USA e Israel, alianza entre lobos
La decisión del presidente Donald Trump de cancelar todos los fondos que proporcionaba Estados Unidos a la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) y su propuesta de integrar a Palestina en una confederación con Jordania, plan urdido con Israel, corroboran la gran influencia que ejerce el lobby judío en la política exterior norteamericana.
A tal grado se manifiesta esta dependencia que el Knesset (Parlamento israelí) suele proyectarse como una extensión del Congreso de Estados Unidos, mientras la Mossad y la CIA, fraguan de conjunto su estrategia de inteligencia para el Oriente Medio.
Esta suspensión del aporte estadounidense a la UNRWA, por un monto de 125 millones de dólares, afectará a millones de refugiados palestinos y sus precarias condiciones de vida. Es otra de las presiones sobre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para que acepte retomar las conversaciones de paz con Israel, estancadas hace más de 20 años en un callejón sin salida.
En diciembre pasado Trump anunció la determinación de recortar en más de 200 millones de dólares la ayuda financiera a la Franja de Gaza, la cual se encuentra al borde de una crisis humanitaria, con graves afectaciones en la alimentación, la educación y la salud, servicios que está ha cargo de la UNRWA, agencia creada en 1949 para la atención a los refugiados palestinos.
Si durante la presidencia de Barack Obama no se registraron avances sustanciales para la solución del conflicto israelo-palestino, en la administración Trump ha habido una regresión, evidente en la justificación y respaldo a las criminales acciones del ejército sionista en los territorios palestinos ocupados, y en el veto permanente a toda resolución de condena de Naciones Unidas a su fiel aliado sionista.
El traslado de la embajada de EE. UU. de Tel Aviv a Jerusalén y el cierre de la Oficina de la Organización para la Liberación de Palestina en Washington, rubrican también la falta de voluntad política de la Casa Blanca para reconocer el derecho de Palestina a tener un Estado soberano e independiente, con Jerusalén Este como capital, y para garantizar el retorno de sus cerca de 6 millones de refugiados.
Tales hechos, según Mahmud Abbas, presidente de la ANP, han obligado a suspender los contactos con Estados Unidos por la pérdida de su papel de mediador en el conflicto.
El líder palestino ha revelado, además, que a través del asesor especial y yerno de Trump, Jared Kushner, y el mediador estadounidense Jason Greenblatt, la Casa Blanca le propuso integrarse en una confederación con Jordania como fórmula para solucionar el más prolongado conflicto del Oriente Medio, engendro rechazado tanto por la ANP como por el Reino Hachemita jordano.
Para los palestinos todas estas nefastas maniobras realizadas de común acuerdo entre los Gobiernos de Estados Unidos e Israel, pretenden eliminar su justa causa y perpetuar la ocupación militar.
La alianza entre Estados Unidos e Israel acumula una larga data y quedó consolidada en 1967 con el total respaldo del Gobierno norteamericano a Tel Aviv durante la denominada Guerra de los Seis Días, en que el régimen judío ocupó la Península egipcia del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén y las Alturas del Golán sirias, circunstancia que permitió recrudecer la represión hacia los palestinos y la colonización de sus históricos y genuinos territorios.
El incremento de la violencia israelí, la complicidad de Occidente y la ineficacia de Naciones Unidas en hacer cumplir sus resoluciones en demanda del retiro de Israel hacia las fronteras pactadas en junio de 1967, así como el derecho de los refugiados palestinos a regresar a su patria, constituyen los mayores obstáculos en la solución de este cruento diferendo, cuya única opción para el pueblo palestino es mantener su heroica lucha contra el ocupante extranjero.
A pesar de que Palestina se encuentra ahora mismo en el blanco de las acciones de Estados Unidos, no se puede olvidar que los objetivos de la alianza Washington-Tel Aviv rebasan ese territorio y se expanden a Irak, Siria, el Líbano, Yemen e Irán.