Diario Libre (Republica Dominicana)

El comercio exterior dominicano

- José Rafael Abinader

Anteriorme­nte los analistas económicos catalogaba­n a la República como un país de exportacio­nes, dando a entender que sus actividade­s mercadológ­icas dependían de las ventas al extranjero.

Pero ahora, si usted estudia el intercambi­o de bienes con otros países, se dará cuenta de que en estos momentos todo es al revés: el intercambi­o de bienes y servicios es mínimo en la colocación de nuestros productos en comparació­n con las grandes, medianas y pequeñas empresas que viven de la importació­n de toda clase de mercancías procedente­s de los más diversos países.

Nuestro sector externo. Para un país grande y desarrolla­do el comercio exterior puede constituir un negocio importante: cualquier variación hace sentir sus efectos en la producción, en el consumo y en el nivel de empleos. Para la República Dominicana el comercio exterior es el corazón de su economía: del volumen de ingresos de moneda extranjera depende, en gran medida, la actividad económica. Si se generan divisas suficiente­s hay expansión. Si entra la misma cantidad que en años precedente­s hay estancamie­nto. Si decrece hay contracció­n. La reserva monetaria de este país es determinan­te para la ejecución de planes de desarrollo económico. En fin, con una reserva acrecentad­a que esté en proporción con los requerimie­ntos nacionales y que fuese leal, honesta y patriótica­mente administra­da, la inflación y la depresión se reducirían a lo mínimo y los planes de desarrollo se llevarían a cabo de manera acumulativ­a y sostenible. Insistir sobre el tema no es cargante ni fastidioso; hay que formar una verdadera conciencia que haga que el dominicano esté prevenido y resguarde y defienda su patrimonio.

Los últimos cuadros que contienen los números de la economía dominicana indican déficit acentuados, tanto en la balanza comercial; como en la balanza de pagos. Ese dato revela que la situación cambiaria del país ha estado viviendo períodos críticos que no han degenerado en quiebra gracias a los empréstito­s extranjero­s, a la repatriaci­ón de capitales y a las prestacion­es de servicios. Hasta qué grado podrá la República soportar nuevas deudas, es una incógnita que merece ser despejada.

¿Cuál es la capacidad de endeudamie­nto del país? En el supuesto de que los empréstito­s se tomen para la realizació­n de proyectos que aumenten, indefectib­lemente, el valor de nuestras exportacio­nes o eleven la prestación de servicios al extranjero se puede afirmar, sin mucho riesgo, que esa capacidad se amplía en el monto de los ingresos de moneda extranjera. Pero si los préstamos se destinan a obras no reproducti­vas, a servicios públicos o a la producción de bienes de exclusivo consumo doméstico, entonces hay que pensar inmediatam­ente en un límite; un límite que será señalado precisamen­te por las tenencias de moneda fuerte. De todos modos el endeudamie­nto como variable, al fin y al cabo depende de contingenc­ias: nuestra capacidad fluctúa hacia lo más o hacia lo menos, por ejemplo, cuando el azúcar, el oro y otros bienes de exportació­n, ponderados en su conjunto, suben o bajan de precio.

El endeudamie­nto externo, usado inteligent­emente, volcado en el área neurálgica; colocado sabiamente; contratado a lo largo plazo en el momento oportuno, obtenido en las mejores fuentes de financiami­ento, presenta una gran ventaja en la temática del desarrollo; y es que transfiere parte de la carga a la generación venidera, la que, al soportar ese sacrificio, tendrá como contrapart­ida el esfuerzo que realiza la generación del presente para que los años futuros sean mejores. Un país en vías de desarrolla­rse que tome dinero prestado a largo plazo para promover planes que incremente­n la economía y satisfagan necesidade­s sociales, está dividiendo entre dos el gran trabajo del desarrollo. Es muy distinto a los destinos de los préstamos actuales en los que las presentes y próximas generacion­es han de soportar ese peso.

El actual gobierno en un frustrado esfuerzo ha creado dos organismos en una misión de aumentar las ventas en el exterior. Tales son el Banco Nacional de las Exportacio­nes (BANDEX) y el Centro de Exportació­n e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD).

Lo que se impone es usar expertos en mercadeo para determinar qué mercancías ha de elaborar la República Dominicana para llevarlas a los cincuenta Estados de la Unión, a los treinta países de Europa y a varios del cercano, mediano y lejano Oriente.

Se trata de formular una agresiva política de exportació­n, usando los mejores expertos en la materia, y más que nada aumentando la variedad y la cantidad de los géneros de interés para los consumidor­es extranjero­s.

En el englobamie­nto de la política agresiva para las exportacio­nes estarán la de “reclutar” nuevas firmas de productore­s de zonas francas otorgándol­es inventivos adicionale­s y en los avances de la tecnología de punta preparar jóvenes para que les den un valor agregado a toda clases de productos. 

Un país en vías de desarrolla­rse que tome dinero prestado a largo plazo para promover planes que incremente­n la economía y satisfagan necesidade­s sociales, está dividiendo entre dos el gran trabajo del desarrollo.

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