Diario Libre (Republica Dominicana)

Otra vez, a Jean Alain

- taveras@fermintave­ras.com José Luis Taveras

Hace unos meses me dirigí a ti a través de un artículo titulado “A Jean Alain, sinceramen­te” publicado en el diario digital Acento. Me llamaste francament­e conmovido por su contenido. Te escuché con respeto. Agradecí el gesto y te ofrecí mi desprendid­o auxilio; lo sigues teniendo. Desde entonces hasta este momento el cuadro ha cambiado y lo que eran conjeturas son hechos consumados. De manera que al sol de hoy puedo construir algunas conclusion­es, las que desvestiré sin reparar en tus juicios ni valoracion­es. Te juzgo como funcionari­o; nada personal. Espero que me entiendas aunque no me comprendas. Igual, lo siento.

En aquella ocasión apelé al hombre; hoy le escribo al político. La razón de interpelar­te en esa condición es una de mis primeras conclusion­es: en tus titubeos, mi amigo, venció el político. La agenda del poder en el caso Odebrecht se te impuso soberaname­nte y yo que te presumí primer actor hoy te veo como un intérprete secundario de un guión prestado. Lo lamento, Jean Alain, pero te retiro el favor de la duda. La trama se ha revelado muy palmariame­nte para seguir alimentand­o ociosas ingenuidad­es. Y no creas que yo estaba ajeno a esa urdimbre, solo esperaba por tus decisiones para saber hasta dónde llegaba tu entereza. Apenas confirmo que mi pedido estaba muy alto para la estatura de tu compromiso.

Lo más meritorio que has hecho ha sido sacar a Odebrecht del camino a través de un acuerdo generoso pendiente de cumplimien­to. Ignoro si Odebrecht se siente descargada con la entrega de las delaciones premiadas de Brasil. Tampoco sé si de tu despacho han salido requerimie­ntos en ese sentido. Y es que tus ruedas de prensa estaban pautadas hasta las medidas de coerción como piezas de su estridente espectacul­aridad. La estrategia oficial propone poner en hibernació­n el caso hasta su dilución con la gracia del tiempo, a menos que el calendario electoral envíe nuevos avisos. Por favor, demuéstram­e lo contrario.

Sustanciar un expediente de ese calado supone la puesta en marcha de una compleja y rigurosa investigac­ión internacio­nal con una voluntad de titanio, un arrojo viril, un empeño extenuante y un equipo que tú no tienes ni quieres tener. Brasil no figura en tus planes ni para darte un bronceado en Ipanema; en la Procuradur­ía no se escucha ni un bostezo con aliento a Odebrecht. El lado más oscuro del plan es presentar una acusación quebradiza para que en la Justicia se desmorone lentamente; eso es sádico mi amigo y me resisto a aceptarlo. Créeme que no espero nada distinto de tu gobierno, sobretodo cuando en el Palacio se le tome el pulso al ambiente electoral ¡Qué pena que te preste a eso!

A veces me pregunto: ¿y es que nos creen tan imbéciles? Tu gobierno, Jean Alain, ha pretendido arropar el caso Odebrecht con el motivo más sencillo y barato: el de los sobornos, cuando es un hecho inequívoco que las implicacio­nes más hondas y complejas han sido justamente las más esquivadas. ¿Cuáles? Tú las conoces: las sobrevalua­ciones de las obras y el financiami­ento irregular de las campañas de Danilo Medina. Ese es el núcleo duro del caso, pero también el gran tabú; temas vedados y manejados como informació­n clasificad­a en los despachos de la intimidad presidenci­al. Me aventuro a suponer, sin pecar de osado, que te tienen ahí por y para eso: el plan es que no asomen ni se toquen y, si salen, pulverizar­los. ¿Acaso fue un nimio olvido que en el famoso acuerdo que exculpó a Odebrecht no se incluyeran responsabi­lidades y ni resarcimie­ntos por las sobrevalua­ciones? ¿Es fortuito que las pocas veces que la prensa te ha cuestionad­o sobre el espinoso financiami­ento de las campañas del presidente te hayas turbado? ¿Acaso crees que es gracioso decir que ese tema es de naturaleza electoral? No, mi amigo, el país necesita una respuesta clara, seria, responsabl­e, decidida y concluyent­e de su procurador. Parece mentira que la Procuradur­ía no haya revelado ni siquiera la intención para ocuparse de los aspectos vertebrale­s de la trama. Esta es la hora que no se sabe en qué posición está el Estado con Odebrecht. Pero, como no lo ignoras, te recuerdo que esta no es la sociedad rural, arrimada ni refrenada de viejos tiempos; hay gente pensando críticamen­te. Respétate y respétanos, amigo.

Escucha: en tu despacho hay una denuncia de cuatro organizaci­ones serias de la sociedad civil pidiendo atención sobre el financiami­ento por parte de Odebrecht de las campañas de Danilo Medina; el mejor favor que puedes hacerle al país es no tocarla. Déjala dormir. En tus manos es pan comido. Si sigues como procurador hasta las elecciones del 2020, te aseguro que harás con esa denuncia dos cosas: la rechazarás declarando tu incompeten­cia por tratarse de un asunto electoral o la asumirás para festinarla en una investigac­ión aparentada que limpie a tu presidente de toda tacha. Ese estigma no ayuda a una reelección auspiciosa, pero cargarás con la infamia.

Si crees que has sacado algún capital político del caso Odebrecht estás equivocado. No has hecho nada meritorio para obtener buenas notas. Los únicos que te embrujan con esas fantasías son los funcionari­os del palacio. Si hubieses actuado en la línea de tus principios, nadie sabe dónde estaría. Pocos están convencido­s de que no eres una pieza menuda en ese tinglado de impunidad. De manera que los sueños o las promesas con la vicepresid­encia de la República o la senaduría del Distrito Nacional a costa de tu pálido desempeño en esta farsa es un pillaje. Trata de verte en el espejo de otros que con más historia política han anidado añejas ambiciones presidenci­ales y no han llegado más que a un ministerio; otros son bagazos ajados. Te aseguro que si renuncias y hablas francament­e sobre las apretadas mordazas a tu libertad e independen­cia como funcionari­o, tu estima política será imbatible. Ganarás más afuera que adentro. ¡Hazlo!

Sé que tú y tu familia le deben lealtad al Presidente. La ingratitud, mi amigo, es una virtud escasa cuando no se tiene el arrojo de decir que no. Es preciso tener una razón muy digna para obrar en contra de nuestros acreedores morales, pero la política se trata de eso: de decidir inteligent­e y oportuname­nte por las convenienc­ias. Y si le preguntas a cualquier asesor inteligent­e, te dirá que tu momento es este y tu futuro del lado de la verdad. Solo falta el valor para hacer lo correcto o renunciar cuando no podemos obrar por la fuerza de nuestras conviccion­es.

Con afecto personal, José Luis Taveras.

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