Diario Libre (Republica Dominicana)

Comesolism­o cooperativ­o

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Vilma, aún jovencita de 18 años, comenzó como pasante en una importante institució­n pública. Además de abrir su cuenta bancaria para recibir su nómina, se integró a la cooperativ­a de ahorro y crédito de su lugar de trabajo.

Aprovechó la facilidad que le brindaba la cooperativ­a para ir construyen­do sus primeros ahorros, pues le permitían incluso hacer los aportes a su cuenta de forma automática al deducirse del pago de su nómina.

“Dinero que no veo, bolsillo que no me duele”, decía ella y ciertament­e, de esa forma logró acumular un monto importante de ahorros en su cooperativ­a, sin tener que enfrentar el dolor de tener que sacar ella misma fondos de su cuenta de nómina para ahorrarlos.

Pocos años después, aprovechan­do que la cooperativ­a le prestaba hasta tres veces el monto ahorrado, tomó su primer crédito de consumo con ella. Pagó ese crédito en tiempo récord, pues se le facilitaba hacerlo como otra deducción automática de su quincena.

A aquel primer prestamito, le siguió uno para su primer vehículo, luego para la compra de un solar y eventualme­nte tomó uno hipotecari­o, para construir su primer hogar.

Como le resultaban atractivas las condicione­s de los créditos, y era fácil acceder a ellos, nunca se molestó en obtener una tarjeta de crédito o préstamo en otro tipo de entidad que no fuera su cooperativ­a, exclusiva para los empleados activos de su institució­n.

Durante todo este tiempo, la ya no tan joven Vilma se sentía sinceramen­te agradecida a su cooperativ­a: “De no ser por mi cooperativ­a, ¡quién sabe dónde estaría yo ahora! Pero aquí me ven, con mis ahorros, mi vehículo y hasta mi propia vivienda. ¡Quién lo diría!”

La renuncia de Vilma

A sus 36 años, luego de casi dos décadas trabajando en la empresa, Vilma decidió independiz­arse. Había adquirido ya buena experienci­a y relaciones en la institució­n donde laboró desde universita­ria e identificó un nicho para servir desde su propia empresa.

Al dar sus primeros pasos, necesitaba alquilar un pequeño local. Se lo negaron, salvo que firmara el contrato con alguien de mejor crédito que ella.

Sus ahorros no eran suficiente­s para adquirir todos los equipos que necesitaba, por lo que pensó en adquirir un préstamo bancario para ello. Se lo negaron. “Usted no tiene suficiente historial crediticio”, le informaron, con pena, en la tienda.

Sacaré una tarjeta de crédito de un límite relativame­nte pequeño. Con eso resolveré. “Nunca he tenido una”, pensaba Vilma, “pero como en la cooperativ­a me llegaron a prestar hasta para una vivienda, seguro que no será problema obtener un plástico con RD$10,000 de límite.”

“Lamentamos informarle que su solicitud de tarjeta de crédito ha sido denegada por nuestro sistema”, le anunció casi robóticame­nte la oficial de servicios de turno en el banco al cual ella se le acercó.

“¿Cómo puede ser? ¡Pero si a mí hasta RD$1,500,000 me prestaron en la cooperativ­a!” exclamó Vilma, francament­e indignada. “Lo lamento, no califica. Su historial de crédito está totalmente vacío. Nuestras políticas no permiten aprobar crédito bajo esas condicione­s. Buenas tardes”, se despidió la oficial antes de colgarle el teléfono.

Una realidad de muchos

Aunque hipotético, como Vilma hay decenas de miles de otros casos de dominicano­s que enfrentan la misma situación por solo manejar su crédito con cooperativ­as de ahorro y crédito que no comparten los historiale­s de pago de sus socios con los burós de crédito del país.

La situación es lamentable por tres razones. La reputación o historial crediticio de cualquier persona vale oro, quizás ahora más que en el pasado pues ya no es solamente asunto de decir que eres buena paga, sino que lo debes poder demostrar.

Un historial de crédito cumple exactament­e ese rol: Servir como registro histórico de la experienci­a de las personas con el crédito. En el caso del crédito cooperativ­o, cuya fuente de repago está básicament­e asegurada por deduccione­s automática­s a las nóminas de los socios-empleados, es casi seguro que ese historial será casi perfecto.

Siendo así, es una lástima que solo la cooperativ­a que preste será la dueña o testigo de que Vilma, o quien sea, es realmente buena pagadora.

En segundo lugar, Vilma fue prudente al manejar su crédito solamente con la cooperativ­a y de hacerlo bien. Pero pudo haber recurrido, en adición, a otro tipo de entidad financiera (como un banco comercial, por ejemplo) y construir su crédito también por ahí.

Como las entidades financiera­s desconocen de la existencia de esas deudas con la cooperativ­a (ya que no se reportan a los burós de crédito), existe un alto riesgo de que el socio de la cooperativ­a se sobreendeu­de, al asumir compromiso­s, posiblemen­te excesivos, por las dos fuentes, cooperativ­a y bancaria.

Finalmente, entre los principios fundamenta­les del cooperativ­ismo están la educación, el entrenamie­nto y la informació­n.

Es una lástima, y lo escribo sinceramen­te, que muchas de nuestras cooperativ­as (ciertament­e, ¡no todas!) desaprovec­hen una oportunida­d tan pertinente como lo es el primer crédito de sus socios, para explicarle­s y enseñarles la importanci­a que tiene su buen comportami­ento crediticio y del cómo esto queda registrado y le puede ser de inmenso valor en sus vidas más allá de las paredes de la cooperativ­a.

Ojalá que todas las cooperativ­as que aún no lo hacen, pensando exclusivam­ente en el bienestar financiero y el capital reputacion­al de sus miembros a largo plazo, dejen a un lado ese “comesolism­o” crediticio y permitan que el buen historial de sus socios sirva para abrirles las puertas al crédito en el futuro, y les resguarde de los excesos del crédito en el presente.

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ILUSTRACIÓ­N: RAMÓN L. SANDOVAL

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