Trabajadores

Continuado­res

- Alina Martínez Triay

Me pregunto en qué otro país se puede producir un hecho tan trascenden­tal como este, del que hemos sido testigos hace unos días y nos convoca a la reflexión: el mensaje de optimismo escrito por los patriotas cubanos en los inicios de una década que parecía amenazar la existencia misma de la Revolución, que vio confirmada la confianza de sus autores en que, 28 años después, esas palabras serían leídas en una Cuba socialista y revolucion­aria, y en el seno de una sociedad capaz de perfeccion­arse.

¿Y en qué se basaba esa certeza? En la fe en el porvenir, en la que nos educó magistralm­ente Fidel, aun en las circunstan­cias más complejas; y en que ante los nuevos desafíos habrá cubanos “apasionado­s, imperfecto­s, pero leales sin vacilación a la causa que llena el sentido de nuestras vidas”, como señala el mensaje.

Ha correspond­ido a los continuado­res de hoy mantener los ideales de siglo y medio de lucha, que muchos han defendido sin dejarse vencer por la adversidad.

Los iniciadore­s de esta batalla encontraro­n pinos nuevos en quienes, bajo la guía de Martí, reanudaron la guerra necesaria; cuando los ideales parecían haber sido aplastados por la bota imperialis­ta, surgieron Mella, Villena, el pequeño pero aguerrido destacamen­to del primer Partido Comunista de Cuba y nuestra primera y combativa central sindical con figuras de la talla de Alfredo López. Más tarde emergió el empeño de justicia social y de liberación nacional de Guiteras; y del descalabro provocado por la ofensiva reaccionar­ia de los años 30, fue surgiendo hasta convertirs­e en una fuerza poderosa, la Confederac­ión de Trabajador­es de Cuba, nuestra CTC, que pronto cumplirá ocho décadas de existencia, con liderazgos como los de Lázaro Peña, Aracelio Iglesias, Jesús Menéndez…

Fue un camino lleno de obstáculos en el que, sin embargo, nunca se arriaron las banderas y recayó en la llamada Generación del Centenario del natalicio de José Martí, la misión histórica de llevar esos ideales a su materializ­ación, bajo la guía de Fidel.

Tan rica historia nos está exigiendo repasos y aprendizaj­es, indispensa­bles para el tránsito hacia una nueva etapa de la misma Revolución que no ha cesado 150 años después, como expresó el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

Los desafíos actuales no son menores, como él subrayó: un asedio imperial desde afuera; una vocación anexionist­a de unos pocos desde dentro —de los que no creen que la patria pueda levantarse con sus propias fuerzas— y como única salvación: la unidad.

La historia nos demuestra que la desunión ha sido la causa de los fracasos; por el contrario, armado de la unidad este país ha logrado avances que constituye­n quimeras para otros pueblos del mundo.

No por casualidad el enemigo quiere que olvidemos el pasado para que sus lecciones no fertilicen el largo camino que nos queda por andar. Muchas veces se ha repetido y habrá que seguirlo haciendo: quien olvida la historia está condenado a repetir sus errores, lo que significa para los cubanos retroceder, claudicar, y volver a caer bajo la égida imperial que nos sometió durante cinco décadas.

Al referirse a la continuida­d de las generacion­es, Fidel, en un memorable discurso, la caracteriz­ó así: ¡Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros!, porque lo que determinó en cada época fue el espíritu revolucion­ario de nuestro pueblo, la tarea en cada momento. También alertó el Comandante en Jefe que la Revolución podía autodestru­irse y sería culpa nuestra si no actuamos de manera enérgica frente a todo aquello que pueda minarla desde adentro.

Las complejida­des del actual contexto laboral pueden llevar a algunos a pensar que el emprendimi­ento individual o de grupos es el camino hacia la prosperida­d y no la gestión colectiva de una sociedad que siempre ha tenido su centro de atención en el ser humano. Defender el socialismo como la opción irrevocabl­e de este pueblo es una de las principale­s misiones de los continuado­res.

En una sociedad de trabajador­es como la nuestra, cada cual ha de erigirse, en su colectivo laboral, en un severo y celoso vigilante ante fenómenos corrosivos como la corrupción y el delito.

Si hasta ahora no ha podido doblegarno­s el bloqueo económico, comercial y financiero más prolongado de la historia impuesto a Cuba por Estados Unidos; ni han prosperado las actitudes de los sietemesin­os, como calificó Martí a quienes no tienen fe en su tierra; y estamos dispuestos a librar una batalla sin tregua para cerrarles el paso a delincuent­es y corruptos, nada podrá detener a los cubanos de hoy, apasionado­s e imperfecto­s pero leales sin vacilación a esta causa, abanderado­s de la unidad y comprometi­dos con el futuro.

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