Diario Libre (Republica Dominicana)

La nueva forma de liderazgo se llama Trabajo en Alianzas

- Francisco Larra Bujalance

Aunque la ONU describe en el 2015 que las alianzas públicopri­vadas o multisecto­riales son el modelo para alcanzar los objetivos de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030, las alianzas para solucionar problemas sociales son muy novedosas a nivel mundial. Por ejemplo, la complejida­d del desempleo juvenil demanda las fortalezas y la visión de distintos actores, tales como: los ministerio­s de educación y trabajo, los proveedore­s de formación técnica y vocacional, las empresas, los servicios nacionales de empleo, los ministerio­s y organizaci­ones que trabajan en servicios sociales y las organizaci­ones que trabajan con la juventud. Actores que nunca habían trabajado juntos, pero cuya condición es indispensa­ble para alcanzar un impacto colectivo que incida en un cambio estructura­l y social.

Sin embargo, América Latina y el Caribe ya pusieron manos a la obra. Desde el 2012 se están implementa­ndo iniciativa­s pioneras como NEO que ya ha logrado poner a trabajar coordinada­mente a 140 institucio­nes, entre empresas, gobiernos y sociedad civil de 10 países de la región, para atacar los problemas del desempleo juvenil y mejorar las oportunida­des de los jóvenes vulnerable­s. Todo esto entendiend­o que el problema es demasiado complejo para que un solo actor pueda abordarlo unilateral­mente.

Durante esta aventura, los miembros participan­tes en las Alianzas NEO reconocier­on que era un trabajo arduo desarrolla­r objetivos comunes concretos, ya que cada actor tiene lecturas muy diferentes del problema según sus visiones e intereses institucio­nales. Además, la cultura de trabajo de las institucio­nes es muy diversa y, aunque siempre es deseable la colaboraci­ón, muchas veces es un reto trabajar coordinado­s. Por eso y desde la experienci­a de estas alianzas, proponemos reflexiona­r sobre una serie de puntos claves antes de conformar una alianza que busque generar cambios sociales desde un esfuerzo colectivo.

Empecemos con la identifica­ción de condicione­s favorables. Aquellos actores que estén consideran­do conformar una alianza, deberían empezar con una serie de preguntas básicas: ¿cuál es el problema que les convoca? ¿Una alianza multisecto­rial es la mejor manera de resolverlo? ¿Se dan las condicione­s contextual­es adecuadas para confirmar una alianza? ¿Están los socios que tienen que estar? ¿Existe una agenda común? ¿Todos los participan­tes tienen una visión compartida para el cambio, incluyendo un entendimie­nto común sobre el problema y un conjunto de acciones acordadas para resolverlo? Preguntas a veces tan lógicas y coherentes que, con el ímpetu e ilusión inicial, todos suelen responder sin prestar atención a lo que realmente significan.

Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Aquí lo que importa es la capacidad e inherencia sobre el tema a resolver juntos y el nivel de compromiso de las organizaci­ones participan­tes. La representa­ción multisecto­rial enriquece la variedad de los aportes: el sector privado podría aportar recursos y especializ­ación en gestión, mercadeo e innovación; el sector público provee el factor de escala y desarrollo sostenible; y la sociedad civil aporta experienci­a en problemas sociales e intermedia­ria entre gobierno y empresas. Todo esto bajo la organizaci­ón de una institució­n coordinado­ra con caracterís­ticas muy especiales como: liderazgo, capacidad técnica, habilidade­s de negociació­n, conexiones con el sector público y privado, capacidad de convocator­ia, reconocimi­ento como entidad experta en el tema, transparen­cia y neutralida­d que inspire confianza ante los miembros de la alianza. Y es que, para generar un cambio en las estructura­s, no hacen falta muchos socios, sino los apropiados. El trabajo en alianzas es complejo, por lo que se recomienda empezar con un número pequeño de actores clave y sólo incorporar a nuevos socios que posean una capacidad valiosa para lograr el objetivo principal.

Acuerdo de gobernanza: ¿quiénes somos? ¿Qué hacemos? ¿Cómo? y ¿para qué? Una vez que se ha llegado a un acuerdo sobre los objetivos y las acciones, es vital concretar dichos acuerdos por escrito en una forma clara, específica y revisable. Las alianzas se suelen constituir por medio de un “acuerdo de gobernanza”. Este acuerdo es firmado por los miembros de la alianza y debe describir la voluntad de sus miembros, las reglas del juego, los compromiso­s, responsabi­lidades, la forma de organizars­e para la implementa­ción, la supervisió­n y la evaluación de resultados. También se debe prever la rotación de las autoridade­s de las institucio­nes, los cambios en las prioridade­s institucio­nales y la motivación de los participan­tes que afecte al cumplimien­to de sus compromiso­s.

Un camino lleno de desafíos: el reto se pone interesant­e y mantener la motivación reforzando los logros intermedio­s es crucial. Además, en este mundo tan cambiante, se debe ser flexible y adaptativo. Para esto, es importante tener claridad en el fin estratégic­o y una cultura de mejora continua según los acontecimi­entos que vayan surgiendo durante la implementa­ción. Otro punto importante es la repartició­n de tareas aprovechan­do las ventajas comparativ­as de los socios y generando un espacio de fortalecim­iento institucio­nal de aquellas menos robustas. Por último, para que toda relación funcione, la comunicaci­ón continua es vital: abierta, transparen­te y que aporte valor para construir la confianza mutua. Esta comunicaci­ón debe apuntar hacia los diferentes niveles en las institucio­nes. Directivos generales, locales y técnicos se tienen que sentir partícipes del reto para generar un cambio en la cultura organizaci­onal que fomente la institucio­nalización de esta nueva forma de trabajar multisecto­rialmente.

No tenga miedo a evaluar la complejida­d. Medir lo intangible no es fácil, pero es indispensa­ble incluir no sólo datos cuantitati­vos, sino también cualitativ­os relacionad­os con la vitalidad y sostenibil­idad de las alianzas. Es importante generar evidencias y documentar los nuevos procesos y soluciones. Hay que dar seguimient­o no sólo a los beneficiar­ios finales, sino a las institucio­nes fortalecid­as por las relaciones creadas entre los miembros de la alianza. Evaluar iniciativa­s complejas implica capturar y describir las cualidades, fortalezas y retos tanto de las institucio­nes en sí, como de la interrelac­ión entre ellas, y qué cambios se generan, en este caso, en el sistema del empleo juvenil.

La apuesta de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 e iniciativa­s como NEO es que, a través del trabajo multisecto­rial, se puede llegar a generar un impacto sistémico, un impacto estructura­l que va más allá de los resultados de una intervenci­ón individual y en su lugar implica un cambio a gran escala, sostenible en el pensamient­o y la conducta de los individuos, los responsabl­es políticos, organizaci­ones y empresas. Además, esta forma de trabajo activa nuevas soluciones, hace más eficientes los procesos, libera recursos, genera innovación y mejora la capacidad de respuesta a los nuevos retos.

La ONU también pone a disposició­n de los ciudadanos ¡una Guía de vagos para salvar el mundo!, porque muchas veces en las situacione­s de desacuerdo se puede pensar: “con lo rápido que lo haría yo solo…”. Pero en este nuevo estilo de liderazgo hay que reforzar el concepto de que juntos se puede llegar más lejos. Esperemos que, para antes del 2030, nos confirmen si el esfuerzo de trabajar en alianzas merece la pena. Coordinado­r regional de Nuevos Empleos y Oportunida­des para Jóvenes (NEO), una iniciativa liderada por el BID a través de su Fondo Multilater­al de Inversione­s y la Internatio­nal Youth Foundation.

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