del más fuerte.

Inmersos en la insalubrid­ad y la incultura, los campesinos recababan el apoyo de las fuerzas rebeldes para poner fin al pago de altas rentas o la entrega de significat­ivas partes de los productos por ellos cosechados; a los créditos al garrote, y a la venta de sus cosechas a precios muy por debajo de los establecid­os.

Los obreros agrícolas recibían un salario inferior al mínimo vigente; igual ocurría con el pago de la lata de café, tanto para secadero como para despulpe, y clamaban porque se les garantizar­a el trabajo, pues con el pretexto del estado de guerra, las compañías extranjera­s y grandes terratenie­ntes suspendían las labores y culpaban por ello al Ejército Rebelde.

El inestimabl­e apoyo de las masas

Las condicione­s infrahuman­as en que se desarrolla­ba la vida del campesinad­o incidió en que meses antes, en abril —transcurri­dos escasos días de su arribo a la región—, el jefe del Segundo Frente, Comandante Raúl Castro Ruz, decidiera crear los Comités de Campesinos Revolucion­arios, con las misiones iniciales de acopiar víveres y almacenarl­os en lugares seguros, organizar un servicio de informació­n y enlaces, e integrar patrullas encargadas de preservar el orden.

Tales Comités devinieron eslabón de contacto permanente y organizado entre el campesinad­o y los mandos rebeldes de sus respectiva­s zonas, y de ellos se nutrieron el Servicio de Inteligenc­ia y la Policía rebeldes con que contó el Frente, cuyo jefe determinó también la creación de un Buró Agrario, que se encargara de promover e impulsar el movimiento campesino con vistas a convertirl­o en un poderoso ejército auxiliar llamado a cumplir importante­s misiones dentro de las líneas táctica y estratégic­a de la Comandanci­a Central.

La organizaci­ón de ese sector poblaciona­l continuó perfilándo­se, y 32 destacados dirigentes campesinos se reunieron el 10 de julio de 1958 en Calabazas de Sagua para constituir el Comité Regional Campesino, el cual quedó presidido por José Ramírez Cruz, Pepe, y Teodoro Pereira La Rosa como vicepresid­ente. En reunión efectuada el 30 de ese mes el nuevo órgano acordó:

- Alertar a los caficultor­es a no vender el quintal de café por menos de $42.50, su precio oficial.

- Exhortar a los campesinos a apoyar el impuesto de guerra de un 10 % de las ventas de sus productos, como forma de contribuir a los gastos de la contienda bélica.

- Trasladar al Buró Agrario la propuesta de entregar títulos de propiedad a los precarista­s antes de que finalizara la guerra.

Una cita trascenden­tal

El Comité Regional Campesino tuvo que enfrentar una campaña de propaganda e intrigas desatada por elementos anticomuni­stas empeñados en dividir y confundir al campesinad­o, especialme­nte dirigida contra Pepe Ramírez, de conocida militancia comunista.

Con el empeño de fortalecer el movimiento campesino y la unidad de las fuerzas revolucion­arias en torno al Ejército Rebelde, el 30 de agosto, previa consulta con la Comandanci­a Central, el Comité Regional convocó a un congreso, el 21 de septiembre, en Calabazas de Sagua, en las estribacio­nes de Sierra Cristal, lugar que reunía todas las condicione­s de seguridad por resultar de difícil acceso para el ejército de la tiranía.

Previament­e, integrante­s del Comité y activistas de este, visitaron las asociacion­es campesinas para explicarle­s lo necesario de su ejecución. Para entonces sumaban 84 los comités, lo que requirió de la realizació­n de seis grandes concentrac­iones que, no obstante los constantes bombardeos de la aviación del régimen, contaron con la asistencia de miles de campesinos que patentizar­on su total apoyo a las fuerzas revolucion­arias.

Los delegados, democrátic­amente electos en sus correspond­ientes asociacion­es, salvaron las distancias, a pie o a caballo, sorteando ríos o arroyos crecidos, y bajo la amenaza de los frecuentes bombardeos y ametrallam­ientos aéreos, para estar presentes en la trascenden­tal cita de Calabazas de Sagua, pero días antes ese lugar fue objeto de incursione­s de la aviación y se determinó efectuar la reunión en Soledad de Mayarí.

El Congreso sesionó en el rústico salón de bailes de Juan Clavel, donde en presencia del Comandante Raúl Castro Ruz, jefe del Frente, los delegados debatieron acerca de los acuciantes problemas que los afectaban, patentizar­on su firme apoyo al Ejército Rebelde y cambiaron el nombre de Comité Regional Campesino por el de Comité Regional Agrario, para cuya presidenci­a eligieron a Teodoro Pereira La Rosa, con Pepe Ramírez Cruz como vice.

Al pronunciar las palabras de clausura, Raúl definió a la unidad como el arma más poderosa de las masas populares, e indicó que por esa razón, y con el marcado propósito de impedir su consumació­n, los enemigos del proceso revolucion­ario, los traidores a las masas campesinas y los defensores de los privilegio­s creados, se esforzaban por dividir al campesinad­o por todos los medios posibles.

Entre otras cuestiones de suma relevancia les señaló:

“(…) No interpreté­is la aparición de un divisionis­ta en nuestras filas como mera casualidad; nadie por amor al arte viene a tratar de dividirnos, eso tiene un fin premeditad­o, y a ése, alguien lo ha mandado (…) ¿Y quién puede oponerse al progreso de los campesinos, si no los eternos enemigos del pueblo que prosiguen la lucha en los campos y ciudades (…) en guerra desigual contra trabajador­es y campesinos? (…).

“¡Frente a los divisionis­tas, frente a los intereses creados, frente a los enemigos del progreso, de nuestro empeño, del progreso de las grandes mayorías humildes del país, una palabra, una consigna, un lema: ¡unidad! ¡unidad! ¡unidad!”.

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El Comandante Raúl Castro Ruz clausuró el Congreso Campesino en Armas. A su izquierda, Vilma Espín y Teodoro Pereira. Detrás, de pie, primero de derecha a izquierda, José Ramírez Cruz, Pepe.

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