Diario Libre (Republica Dominicana)
ESPERANZA DE UNA VIDA MÁS LARGA
Con la esperanza de vida cada vez más larga, la geriatría se convierte en una especialidad médica muy valorada. Esta entrevista fue publicada en la revista de Intec
Julio Defilló es un geriatra del siglo XXI. Joven graduado en medicina del INTEC en 2003, ha trillado un camino de reconocimiento profesional pasando por dos de las mejores universidades de los Estados Unidos: Yale y Brown. Y esas son palabras mayores donde quiera. Decidió estudiar geriatría, dice, por la relación que siempre tuvo con los abuelos y de algún modo esa ternura de nieto parece extenderse aún hoy a sus pacientes. El doctor Defilló se ríe como un niño (tal vez lo sea) y se le iluminan los ojos contando anécdotas de sus pacientes. Insiste en pregonar que el mejor médico no es el que más méritos académicos acumula sino el que más capacidad desarrolla de preocuparse por quienes debe cuidar.
En tiempos en que la esperanza de vida se prolonga más rápido de lo que la medicina es capaz de asimilar, ser geriatra significa definitivamente, un reto apasionante.
—La geriatría parece ser la disciplina médica del futuro, o una de ellas.
Así es. La geriatría es y será cada vez más claramente la disciplina que mantenga la estabilidad del sistema de salud, pues los pacientes con mayor edad tienen más problemas que tratar, aunque no por ello han dejado de ser funcionales. Una sociedad que procura el cuidado adecuado de las personas mayores, al fin y al cabo, es una más funcional; no sólo por las personas mayores directamente, sino también porque esta atención reduce el nivel de estrés de quienes cuidamos de nuestros padres y abuelos.
—Nuestros abuelos eran personas mayores de 60, nuestros padres lo fueron a los 70 y nosotros probablemente lo seremos a los 80. Nuestros hijos, ¿a qué edad lo serán?
Lo que planteas es muy real. Como geriatra yo debería, por ejemplo, especializarme en atención a pacientes de más de 85 años pues hoy en día los más jóvenes ni siquiera presentan grandes complicaciones, al me- nos en los Estados Unidos: están todavía en condiciones funcionales. También tiene que ver con el hecho de que viven en una sociedad que les hace ser así: muchos viven solos de modo que el ser autosuficientes no es un lujo sino una necesidad vital. Las personas mayores en la sociedad norteamericana aceptan el reto de prolongar su autosuficiencia. Viven independientes y felices. —En países como el nuestro ni siquiera tenemos el permiso emocional para delegar el cuidado de las personas mayores al sistema sanitario. ¿Cómo romper ese trauma social? Efectivamente, el sentimiento de culpa que se genera cuando un familiar de cierta edad empieza a tener limitaciones es muy elevado. La capacidad productiva de las personas a quienes les toca esa difícil tarea de cuidar de personas que están perdiendo facultades, y se ven obligadas a suplir esas facultades perdidas, se ve profundamente reducida. En Estados Unidos se está considerando un tema de estudio importante el tratar de definir las maneras más adecuadas para que los familiares puedan cuidar de sus personas mayores de una manera cómoda que no reduzca la funcionalidad.
—¿Podrá llegar a beneficiarnos a nosotros como generación?
Definitivamente, sí. Yo creo que estamos muy cerca de que se den a conocer hallazgos e intervenciones contra el Alzheimer, por ejemplo, que permitirán que el ser humano extienda su vida útil de manera extraordinaria sin padecer de un déficit funcional por la falta de memoria. Cada generación enfrenta obstáculos que cree imposibles de superar y, así, cada generación los supera y extiende las fronteras de la capacidad humana.
—¿Estamos jugando con no querer aceptar que al final nuestro cuerpo es mortal?
Nunca diría un no rotundo… A mis pacientes les digo constantemente que nuestro organismo no está construido para vivir para siempre, pero esto no significa que no podamos vivir para siempre.
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