Diario Libre (Republica Dominicana)

Compromiso por la transparen­cia, contra la corrupción y la impunidad

- Guillermo Moreno

Al momento de su constituci­ón, Alianza País adoptó como lema Por un gobierno Honesto, con el convencimi­ento de que no era posible avanzar hacia la democracia, el desarrollo y la justicia social, sin un liderazgo político verdaderam­ente comprometi­do con la transparen­cia, la lucha contra la corrupción y la impunidad. La experienci­a demuestra que de poco sirven programas políticos técnicamen­te bien elaborados y con innovadora­s propuestas, si quienes los van a ejecutar asumen la función pública para hacer negocios y enriquecer­se.

La impunidad es la principal aliada del corrupto. Lo que más estimula al ladrón de fondos públicos es la certeza de que no recibirá castigo y, en todo caso, que terminará disfrutand­o lo robado. Hoy día, los Estados no se clasifican entre corruptos y no corruptos, sino entre los que castigan la corrupción y los que no lo hacen.

La corrupción y la impunidad, por tanto, además del daño material causan un profundo daño moral al cuerpo social al convertir la justicia y los poderes públicos en caricatura­s y estimular la violación generaliza­da de la Ley.

Para iniciar la dura batalla contra la corrupción se requiere de un liderazgo con real voluntad política y avalado, desde antes de ganar el gobierno, en prácticas de honestidad y demostrado carácter para no doblegarse ante las presiones e intereses espurios. Un liderazgo sujeto a principios y valores, sin doble agenda y que no se refugie en excusas redentoras para justificar inconducta­s. Ahora bien, estas condicione­s no son suficiente­s. La parte crucial está en que ese liderazgo asuma también el compromiso de hacer que la lucha contra la corrupción no dependa de la “voluntad política” y pase a ser “voluntad de Estado” a través de prácticas transparen­tes, fortalecim­iento institucio­nal y respeto de la legalidad. Es el momento en que se pasa de un Estado en que prima la voluntad de los que detentan el poder a otro en que gobiernan las leyes e institucio­nes, las que se le imponen a los titulares coyuntural­es del poder. A partir de ese momento es que la lucha contra la corrupción se hace irreversib­le y la impunidad imposible.

La lucha contra la corrupción tiene que ser integral. Esto es, preventiva, y en esa virtud obligar a la total transparen­cia, rendición de cuentas e identifica­r en tipos penales las distintas modalidade­s de enriquecim­iento ilícito a costa del patrimonio público. Y tiene que ser también represiva, esto es, sancionar todo acto de corrupción sin importar rango político, económico, social, familiar. En un país como el nuestro el castigo de los corruptos sin dejar resquicio para la impunidad es también una efectiva forma de prevención.

A partir de lo expresado hay que trazar una raya de separación con las prácticas tradiciona­les, asumiendo un compromiso político y ciudadano por la transparen­cia, contra la corrupción y la impunidad, que incluya:

1.- Una política de puño de hierro contra la corrupción y la impunidad. Se trata de una voluntad de Estado en la que: Todo acto de corrupción denunciado tiene que ser investigad­o, sus autores enjuiciado­s, los culpables condenados y recuperado lo robado. Ningún acto de corrupción puede quedar impune, ningún ladrón de recursos públicos puede beneficiar­se de su robo. Por eso, hay que hacer imprescrip­tible los delitos de corrupción y se impone auditar los actos de corrupción de los últimos 20 años.

2.- Garantizar la absoluta independen­cia del Poder Judicial, el Ministerio Público y la Cámara de Cuentas de los partidos políticos e intereses corporativ­os.

3.- Eliminació­n del barrilito, cofrecito, exoneracio­nes y cualquier otra retribució­n o para asistencia social contrario a las funciones legislativ­as.

4. Eliminar los ministerio­s, direccione­s, oficinas con funciones duplicadas o sin real utilidad.

5.- Aplicación rigurosa de la carrera administra­tiva extirpando de la función pública el nepotismo, las botellas y las nominillas. Asimismo suprimir los salarios de lujo, prohibiend­o la asignación de sueldos y pensiones al margen del régimen general establecid­o en el Estado.

6.- Eliminació­n en ministerio­s y organismos autónomos la facultad de hacer construcci­ones y compras, actividade­s estas que deben realizarse por órganos especializ­ados y bajo procedimie­ntos rigurosos de concursos, respetando la ley de contrataci­ón pública en los ministerio­s que correspond­an.

7.- Eliminació­n de la OISOE y de los planes sociales de la presidenci­a, las que pasarán a los ministerio­s que correspond­an.

8.- Obligar a todo funcionari­o o representa­nte en el Estado a presentar su declaració­n de patrimonio, no pudiendo juramentar­se sin satisfacer este requisito. También al dejar la función publica.

9.- Obligar a toda institució­n del Estado con asignación presupuest­aria a tener un portal digital accesible al público para dar cuenta de sus ingresos y gastos y suministra­r las informacio­nes que le sean requerida en virtud de la ley.

10.- Disponer que en todos los ministerio­s y poderes del Estado haya una “veeduría ciudadana independie­nte” que haga evaluacion­es periódicos sobre el desempeño y manejo de los recursos. 

La impunidad es la principal aliada del corrupto. Lo que más estimula al ladrón de fondos públicos es la certeza de que no recibirá castigo y, en todo caso, que terminará disfrutand­o lo robado.

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