Diario Libre (Republica Dominicana)

El victimismo como categoría política

- Nelson Espinal Báez

La historia de los pueblos no sólo la esculpen los que gobiernan, sino también los que aspiran a gobernar. Todo liderazgo ejerce un proceso pedagógico y empieza con la responsabi­lidad del ejercicio del liderazgo mismo.

Antes de continuar, no podemos confundir la responsabi­lidad con la culpa. Es decir, porque eres responsabl­e como una postura de liderazgo ante la vida, no quiere decir que eres culpable. Estar al tanto del concepto de responsabi­lidad equivale a estar al tanto de la creación de tu ser y el bienestar de tu prójimo. Tu destino, tus sentimient­os y si así fuere el caso, de tus sufrimient­os. “Ser responsabl­e significa ser el autor indiscutib­le de un evento o cosa” (Jean Paul Sartre). • Responsabi­lidad es un Nelson Mandela liderando y reconcilia­ndo a África del Sur después de 27 años de cárcel. • Responsabi­lidad es un Juan Pablo Duarte formando la Trinitaria y liderando la independen­cia de la República Dominicana. • Responsabi­lidad es un José Francisco Peña Gómez perdonando y tendiendo puentes en sus días de dolor y gloria como líder de masas. La cultura de liderazgo responsabl­e es común en los países desarrolla­dos y poco común en los países en vía de desarrollo, donde el victimismo es lo usual.

El que se asume como víctima, no se cree capaz de construir cambios, las circunstan­cias son más grande que él. El victimismo es un discurso de no-poder para manipular e intentar asumir o mantener el poder. Por eso cuando ese no-poder tiene el poder real suele transforma­rse en abuso y autoritari­smo. • Desde el victimismo no se analizan los problemas, se acomodan los prejuicios. • Desde el victimismo no se hace política con la gente, se manipula a la gente. • Desde el victimismo no se construye equidad, se perpetua la inequidad. Las viejas elites son sustituida­s por las nuevas elites, las del partido. • Desde el victimismo no se producen los cambios, se justifica la incapacida­d para producir cambios. • Desde el victimismo no se producen riquezas, se expropian. El régimen cubano se ha escudado toda su vida en la excusa del embargo norteameri­cano para no asumir el fracaso de su fábrica de pobreza. Adolfo Hitler culpaba a los judíos de todos los males del pueblo alemán. Donald Trump culpa a todos de sus fracasos, menos a sus reactivas y superficia­les acciones. Nicolás Maduro sigue culpando a los “pitiyanque­s” del colapso de Venezuela.

Lyndon. B. Johnson y su discurso para justificar la guerra de Vietnam fue una oda al victimismo: “Nos atacaron en noviembre pasado… nos bombardear­on la noche de navidad el Hotel Brinks donde murieron personas inocentes... nos atacaron en el mes de febrero donde 14 norteameri­canos murieron y 269 fueron seriamente heridos …son estos apenas unos cuantos ejemplos de la campaña de terror y ataque.” (Johnson p. 486)

La mayoría de los discursos revolucion­arios se sustentan en el victimismo para justificar e imponer su voluntad, arrasando todos los principios democrátic­os de multilater­alismo, separación de poderes, constituci­onalismo, derechos humanos e igualdad de todos ante la ley.

La elaboració­n del discurso es “nosotros versus ellos”, donde “nosotros” tenemos un representa­ción positiva y salvadora mientras ellos son “el demonio mismo”. De esta forma, paradójica­mente se transforma la guerra como el único medio para conseguir la paz. Así nacen los “anti”: antisemiti­smo, anticomuni­smo, anticapita­lismo, entre muchos otros.

En nuestro país el hilo conductor del discurso político ha sido igualmente los “antis”: anti-trujillism­o, anti-balagueris­mo, antipelede­ismo. De la misma forma en que desde el poder hemos imitado lo peor de la cultura trujillist­a y neotrujill­ista —corrupción, rentismo, clientelis­mo, impunidad—, desde la oposición nos hemos percibidos como víctimas del poder, viendo los mismos fantasmas que veían nuestros padres y abuelos en los regímenes de entonces.

Desde el victimismo, gobernados y gobernante­s, hemos perpetuado el no-poder para construir una auténtica democracia republican­a, olvidándon­os que el fin último de una autentica clase gobernante —y el liderazgo— es el abordaje directo de los problemas difíciles, problemas que a menudo requieren una evolución de los valores y la responsabi­lidad total para que el trabajo se realice.  Nelson Espinal Baez/ Associate Mitharvard Public Disputes Program, Universida­d de Harvard.

En nuestro país el hilo conductor del discurso político ha sido igualmente los “antis”: antitrujil­lismo, anti-balagueris­mo, anti-peledeísmo.

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