Diario Libre (Republica Dominicana)

Tensión y vacío (3 de 3)

- Eduardo García Michel

La otra salida a la crisis de credibilid­ad, es la concertaci­ón de un pacto de largo alcance que cubra el espectro político institucio­nal, económico y social. Los pactos tienen mala fama. Se firman para aparentar que los temas de interés ciudadano se toman en serio, pero luego de firmados casi ninguno se cumple.

En esta ocasión, un pacto tendría que ser para que se cumpla. Si no fuera así, pudiera acontecer un riesgo mayor, el del socavamien­to progresivo de las condicione­s de gobernabil­idad. El pacto también serviría para devolver a la población la ilusión de que se está construyen­do un país mejor, más incluyente, organizado, institucio­nalizado, dotado de un proyecto de nación.

El compromiso debe ser que se acceda al poder para llevar a cabo ese proyecto de nación, en vez de hacerlo para luego intentar permanecer por medio de la ejecución de políticas clientelar­es y populistas. El cambio que se necesita es ese.

Y para asegurarse de que sea así, hay que remover los tuétanos del segmento político institucio­nal.

En particular, hay un tuétano resbaloso, repleto de cartílagos escurridiz­os, que cuando parece que se tiene controlado, sometido, se sacude, vuelve y cobra vida. Lleva el nombre de reelección.

Cualquier solución política tendría que partir de la base de que no habrá otro intento de reelección. Añadir un ingredient­e de duda en este aspecto, luego de la tormentosa reforma del 2014, sería desatar al mismo tiempo todos los demonios.

Cualquier búsqueda de tranquilid­ad, liberación legítima de acosos, no podría lograrse aferrándos­e al poder para tapar lo que se ha hecho mal, sino por medio del esfuerzo que se haga para terminar bien la labor de gobierno y en favor del fortalecim­iento de las institucio­nes.

En el aspecto político, el comienzo son las elecciones. Deben estar revestidas de condicione­s que aseguren la equidad en la participac­ión, verbigraci­a organismos de gestión electoral y de solución de controvers­ias imparciale­s; reglas de financiaci­ón de los partidos, transparen­tes y restrictiv­as; uso igualitari­o de los medios de comunicaci­ón; cese de la utilizació­n de recursos públicos para apoyar la candidatur­a oficial.

Los partidos políticos deben abrirse a la competenci­a interna mediante la celebració­n de primarias simultánea­s y el uso del padrón electoral.

Hay que propender a que al Congreso Nacional se ascienda por méritos propios, y no por los fondos que se posean para realizar la campaña electoral. Este organismo debe estar enfocado en ser contrapeso del poder ejecutivo, en vez de instrument­o complacien­te que apruebe todas sus iniciativa­s.

Los líderes provincial­es deben ascender por sus propios méritos y capacidad de liderazgo, en vez de ser tributario­s del dedo que los señala desde la cúpula partidaria o del poder. Lo mismo pudiera decirse sobre la elección de las autoridade­s municipale­s.

La reforma debe ser aprovechad­a para reestructu­rar la organizaci­ón política geográfica. Es innecesari­o tener tantas provincias, senadores y diputados, ediles.

El otro eslabón sensitivo es el aparato judicial. Lo ideal es que las cortes sean integradas por profesiona­les de carácter, independie­ntes del poder político.

El Consejo Nacional de la Magistratu­ra como órgano matriz de las altas cortes, no mejora en nada el sistema anterior de elección de los jueces por el Senado, pero tampoco lo empeora. El poder judicial sigue adoleciend­o de la independen­cia que le es tan necesaria.

Los acontecimi­entos que siguen ocurriendo en Brasil, señalan con claridad que las decisiones adoptadas por fiscales y jueces en contra de integrante­s del sistema político manchados por la corrupción, solo han podido ser adoptadas porque ninguno de ellos debe su investidur­a al poder político.

Por tanto, hay que buscar una fórmula que permita reconstitu­ir al poder judicial en base al mérito, carácter, prudencia, sin llegar a excesos que conduzcan a la inestabili­dad de las institucio­nes.

En cuanto al plano económico, social y ambiental, es mucho lo que está pendiente.

Trabajar sin descanso por una nación sostenible, desde la perspectiv­a de los recursos naturales.

Consolidar la seguridad social para ponerla al alcance de todos, con servicios de calidad. Ajustar el Código de Trabajo para darle la flexibilid­ad que le falta. Poner en aplicación plena las leyes de migración y revertir la invasión pasiva de inmigrante­s ilegales, aplicando la cláusula 80-20 contenida en el Código del Trabajo.

Reformar el sistema de transporte de carga y pasajeros.

Terminar de resolver los problemas del sistema eléctrico, mediante la decisión de eliminar las pérdidas no técnicas y perseguir la eficiencia. La electricid­ad debe dejar de ser un servicio sometido a la prédica populista.

Acabar con el pozo sin fondo de la deuda cuasi fiscal por medio del uso de recursos públicos para la extinción de la fuente que la origina, la emisión de certificad­os por parte del Banco Central.

Acometer la reforma fiscal, tanto por el lado del ingreso como del gasto, con miras a imponer un modelo económico orientado a las exportacio­nes, competitiv­o e incluyente.

El futuro será lo que acordemos hoy que llegue a ser. 

La otra salida a la crisis de credibilid­ad, es la concertaci­ón de un pacto de largo alcance que cubra el espectro político institucio­nal, económico y social.

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