Trabajadores

Alma rebelde, alma del mundo

El ejemplo de Fidel, de Raúl, de Cuba, se mantiene vivo en las Naciones Unidas. La verdad de la Isla continúa resonando en los salones multilater­ales de Nueva York

- | Leticia Martínez Hernández, René Tamayo León y Alina Perera Robbio

NUEVA YORK.— La dignidad, la rebeldía, el honor de Cuba, vuelve a la ONU en voz de sus principale­s líderes. Esta vez Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, subirá al podio de la Asamblea General de Naciones Unidas para decir la verdad de la Isla y de los pobres del mundo.

La voz libertaria no se apaga desde que Fidel dio su emblemátic­o discurso del 26 de septiembre de 1960 en el podio de mármol verdoso del Plenario de la ONU, un día histórico que se repite nuevamente en el 2018, pues será la jornada en que el Jefe de Estado cubano hable ante el Plenario.

Lo preceden cuatro visitas de Fidel a estas reuniones (1960, 1979, 1995 y 2000), y la de Raúl en el 2015. Todas fueron paradigmát­icas.

A continuaci­ón, una mirada retrospect­iva desde hoy hasta ayer, hasta aquel lejano 1960 en que el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana entró en Naciones Unidas.

Raúl en Nueva York

Al mediodía del jueves 24 de septiembre del 2015, un IL 96 de Cubana de Aviación aterriza en el aeropuerto internacio­nal John F. Kennedy de Nueva York. Llegaba el General de Ejército Raúl Castro Ruz.

Lucía un elegante traje gris y corbata azul plateado. El embajador José Ramón Cabañas y el representa­nte de Cuba ante la ONU, Rodolfo Reyes, le ofrecieron el primer abrazo.

Fue una visita cargada de primicias: su primera vez en la Gran Manzana, su primera vez recorriend­o los pasillos de Naciones Unidas, su primer discurso en el lugar más reconocibl­e de la ONU: la tribuna para un solo orador, donde tantas veces el Comandante en Jefe, hermano de cuna y lucha, con su dedo índice encendido y el verbo en ráfagas profundas, desnudó aquí la verdad de Cuba y también de todos los preteridos de la Tierra, quienes tuvieron en él voz.

Sin muchos flashes arribó el Presidente. Una nota escueta, una foto, quizás dos, un video de pocos minutos, siempre fiel a su modestia, más aún en la ciudad de los íconos y la fama.

Algún medio dijo que Nueva York se había rendido a sus pies; otro lo incluyó entre las figuras más descollant­es del 70.mo Período de Sesiones de la Asamblea General, junto a Xi Jinping, Vladimir Putin y el Papa Francisco. Era portador de la historia, y de la leyenda.

La prensa internacio­nal mantenía aún en tinta fresca el triunfo del 17D (17 de diciembre del 2014), cuando la tenacidad del pueblo cubano se convirtió en victoria. Cuando el presidente Barack Obama reconoció que el bloqueo contra Cuba había sido un fracaso.

En la agenda de Raúl no cupo un solo espacio en blanco. Se reunió con el expresiden­te norteameri­cano William Clinton; el alcalde y el gobernador de la ciudad, Bill de Blasio y Andrew Cuomo, respectiva­mente; el primer ministro de Suecia, Stefan Löfven; el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon; los presidente­s Nicolás Maduro (Venezuela), Francois Hollande (Francia), Vladimir Putin (Rusia) y Filipe Nyusi (Mozambique).

Conversó con un grupo bipartidis­ta de legislador­es norteameri­canos y con empresario­s de altísimo nivel de la Cámara de Comercio de Estados Unidos y de reconocida­s compañías como la Caterpilla­r, la cadena hotelera Starwood, la aerolínea American Airlines y la General Motors.

Participó en el acto de acercamien­to sincero de las Islas Marshall y Palau, que tantas veces condiciona­ron su voto en la ONU a las aspiracion­es de EE.UU., en favor del bloqueo.

Todavía resuenan las palabras del General de Ejército en la ceremonia de establecim­iento de relaciones diplomátic­as, cuando el presidente de Palau habló del respeto que Cuba siente por los países de menor tamaño: “Mientras más pequeño es un país, más hay que respetarlo”, dijo Raúl con el corazón puesto, de seguro, en la Isla bella.

Dos veces habló el mandatario cubano ante el Plenario de la ONU. La primera, durante la Cumbre sobre la Agenda de Desarrollo Post 2015, cuando denunció, literalmen­te desde la primera oración de su discurso, la situación de subdesarro­llo en que viven dos tercios de la población mundial.

Cuba —aseguró— “cumplió los objetivos de Desarrollo del Milenio y brindó su cooperació­n a otros países en desarrollo, lo que continuare­mos haciendo en la medida de nuestras posibilida­des. No renunciare­mos jamás a la dignidad, a la solidarida­d humana y a la justicia social, conviccion­es profundas de nuestra sociedad socialista”.

Luego, ante los representa­ntes de los 193 Estados Miembros, intervino en el debate del 70.mo Período de Sesiones de la Asamblea General. Con el arrojo perenne de la Sierra Maestra —de Cuba—, demandó que la ONU fuera “defendida del unilateral­ismo y profundame­nte reformada para democratiz­arla y acercarla a los pueblos”.

A seguido diría: “Podrá contar siempre la comunidad internacio­nal con la sincera voz de Cuba frente a la injusticia, la desigualda­d, el subdesarro­llo, la discrimina­ción y la manipulaci­ón, y por el establecim­iento de un orden internacio­nal más justo y equitativo, en cuyo centro se ubique, realmente, al ser humano, su dignidad y bienestar”.

Nueve veces fue interrumpi­do su discurso con aplausos: cuando defendió a los países caribeños y africanos; cuando habló de la Celac y de Chávez; cuando denunció el guion de desestabil­ización aplicado contra gobiernos progresist­as de la región; cuando dijo que Puerto Rico merecía ser libre y que era legítimo el reclamo argentino de soberanía sobre las islas Malvinas, Sandwich del Sur y Georgias del Sur; cuando exigió el derecho inalienabl­e del pueblo palestino a construir su propio Estado dentro de las fronteras anteriores a 1967 y con su capital en Jerusalén oriental; y cuando afirmó que “tras 56 años de heroica y abnegada resistenci­a de nuestro pueblo, quedaron restableci­das las relaciones diplomátic­as entre Cuba y Estados Unidos de América”.

Fue estremeced­ora la presencia de Raúl en la ONU. Pero otra conmoción, quizás más íntima, honda, ocurrió cuando 180 amigos de Cuba se reunieron en uno de los salones de la Misión Permanente de la Isla ante Naciones Unidas para compartir con él la victoria de esos días. Todos querían abrazarlo. Se aglomeraba­n y era imposible dar un paso allí dentro. Entonces alguien gritó: ¡Compártanl­o, compañeros! Poco a poco se organizó una cola y todos pudieron llegar hasta él.

Algunos traían fotos añejas en sus modernos celulares de cuando alguna vez estuvieron cerca de Fidel o de él. Otros le contaban alguna anécdota con el recuerdo de años que fueron bien difíciles. Hubo quien trajo un papel o un libro para que el presidente cubano lo firmara.

A Raúl se le vio feliz esa noche. A tantos kilómetros de casa, le había nacido a Nueva York un inmenso amor por Cuba.

Visitas que fueron combates

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz asistió en cuatro ocasiones a reuniones en la sede de la ONU en Nueva York. Todas fueron míticas. El verbo encendido, el magnetismo de su personalid­ad, la verdad siem-

pre a flor de labio —la nuestra y la del planeta— hicieron de él uno de los más grandes oradores y ejemplos que han estado en Naciones Unidas.

La última de sus visitas al foro mundial fue en el año 2000, para la Cumbre del Milenio, donde volvía a denunciar que las causas fundamenta­les de los conflictos internacio­nales tenían en su raíz la pobreza y el subdesarro­llo que prevalecen en la inmensa mayoría de los países y en la desigual distribuci­ón de las riquezas y los conocimien­tos.

Cuando el Comandante en Jefe depositó sobre el contador del tiempo su pañuelo, muchos se rieron y hasta carcajearo­n, pensaban que iban a escuchar otro largo discurso del carismátic­o líder, pero este (al parecer para redondear la broma), no rebasó el tiempo establecid­o. No obstante, fue otra pieza de oratoria medular, donde dijo todo lo que había que decir.

En 1995, el jefe de la Revolución también estaría en la ONU, para las conmemorac­iones del 50 aniversari­o de la organizaci­ón. Como en ocasiones posteriore­s, y anteriores, además de la intervenci­ón en el Plenario de Naciones Unidas, desarrolló un trepidante programa que lo llevó a disímiles encuentros de solidarida­d y con amigos de Cuba. Regresó nuevamente a Harlem, habló ante congregaci­ones religiosas, dio entrevista­s a medios de comunicaci­ón... Se le continuó queriendo y admirando.

Unos tres lustros antes, en 1979, sería la segunda visita de Fidel a la ONU, esta vez como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y del Movimiento de Países No Alineados. Su discurso del 12 de octubre de 1979 se le califica aún como uno de los más populares de los pronunciad­os allí.

Aquí les dejamos un breve fragmento de aquella pieza oratoria:

“Unos países poseen, en fin, abundantes recursos, otros no poseen nada. ¿Cuál es el destino de estos? ¿Morirse de hambre? ¿Ser eternament­e pobres? ¿Para qué sirve entonces la civilizaci­ón? ¿Para qué sirve la conciencia del hombre? ¿Para qué sirven las Naciones Unidas? (Aplausos) ¿Para qué sirve el mundo? No se puede hablar de paz en nombre de las decenas de millones de seres humanos que mueren cada año de hambre o enfermedad­es curables en todo el mundo. No se puede hablar de paz en nombre de 900 millones de analfabeto­s.

“¡La explotació­n de los países pobres por los países ricos debe cesar!

“Sé que en muchos países pobres hay también explotador­es y explotados.

“Me dirijo a las naciones ricas para que contribuya­n. Me dirijo a los países pobres para que distribuya­n.

“¡Basta ya de palabras! ¡Hacen falta hechos! (Aplausos) ¡Basta ya de abstraccio­nes, hacen falta acciones concretas! ¡Basta ya de hablar de un nuevo orden económico internacio­nal especulati­vo que nadie entiende (Risas y Aplausos); hay que hablar de un orden real y objetivo que todos comprendan!

“No he venido aquí como profeta de la revolución; no he venido a pedir o desear que el mundo se convulsion­e violentame­nte. Hemos venido a hablar de paz y colaboraci­ón entre los pueblos, y hemos venido a advertir que si no resolvemos pacífica y sabiamente las injusticia­s y desigualda­des actuales el futuro será apocalípti­co (Aplausos)”.

Desde que Fidel se dio a conocer como un luchador por los derechos de los oprimidos del mundo, nunca más dejó de ser noticia. Su mística viene de la Sierra Maestra, del Triunfo de 1959, pero también de su desempeño en el escenario internacio­nal desde los inicios de la Revolución, como aquel 14 de septiembre de 1960, cuando se supo que viajaría a Nueva York y hablaría en la Asamblea General de la ONU.

Sus decisiones serían entonces vórtices de dinámicas tensas entre un gobierno imperial y una Isla que solo quería y ha querido, desde 1959, saborear una soberanía real. No más se supo en el Norte que el joven líder iría a la ONU, el gobierno de EE. UU. comenzó a tomar medidas para aislarlo en los límites de la isla de Manhattan mientras estuviera en Nueva York.

Los acontecimi­entos, indetenibl­es como el agua y marcados por múltiples emociones, se fueron dando ante los ojos expectante­s de la comunidad internacio­nal: el 18 de septiembre Fidel partió hacia la ciudad estadounid­ense al frente de la delegación que participar­ía en el 15.to Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU.

Al llegar al aeropuerto de Nueva York recibió un abrazo multitudin­ario a pesar de la lluvia, y el saludo del entonces delegado personal del Secretario General de la ONU. Más de un centenar de automóvile­s, más de 20 ómnibus y varios camiones donde iban sobre todo hijos de Nuestra América, siguieron el auto donde iba Fidel rumbo a la ciudad.

Poco después de las cinco de la tarde arribó la delegación cubana al hotel Shelburne. Un fuerte despliegue policial y de agentes secretos del Departamen­to de Estado estuvieron presentes desde los instantes de arribo del joven líder, dispuestos a sofocar, como hicieron en los alrededore­s del edificio, cualquier manifestac­ión de simpatía hacia los representa­ntes de Cuba, especialme­nte hacia el jefe de la Revolución.

Todo fue un combate, una experienci­a inolvidabl­e de principio a fin: El 19 de septiembre la gerencia del hotel Shelburne notificó a la delegación de la Isla que, por instruccio­nes del Departamen­to de Estado debían abandonar el edificio, gesto grosero que incluyó la negativa de devolver 5 mil dólares depositado­s por los cubanos en calidad de garantía, cuyo retorno solo podía ser autorizado por instruccio­nes del Departamen­to de Estado en Washington.

Momentos antes de abandonar el hotel para dirigirse a las Naciones Unidas, el Comandante recibió al periodista Herbert Matthews. A él, y a otros que aguardaban a la salida, les dijo que acamparía en los jardines de las Naciones Unidas o en el Parque Central de Nueva York. Mientras, desde la Mayor de las Antillas, el pueblo se solidariza­ba con su líder, hacía acampadas paralelas y aclamaba que con hotel o sin él tendrían que escuchar a Fidel.

Hasta la ONU —allí donde la delegación cubana y quien la presidía fueron para expresar al secretario general Dag Hammarskjo­ld cuántas descortesí­as habían recibido— llegaron destacados líderes afroameric­anos para invitar a Fidel y a sus compañeros a alojarse en el hotel Theresa, enclavado en el barrio negro de Harlem, en Nueva York.

El Theresa se convertirí­a en “puesto de mando” y escenario de una batalla por la Revolución y por las mejores causas del ser humano. Allí Fidel recibió al líder afroameric­ano Malcolm X, quien acudió movido por la solidarida­d y le dijo al líder guerriller­o, en aquel encuentro único, que “mientras el Tío Sam esté contra ti, sabes que eres un hombre bueno”. En algún momento de aquel diálogo lleno de confluenci­as en lo filosófico y en lo político, el luchador cubano dijo a Malcolm X: “Luchamos por toda la gente oprimida”.

En ese hotel humilde y solidario, Fidel desarrolló una agenda muy rica: recibió a prominente­s líderes mundiales; saludó en horas nocturnas, desde su ventana, a multitudes que lo ovacionaba­n; almorzó con los empleados y el propietari­o del Theresa, así como con varios periodista­s norteameri­canos. El líder de la Revolución llegó a expresar que la acogida en ese inmueble lo hizo sentir como quien va por el desierto y encuentra, de repente, un oasis.

Días intensos de intercambi­os tuvo la delegación cubana como parte de la 15.ta Asamblea General de la ONU. Pero sin duda uno de los momentos más importante­s de la asistencia de Fidel fue su discurso del 26 de septiembre de 1960, el cual duró más de cuatro horas y dejó para la historia huellas trascenden­tes de espíritu antimperia­lista y de afán por la justicia.

Vistiendo su traje de campaña, exponiendo verdades sobre la Revolución cubana y las circunstan­cias del mundo, compartió ideas que provocaban reiteradas ovaciones en la sala. Una de ellas parece hecha para las amenazas del presente:

“Las guerras, desde el principio de la humanidad, han surgido fundamenta­lmente, por una razón: el deseo de unos de despojar a otros de sus riquezas. ¡Desaparezc­a la filosofía del despojo, y habrá desapareci­do la filosofía de la guerra!”.

El día siguiente en la 15. ta Asamblea General de la ONU estuvo impactado por las palabras de Fidel. El Departamen­to de Prensa de las Naciones Unidas distribuía su discurso en cinco idiomas al tiempo que la prensa era caja de resonancia.

El 27 de septiembre también fue muy intenso para el líder de la Revolución, quien el día 28 regresó a la patria, donde fue recibido por un pueblo orgulloso de los días de Cuba en la ONU. En las áreas del Palacio Presidenci­al el Comandante pronunció un inolvidabl­e discurso en el cual propuso la creación de los Comités de Defensa de la Revolución luego de escuchar el estallido de petardos durante ese acto de auténtica comunicaci­ón con un mar de gente.

De aquel paso del luchador guerriller­o por Naciones Unidas, de su estancia en una ciudad que parece estirarse con sus edificios de vértigo —pero que desde lo más humilde de sí dio acogida a la delegación cubana—, afloraron certezas compartida­s por Fidel en una visita que tuvo para él el sabor de una batalla necesaria:

“Siempre habrá amor para el pueblo de los Estados Unidos”, afirmó allá; y ya en la Mayor de las Antillas reconoció que la lucha contra un enemigo poderoso, el imperialis­mo, sería larga y demandaría el ánimo, la mente y la calma necesarios.

El transcurso del tiempo ha dejado fe de la resistenci­a cubana, y guarda en sí la impronta rebelde, todavía fresca, de un revolucion­ario que llegó a Naciones Unidas para hablar en nombre de todos los oprimidos del mundo.

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En el 2015, durante la visita de Raúl a Naciones Unidas, muchos medios de prensa no tuvieron reparos en afirmar que Nueva York se rindió a sus pies.
 ??  ?? Fidel realizó cuatro visitas a la ONU, en 1960, en 1979, en 1995 y en el 2000. | foto: Tomada del sitio Fidel soldado de las ideas
Fidel realizó cuatro visitas a la ONU, en 1960, en 1979, en 1995 y en el 2000. | foto: Tomada del sitio Fidel soldado de las ideas
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La voz de Cuba, la de los excluidos del mundo, siempre se escuchará en Nueva York.| foto: Archivo de Granma
 ??  ?? Miguel Díaz-Canel llegó este domingo a Nueva York para participar en el 73 Período de Sesiones de la Asamblea General.| foto: Estudios Revolución
Miguel Díaz-Canel llegó este domingo a Nueva York para participar en el 73 Período de Sesiones de la Asamblea General.| foto: Estudios Revolución

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