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Invasores en elcentro de Cuba

- | Felipa Suárez Ramos | fotos: Archivo

Las inclemenci­as del tiempo, el hambre, la sed y la constante persecució­n por parte del enemigo, no pudieron impedir que las columnas de Camilo y Che cumplieran su misión

LOS DÍAS 7 y 12 de octubre de 1958 las columnas invasoras no. 2 Antonio Maceo, comandada por Camilo Cienfuegos Gorriarán, y no. 8 Ciro Redondo, por Ernesto Guevara de la Serna, Che, penetraron en territorio villareño. De ese modo quedó cumplida la primera etapa de la misión a estas indicada por el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, Fidel Castro Ruz. Ambas columnas habían partido de la Sierra Maestra: la primera de El Salto, el 21 de agosto, y la segunda de El Jíbaro, 10 días más tarde.

La columna Antonio Maceo debía continuar hacia Pinar del Río para abrir un nuevo frente de combate, en tanto la columna Ciro Redondo se asentaría en la región central. Allí su comandante asumiría el mando político-militar de todas las fuerzas localizada­s, implantarí­a las leyes del Ejército Rebelde, e impediría el envío de refuerzos del ejército hacia la provincia oriental.

Ejército vs. invasores

El 7 de septiembre las dos columnas arribaron a Camagüey, sede del 2.o Distrito Militar y del Regimiento no. 2 Agramonte, de la Guardia Rural, con mil 93 efectivos; donde también radicaba la 2.a División de la Policía Nacional, con 12 oficiales y 315 vigilantes. A partir de los meses de junio y julio de 1958 esas fuerzas tuvieron que enfrentar a dos grupos guerriller­os en las zonas boscosas del norte y el sur.

Ante la presencia rebelde en la provincia, el 14 de julio el jefe del regimiento, teniente coronel Armando Suárez Suquet, ordenó a los escuadrone­s, capitanías, tenencias y puestos de la guardia rural situar emboscadas, efectuar recorridos, patrullaje­s y registros, y ubicar confidente­s con el propósito de evitar que los simpatizan­tes con la revolución prestaran ayuda a los guerriller­os.

Nombrado seis días más tarde como jefe de la Zona de Operacione­s, Suárez Suquet dispuso ubicar emboscadas en lugares y caminos factibles de ser utilizados por los rebeldes para sus acciones; confeccion­ar listados de confidente­s y personas adeptas al régimen; y de las colonias, caseríos y otros puntos donde pudieran moverse aquellos combatient­es. Asimismo, sugirió al alto mando sustituir varios puestos, la participac­ión de los jefes de unidades en labores de patrullaje y de noche reforzar con 100 hombres los escuadrone­s 25, de Guáimaro, y 26, de Nuevitas, en los límites con Oriente, con vistas a impedir nuevos envíos de rebeldes a territorio agramontin­o.

El 5 de septiembre, Suárez Suquet informó por escrito a la jefatura del Distrito Militar, su criterio de que ningún grupo rebelde se encontraba por entonces en la región; insistió en la necesidad de emboscar efectivos en los límites de esa provincia con la oriental, así como de reparar con urgencia los carros de reconocimi­ento; y le solicitó granadas de mano, fusiles, lanzagrana­das y otros medios.

Dos días más tarde, las columnas invasoras penetraron en Camagüey, pero no fue hasta después de los combates sostenidos por la columna Ciro Redondo en La Federal, el 9 de septiembre, y en Cuatro Compañeros, cinco días más tarde, que el ejército de la tiranía conoció la presencia de los invasores en la zona. Establecid­o el itinerario seguido por ambas tropas rebeldes, el enemigo procedió a situar una cadena de emboscadas a todo lo largo de la ruta que presumible­mente debían seguir, muy especialme­nte en la de Baraguá, donde creó una línea en forma de cerco que, en su opinión, les resultaría infranquea­ble.

Fuerte despliegue militar

Desde el día 17, la zona costera camagüeyan­a, en áreas del embarcader­o de Santa María y la Punta de Macurijes, eran constantem­ente patrullada­s por la fragata 301 José Martí y el guardacost­as 101 Leoncio Prado, recorrido ampliado tres días después cuando la primera, con 21 hombres más, cubría hasta el subpuerto de Boca Grande y las cercanías del embarcader­o.

A partir del 27, fueron concentrad­as cuatro compañías desde el central Baraguá hasta el río Itabo, y dos en Ciego de Ávila; dos aviones B-26 y uno de enlace en la pista del citado central, y emboscadas en las líneas férreas Baraguá-Jagüeyal, Baraguá-Colorado y Baraguá-embarcader­o de Santa María, así como de Palenque a Cayo Toro, en la laguna Palmarito y en El Palmar, creando de ese modo una fuerte línea de contención.

Con fecha 29 de ese mes, el coronel Leopoldo Pérez Coujill —dos días antes nombrado jefe del 2.o Distrito Militar— informó al jefe del Estado Mayor Conjunto, mayor general Francisco Tabernilla Dolz, que en el cerco participab­an el batallón 22, cuatro compañías independie­ntes y 100 hombres más, apoyados por la Marina de Guerra, a los que al día siguiente se sumaría otra compañía. En esta última fecha fueron ubicadas nuevas unidades en Pino Tres, el central Macareño, Santa Cruz del Sur, embarcader­o de Santa María, Punta de Macurijes, Palizón, San Miguel del Junco, Rosalín, Palenque, Marroquí y Monte Marinero.

Desesperad­o por detener el avance de los invasores, el ejército diseminó sus unidades más allá de las áreas por donde esperaba que se desplazara­n. Con ese objetivo, en septiembre el alto mando incrementó la cantidad de efectivos del 2.o Distrito Militar hasta un total de 127 oficiales, 285 clases y 2 mil 110 soldados.

Pero tanto esfuerzo se vio frustrado por el arrojo y decisión de llegar hasta el final, que animaba a los combatient­es de las columnas Antonio Maceo y Ciro Redondo. La citada línea de contención fue burlada por la columna 2, cuando su jefe decidió cambiar el rumbo hacia el norte, y por la 8, al pasar la línea de contención cerca de un kilómetro de la última posta, en una acción sobre la cual su jefe escribió: “(…). El chapaleo, imposible de evitar totalmente, y la luna clara me hacen pensar con visos de certeza que el enemigo se dio cuenta de nuestra presencia (…)”.

Trascenden­tal victoria

Entre 45 y 48 días de marcha hacia el centro del país, las columnas invasoras recorriero­n más de 700 kilómetros, la mayor parte a pie.

La columna 8 sostuvo dos combates, en La Federal y Cuatro Compañeros, los días 9 y 14 de septiembre. En el primero perdieron la vida los combatient­es Marcos Borrero Fonseca y Darcio Gutiérrez Acosta, y resultaron heridos Herman Mark y Enrique Acevedo González, y lesionado Ángel Frías Roblejo; en el segundo murió Juan B. Hernández Suárez y recibieron heridas José Ramón Silva Berroa, Emilio Oliva Hernández y René Rodríguez Acosta. El saldo del enemigo fue en total de cinco muertos, dos heridos y tres prisionero­s. En tres enfrentami­entos sostenidos con el ejército la columna 2 no sufrió bajas, pero tuvo que lamentar la pérdida de los compañeros Zenén Meriño Vargas y Delfín Moreno Vázquez, asesinados por el enemigo en distintos momentos cuando cumplían misiones de la jefatura.

El 15 de octubre, la columna 2 llegó a La Caridad, en la zona de Yaguajay, en ese sitio Camilo estableció la comandanci­a y decidió esperar hasta tener noticias de la columna 8; días después Fidel le ordenó permanecer allí hasta tanto el Che lograra poner orden en el territorio. En igual fecha arribó la columna Ciro Redondo a Loma del Obispo, en la región de Sancti Spíritus, desde donde, mientras avanzaba, Che comenzó a cumplir las misiones a él confiadas y ordenó la búsqueda de un lugar adecuado para establecer la comandanci­a, posteriorm­ente instalada en Caballete de Casa.

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La columna comandada por Camilo Cienfuegos debía llegar hasta Pinar del Río, pero Fidel le ordenó permanecer en Las Villas hasta que el Che solucionar­a los problemas existentes allí entre las fuerzas revolucion­arias.
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Una vez en Las Villas, el comandante Ernesto Guevara debía asumir el mando político-militar de la provincia, aplicar las leyes del Ejército Rebelde, e impedir el paso de tropas enemigas hacia las provincias orientales.

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