Cataluña

“Los catalanes quieren independizarse de España”. Eso es falso. A lo sumo y, según la fecha de las encuestas, menos del 50% de los catalanes quieren la independencia. Y de esa mitad exigua que la quiere, tampoco la mayoría quiere “irse de España” de manera no pactada. En votos, en las elecciones de 2015, los partidos independentistas tuvieron menos votos que los constitucionalistas. Después, la ley electoral y la alianza de partidos dieron otra cara al parlamento regional, hoy golpista.

El referéndum ilegal que los independentistas quieren el 1 de Octubre se basa en esa falacia. No es la única. La segunda gran mentira es la viabilidad económica de una supuesta república independiente catalana.

Los grandes bancos catalanes y las multinacionales ya han avisado de que en caso de que las cosas se salgan del cauce democrático y constitucional se irán de la región. La Unión Europea ya ha advertido: Cataluña fuera de España queda fuera de la Unión Europea. ¿Qué plan tienen los antisistema sobre impuestos, pensiones, funcionarios, empleo, seguridad social...? (Imaginen una República Independiente del Cibao dirigida por el FALPO).

El supremacismo moral que se adjudicó el nacionalismo debió terminar ante los casos de Banca Catalana, las comisiones del 3% de CIU y el caso del saqueo perpretado por la familia Pujol. Pero los independentistas obvian cualquier “contratiempo” y niegan que el resto de España ayuda a pagar sus deficitarias cuentas públicas.

El nacionalismo identitario es excluyente por definición. Racista cuando proclama su superioridad sobre el resto de los españoles. El separatismo catalán copia ahora el modelo más extremo del independentismo vasco. Muy mala idea, muy mala compañía. Muy mal pronóstico. Pero no tanto para el resto de España como para Cataluña. 