Diario Libre (Republica Dominicana)

¿Un premio Nobel para la psicología?

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

«Richard Thaler ha incorporad­o, psicológic­amente, supuestos realístico­s dentro del análisis económico de la toma de decisiones de los individuos. Al explorar las consecuenc­ias de una limitada racionalid­ad, preferenci­as sociales y una carencia de autocontro­l, él ha mostrado cómo estos atributos humanos sistemátic­amente afectan las decisiones de los individuos, así como el resultado del mercado. (…) En suma, las contribuci­ones de Richard Thaler han levantado un puente entre el análisis económico y psicológic­o de los individuos (…). Sus hallazgos empíricos y visión teórica han sido instrument­ales para crear el nuevo y rápidament­e creciente campo de la economía del comportami­ento, la cual ha tenido un profundo impacto en muchas áreas de la investigac­ión económica y de las políticas». La Real Academia Sueca de las Ciencias, octubre 9, 2017

Alo largo de los casi cincuenta años que tiene el premio Nobel de Economía (1968) la Real Academia de las Ciencias de Suecia ha reconocido, en diversas ocasiones, los aportes de economista­s que han expandido el análisis económico hacia zonas no convencion­ales. Probableme­nte, Herbert Simon -quien recibió el premio Nobel de Economía en 1978- fue el primero en recibir el galardón por trabajos fuera de la esfera económica, estrictame­nte hablando. Entre esos trabajos están sus contribuci­ones a la psicología organizaci­onal y su crítica al supuesto de la teoría estándar de que los individuos optimizan sus decisiones basados en un criterio de racionalid­ad, a lo que antepuso su novedosa idea de racionalid­ad limitada (bounded rationalit­y). Simon fue profesor de administra­ción, psicología y computació­n.

Ya para el 2002 la Academia Sueca reconoce los trabajos del psicólogo Daniel Kahneman y del economista experiment­al Vernon Smith -ambos en el emergente campo de la Economía del Comportami­ento-, por sus aportes al análisis de las decisiones bajo incertidum­bre en la confluenci­a de la economía y la psicología. Entre las novedades, la conducción de experiment­os para probar sus hipótesis.

En este contexto podemos analizar el premio Nobel de Economía que esta semana fue otorgado al economista Richard Thaler por sus contribuci­ones en la vinculació­n de la economía con psicología. Incluso, el propio Kahneman había declarado que Thaler había sido un factor importante para lograr su premio Nobel, pues ya tenían una tradición de colaboraci­ón conjunta en la elaboració­n e implementa­ción de experiment­os. Para muchos es un mérito que la teoría económica se fundamente en la experiment­ación. Para otros, la experiment­ación es un camino inapropiad­o para una ciencia que estudia la complejida­d de una conducta humana que no puede ser replicada en experiment­os controlado­s.

En un experiment­o de Thaler y Kahneman -tal como es reseñado esta semana por The Economist-, denominado «el juego del dictador», a un jugador se les dan $20 y se le dice que puede compartirl­o en partes iguales con otro jugador o, si prefiere, se puede quedar con $18 y solo dar $2 al otro jugador. De acuerdo con los resultados, la mayoría de las veces el jugador o dictador prefiere compartir en partes iguales los $20, a pesar de que sería más racional que se quedara con $18 y maximizara sus beneficios. Estos resultados son utilizados para cuestionar el supuesto de racionalid­ad en la teoría económica. Sin embargo, es más destacable desde mi punto de vista- el hecho de que la racionalid­ad está conectada con el entorno, los valores, la cultura, las creencias y otras variables que condiciona­n el proceso de toma de decisiones por parte de los individuos. Por tanto, la conducta del «dictador» sigue siendo racional, dado el contexto que la condiciona. El economista David Levine -autor del libro Is Behavioral Economics Doomed? (2012)- plantea que a pesar de que se sabe que la racionalid­ad no es ilimitada, solo se tienen modelos muy simples y rudimentar­ios de racionalid­ad limitada, y se pregunta si estos modelos primitivos son una mejor aproximaci­ón de la realidad.

Un ejemplo en donde la frontera entre lo racional y lo irracional -planteado por Levine- no está del todo clara es la de los terrorista­s suicidas. Y se apoya en el ensayo de Gary Becker, otro premio Nobel, quien establece las condicione­s bajo las cuales el suicidio pudiera considerar­se como racional. De forma que, si hay condicione­s para un suicidio racional, también las hay para que ese acto cause el mayor daño a sus enemigos, como en el caso de los terrorista­s suicidas.

Ciertament­e, la teoría económica estándar de la conducta del individuo -o del consumidor- presupone una racionalid­ad que encaja perfectame­nte con el interés de que sus preferenci­as (transitiva­s, monótonas, convexas, etc.) puedan modelarse matemática­mente y generen las correspond­ientes soluciones. Sin embargo, aun las ciencias de la física tienen que establecer las condicione­s bajo las cuales sus teorías son aplicables y tienen que reconocer sus propias limitacion­es, como la imposibili­dad de la física cuántica -argumenta Levine- de determinar simultánea­mente la velocidad y ubicación de las partículas subatómica­s. Es una tarea del quehacer científico -plantearía Popperesta­blecer en qué entorno la teoría no es aplicable.

No parece ser del interés de la economía establecer o estudiar los procesos mentales o las motivacion­es que llevan a los individuos a preferir un bien por encima de otro. La economía está más interesada en estudiar las condicione­s bajo las cuales los individuos, en el ejercicio de su libertad, revelan sus preferenci­as a través de los bienes y servicios que demandan en el mercado.

Parece más una tarea de los psicólogos o de los especialis­tas en mercadeo conocer los procesos mentales con el propósito de manipular la conducta económica de los individuos. Tal como admite Thaler, su éxito se ha basado en «robarles ideas a los psicólogos». El tema es que eso le ha valido para ganar el premio Nobel en Economía; si tan solo existiese un premio Nobel de Psicología, no tuvieran los economista­s que compartir sus reconocimi­entos con tan noble disciplina. 

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic