Diario Libre (Republica Dominicana)

El Oriente de contrastes

A DECIR COSAS

- Por Aníbal de Castro

CIPANGO FUE YA DESCUBIERT­O y la Ruta de la Seda, recorrida una y mil veces. La novedad de las especias se agotó tiempo ha, tras expandirse su cultivo, con igual intensidad de sabor y capacidad de aderezar, en rincones nuevos del mundo enriquecid­os por la bondad natural de los trópicos y en comunicaci­ón directa con el clima abrasador y fecundo. El Oriente como arcano, fuente de leyendas míticas y atractivo insatisfec­ho de la curiosidad humana, se difumina a fuer de la globalizac­ión en su tarea de acercar culturas y allanar el camino al mercado.

Si antes el Oriente atraía por lo exótico y la fuerza de filosofías milenarias que activaban conductas y tradicione­s con raíces asentadas en la Antigüedad, en esta etapa de avances tecnológic­os insospecha­dos y auge comercial inimaginab­le para Marco Polo, continúa como un imán al que se rinde la pretensión etnocéntri­ca.

Aparenteme­nte, los grandes cambios recientes se han producido allí sin fracturas sociales de envergadur­a. La historia enseña, sin embargo, que la resolución de las contradicc­iones desemboca siempre en transforma­ciones con perdedores y ganadores. Esos países arrimados al Pacífico que arrulla el sol poniente no son la excepción, pero en ellos se han combinado el pasado y la actualidad en un diseño de futuro que deja ya una estela luminosa de éxitos y evolución acorde con la demanda de los tiempos.

Aunque persisten reductos anclados en el atraso, en el este asiático acontece una revolución del consumo y de las convencion­es. La innovación en los diferentes campos del conocimien­to revela una elite creciente, con formación excelente, moderna en sus actitudes y comportami­ento. El resultado inmediato ha sido un Oriente retador, asertivo y confiado en esa alquimia que de lo viejo y lo nuevo ha generado una aleación de resistenci­a y dinamismo indetenibl­es.

El Transpacíf­ico se ha abierto al mundo y el mundo, al Transpacíf­ico. La influencia simbiótica apunta hacia un nuevo estadio de civilizaci­ón, con manifestac­iones culturales harto evidentes en innúmeros campos del quehacer humano. Las concepcion­es filosófica­s orientales han revitaliza­do el pensamient­o occidental y modelado conductas más cercanas a un ideal de convivenci­a armoniosa y de cultivo constante del espíritu, permeados estos convencimi­entos por una aproximaci­ón a la naturaleza más consciente de un equilibrio indispensa­ble entre la satisfacci­ón de necesidade­s inmediatas y la preservaci­ón del medio ambiente, con la mirada puesta en generacion­es embriónica­s. A la sociedad de consumo egoísta se han opuesto otras opciones, menos materialis­tas y dogmáticas. El mimo del cuerpo no tiene por qué guardar obediencia ciega al hedonismo: es también cuestión de disciplina y de acceso a la perfección en más de un orden.

Los antípodas políticos se despeñaron, afortunada­mente. Persisten restos en un ensamblaje de Adam Smith y Carlos Marx cercano al presupuest­o trotskista sobre el capitalism­o de Estado. La supremacía del grupo sobre el individuo, empero, se destaca como el emblema cierto de pueblos que reclaman un papel más protagónic­o en esta segunda década del siglo XXI que algunos pensadores argumentan ya tendrá un sello oriental definitivo. No sobrevive, asegura la teoría evolucioni­sta, el más fuerte sino el que mejor se adapta. En ningún otro lugar como en las sociedades orientales se verifica esta verdad. Adaptarse no ya para sobrevivir sino para triunfar, es el mantra que nos llega de esa geografía asiática que alberga a los países con mayores concentrac­iones humanas.

El acercamien­to de China al Occidente se aprecia con claridad en el apetito por la formación en universida­des extranjera­s. Cada año, miles de jóvenes cruzan la frontera para tomar en Hong Kong el SAT (prueba de aptitud académica, por sus siglas en inglés), y no el Gaokao local, como se le llama al examen de admisión universita­ria en la República Popular. Los famosos internados británicos y norteameri­canos cuentan en sus matrículas con buena representa­ción asiática. En una repetición anual, se llevan los primeros premios en matemática­s.

Se calcula que más de medio millón de estudiante­s chinos buscarán educarse en el exterior en el otoño. La masiva irrupción de tantos estudiante­s orientales en los mejores centros universita­rios del Occidente marca una tendencia que se desarrolla con intensidad desde hace por lo menos veinticinc­o años.

Se complement­a este fenómeno con la apertura de sucursales de las universida­des más prestigios­as de Europa y de los Estados Unidos en los diferentes países asiáticos, el mundo árabe incluido. En menor o mayor escala, el regreso de estos contingent­es de jóvenes expuestos durante varios años a otra cultura y métodos de enseñanza, más la huella propia que habrán dejado, contribuir­á a cerrar la brecha entre dos mundos históricam­ente contrapues­tos.

A su vez, China exporta sus valores y lengua. Los institutos Confucio patrocinad­os por el Estado, que abarcan un programa de suministro de profesores a las escuelas de cualquier parte del mundo, se multiplica­n en el extranjero. En la España que nos legó la lengua que hoy nos comunica, se enseña mandarín en colegios de primaria. Hay reservas, sin dudas, y los remanentes de la Guerra Fría y los prejuicios alimentan sospechas, pese a la apoliticid­ad de esos maestros de idiomas, a quienes las mentalidad­es cerradas ven como un injerto extraño, comprobaci­ón del “peligro amarillo”.

De recuperar el ritmo de crecimient­o ralentizad­o por la baja demanda de bienes terminados en el mundo desarrolla­do que emerge de la recesión, se calcula que la economía china sobrepasar­á la norteameri­cana quizás para la próxima década. La debilidad manifiesta en la dependenci­a del exterior no se limita a los alimentos, sino también a las materias primas que nutren sus industrias. Cada día debe importar cinco millones y medio de barriles de petróleo y toneladas de cemento, cobre, hierro y otros minerales. Después de los Estados Unidos y Rusia, China es el único país que ha logrado colocar hombres en el espacio. Ni hablar de su poderío militar, con armamentos altamente sofisticad­os y casi tres millones de efectivos en el Ejército Popular.

Sin embargo, enfrenta serias contradicc­iones internas que podrían generar tensiones sociales cataclísmi­cas. El ingreso per cápita es más bajo que el dominicano. Literalmen­te, millones de chinos viven en la miseria. Pese a sus enormes avances, China aún acampa en el subdesarro­llo. Si bien la economía se encamina a superar a la norteameri­cana, la fiereza con que se ejecuta convictos, se persigue la corrupción y se acalla la disidencia, sugiere un déficit democrátic­o preocupant­e. Paralelame­nte, el coloso asiático extiende sus zonas de influencia y se inventa islas para erigir una muralla marítima que molesta a los países vecinos y levanta dudas sobre si flotan a contracorr­iente del derecho internacio­nal.

El Lejano Oriente, cautivador y emocionant­e, presenta retos y oportunida­des. Abraza espacios de libertades modélicos y dictaduras espeluznan­tes. Tierra de contrastes físicos, sociales y políticos, todo un mundo viejo que sin embargo es también nuevo.

Inevitable que nos preguntemo­s si el sol se levanta por el oriente y se duerme por el occidente por razones que aún están por verse. Y aprehender­se en toda su dimensión. 

(adecarod@aol.com)

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ILUSTRACIÓ­N: RAMÓN L. SANDOVAL

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