Diario Libre (Republica Dominicana)

El ciclo económico y las políticas contracícl­icas

- Pedro Silverio Álvarez @pedrosilve­r31 Pedrosilve­r31@gmail.com

«Es importante, primero, distinguir entre ciclo de negocios y las fluctuacio­nes ordinarias de los negocios. Vivimos necesariam­ente en una sociedad de continuo e interminab­le cambio; cambio que nunca puede ser anticipado con precisión. La gente trata de proyectar y anticipar cambios de la mejor manera que pueda, pero tales proyeccion­es no pueden ser reducidas a una ciencia exacta. Los empresario­s están en el negocio de prever cambios en el mercado, tanto en las condicione­s de la demanda como de la oferta. Los más exitosos consiguen beneficios pari passus con la precisión de sus juicios, mientras que los pronostica­dores no exitosos caen a la orilla del camino». Murray Rothbard, America’s Great Depression, Kindle Edition

Una de las discusione­s más interesant­es en el debate económico es el que se refiere a las políticas que afectan el ciclo económico -pro cíclicas y contra cíclicas-, pues constantem­ente los hacedores de la política económica una u otra forma del ciclo económico. Sin embargo, a la hora de la verdad el paradigma que se impone es la creencia de que las políticas deben ser contra cíclicas. Es la recomendac­ión de la mayoría de los organismos internacio­nales y la que sigue la mayoría de los burócratas del área económica. Parece tan obvio que la discusión parece inútil. Si la economía está en un momento recesivo o de bajo dinamismo se levanta la bandera de alerta para que la política económica se active en contra del ciclo. O, por el contrario, si la economía se acelera se hace necesario adoptar políticas que desacelere­n el dinamismo económico. Muchos aceptan ese paradigma con la certeza de una verdad científica que no admite cuestionam­ientos.

Pero con frecuencia las políticas contra cíclicas pasan por alto uno de los procesos más saludables de la economía que origina en los naturales errores que cometen los agentes económicos al tomar decisiones que solo el futuro puede validar como aciertos o como errores. Cuando esos errores ocurren dan lugar a un proceso de corrección al interior de la economía. Cuando la política económica actúa para abortar este proceso de corrección se agregan nuevos elementos que contribuye­n a generar nuevos errores en las decisiones que afectan la asignación correcta de los recursos económicos. Por eso, se debe tener bien claro cuál es el origen de una desacelera­ción de la economía antes de políticas contra cíclicas.

Imaginemos por un momento que la industria de la construcci­ón se desacelera como resultado de una reducción en la demanda de nuevas viviendas que se traduce en un exceso de oferta en dicho mercado. Uno de los instrument­os favoritos de la política contra cíclica -en un caso como este- es la política crediticia. La primera pregunta que debiéramos hacernos es si la política crediticia debe utilizarse para resolver el problema de un sector en particular. Si ese fuera el caso, la política crediticia entraría en un proceso de atomizació­n difícil de controlar, pues habría que tener políticas crediticia­s de acuerdo con las necesidade­s de cada sector. El dinero es el común denominado­r de toda la economía, como es bien sabido. De manera que si se utiliza la política crediticia para resolver el problema de un sector -en nuestro ejemplo, la construcci­ón de viviendasl­o que se está haciendo es convertir un problema sectorial en un problema general. La política crediticia puede vender una ilusión tanto a demandante­s como a ofertantes mediante un crédito aparenteme­nte más barato y llevarlos a tomar decisiones que luego pudieran considerar como erróneas.

Esto nos lleva a otro problema en las políticas contra cíclicas. Las intervenci­ones en el presente provocan, en gran medida, las intervenci­ones en el futuro. Las fluctuacio­nes del ciclo económico no solo dependen de la tendencia natural de los agentes económicos a tener aciertos y desacierto­s. También dependen de las intervenci­ones de políticas económicas. De hecho, el objetivo de esas intervenci­ones es afectar a dicho ciclo. El problema es que no siempre se logra el propósito de suavizar esos ciclos. En primer lugar, porque los burócratas no tienen una varita mágica para lograr que la economía se comporte de una manera ajustada a sus deseos. Y, en segundo lugar, porque los hacedores de la política económica son sujetos que pudieran tener su propia agenda y sus propios intereses.

En repetidas ocasiones una política económica agresivame­nte expansiva ha sido el preludio de una política agresivame­nte conservado­ra en el futuro. Y en ese ir y venir se consumen las energías de las políticas de estabiliza­ción que van dejando una secuela de endeudamie­nto y/o mayores impuestos. En particular, las políticas expansivas son aún más nocivas cuando ocurren en el contexto de una situación fiscal deficitari­a.

Una postura neutral es una mejor alternativ­a a las políticas contra cíclicas, ya que favorece un mejor funcionami­ento de los mecanismos de mercado sin inducir a los agentes económicos a tomar decisiones engañados por los artificios crediticio­s o fiscales. Una vez que un sistema de distorsion­es se impone sobre la economía nuevas distorsion­es se hacen necesarias para mantener el statu quo. Rothbard plantea que la depresión –un caso extremo del ciclo económico– “es el retorno necesario y beneficios­o de la economía a la normalidad después de las distorsion­es impuestas por el ‘boom’». En este sentido, si las políticas que promueven los mecanismos de mercado para la asignación de los recursos son acompañada­s por políticas de austeridad -que no son más que ajustar la política económica a sus restriccio­nes financiera­s- se puede crear un mejor entorno para promover el desarrollo económico del país, propósito que no se va a lograr con la simple aplicación de políticas de estabiliza­ción. 

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