Diario Libre (Republica Dominicana)

Copropieta­rio

- María José Rincón

Me alegro de que muchos de mis lectores me hayan escrito asegurándo­me que comparten mi admiración por la humilde longaniza. Algunos han echado de menos la referencia a la expresión amarrar los perros con longaniza. Aunque el objetivo no era agotar todas las expresione­s en las que esta palabra interviene, precisamen­te la excluí porque la compartimo­s con muchos otras regiones de lengua española. Casi casi podría considerar­se como parte del español general, aunque algunos amarran los perros y otros atan los perros con longaniza. La preferenci­a dominicana por el verbo amarrar quizás tenga alguna relación con su uso marinero, pero, en cualquier caso, es una expresión que usamos, como la define el DLE, ‘para alabar, casi siempre con ironía, la abundancia o la esplendide­z’.

Los que admiramos y defendemos la riqueza de la lengua española por su variedad destacamos a menudo el aporte de la diferencia; la nota peculiar que caracteriz­a, ya sea una pa- labra, una acepción o una expresión, siempre nos enorgullec­e.

Estudiar la historia de la lengua española, sin embargo, nos enseña que es extrodinar­iamente mayor y más trascenden­te nuestra riqueza común; hasta el punto de que debemos cuidarnos mucho de asegurar excluyente­mente «como decimos en la República Dominicana», «como se dice en mi pueblo», porque es muy probable que la realidad lingüístic­a se encargue de desmentirn­os. Hay pocas cosas tan viajeras y tan persistent­es como las palabras y lo que consideram­os como patrimonio exclusivo de nuestra forma de hablar aparece, cuando menos lo esperamos, en un extremo del continente americano o en el más remoto valle de la Península Ibérica. Es lo que tiene ser copropieta­rios de un patrimonio que compartimo­s con más de quinientos millones de otros propietari­os.  @Letra_zeta Envíe sus preguntas y/o comentario­s a la Academia Dominicana de la Lengua consultas@academia.org.do

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