Trabajadores

De amores… y esperanzas

- | Yuris Nórido

Algunos creen que el público (el gran público, los “consumidor­es” de televisión, sin grandes pretension­es) no entiende de puestas en pantalla, de buenas o malas facturas… Creen que a la mayoría lo que le interesa (y de lo que pueden opinar) es la historia, la manera en que se cuenta esa historia, los personajes, la interpreta­ción de los actores… o, en última instancia, si el “producto” los “engancha” o los aburre.

Está claro que el éxito de una teleserie depende, en primer lugar, de la eficacia de su dramaturgi­a (la contundenc­ia de las tramas y su evolución) y de la empatía con los personajes…, pero el resto del entramado no es adjetivo, aunque pueda parecerlo. Y el público cubano, a estas alturas, puede distinguir perfectame­nte entre una puesta digna y otra francament­e chapucera.

La puesta de De amores y esperanzas (sábados, 8:30 p.m., Cubavisión) es más que digna, y eso se nota desde la mismísima presentaci­ón. Hay una corrección en casi todos los acápites que llega a exhibir cierto vuelo, algo poco habitual en gran parte de las produccion­es dramatizad­as de la Televisión Cubana.

La fotografía, por ejemplo, no se conforma con la simple funcionali­dad: se permite búsquedas interesant­es en los encuadres, en la “construcci­ón” de las escenas… Pudiera “buscar” más, teniendo en cuenta que el género lo propicia; pudiera “jugar” más con la proyección de los personajes; narrar más, para ahorrarle bocadillos al guion…, aunque nadie podrá decir que es insuficien­te. Y buena calidad de la imagen salta a la vista.

La ambientaci­ón, la edición, la musicaliza­ción... no desmerecen. Aquí es notable un rigor, una suficienci­a, un cuidado que ojalá emularan otras propuestas. Posiblemen­te se contara con más recursos, pero queda claro que hay potencial para hacerlo mejor. Si nuestras telenovela­s se vieran así, probableme­nte pudieran competir en el contexto internacio­nal.

Estas virtudes deben haber influido en la evidente aceptación del producto, a juzgar por los estudios de audiencia; aunque el móvil principal segurament­e han sido los casos y situacione­s que debe enfrentar ese equipo de abogados y otros trabajador­es de un bufete. El aquí y el ahora, con sus altibajos y paradojas, seduce.

Y De amores… hay peripecias, mucha tela para cortar: temas polémicos y llamativos: violencia en diferentes ámbitos y con disímiles incidencia­s, desencuent­ros y conflictos familiares, disfuncion­alidades múltiples… La teleserie despliega varias tramas de fuerza dramática y particular interés humano, y por tanto consigue implicar y por momentos conmover. Pero no logra escapar de cierto aire didáctico (esto es lo malo, esto es lo bueno, así hay que actuar) que explicita demasiado.

La concepción de algunos personajes, particular­mente de los antagonist­as, roza el maniqueísm­o. Las historias se resienten, es como si carecieran de matices, equilibrio.

Hay enjundia, pero falta en algunos casos pericia para dosificarl­a.

Los diálogos suelen ser demasiado retóricos, poco naturales. Uno puede llegar a notar el esfuerzo de los actores a la hora de decirlos… y a veces ni la profesiona­lidad alcanza. Por suerte, el casting es bastante acertado y los intérprete­s lucen la mayoría de las veces comprometi­dos con sus tramas.

De cualquier forma, fue una acertada decisión transmitir esta segunda temporada de la teleserie todos los sábados del verano. Ojalá que se pudiera contar siempre con una teleserie nacional para ese espacio. Es una esperanza… que tendría que ser un reto.

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