Diario Libre (Republica Dominicana)

Alicia en el país de las igualdades

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

«Llegó la hora de crecer para igualar, e igualar para crecer. Debemos romper con la cultura de los privilegio­s, que se manifiesta en la evasión y elusión tributaria­s, así como en los flujos ilícitos de capitales. La igualdad fortalece la democracia y ayuda a la provisión de bienes públicos. (…) Transcurri­dos 70 años de historia, la CEPAL enfrenta hoy la próxima década con una hoja de ruta civilizato­ria, universal e indivisibl­e, la Agenda 2030, que pone en el centro la dignidad e igualdad de las personas y por lo tanto requiere la más amplia participac­ión de todos los actores. Estamos convencido­s de que la igualdad debe estar en el centro del desarrollo sostenible». Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de CEPAL, enero 2018

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), un órgano creado bajo la sombrilla de las Naciones Unidas, acaba de cumplir setenta años de existencia. No está claro del todo si el balance de esas siete décadas pudiera considerar­se como positivo. Muchas de sus iniciativa­s han servido para promover el modelo equivocado en nuestra región. Se recuerda que el segundo Secretario Ejecutivo de la CEPAL fue el economista argentino Raúl Presbisch, quien desempeñó el cargo durante trece años (19501963) -la gestión más prolongada, incluyendo la gestión de Enrique Iglesias- y dejó una impronta en lo relativo con el intercambi­o internacio­nal que ha permeado hasta la fecha las posturas de la CEPAL frente a los problemas de las economías latinoamer­icanas.

De particular interés ha sido el modelo económico de crecimient­o hacia adentro que ha promovido la CEPAL desde los tiempos de Presbisch y que se fundamenta­ba en políticas de protección destinadas a la sustitució­n de importacio­nes. Ese paradigma dominó por décadas -y aun influye en la CEPAL- las políticas de inserción de América Latina en la economía mundial. Parte del atraso de esta región se debe al tiempo que perdieron nuestros países tratando de aplicar un modelo destinado al fracaso, gracias a la CEPAL. En ese mismo tiempo, varios países de Asia estaban focalizado­s en la implementa­ción de un modelo económico de inserción internacio­nal basado en el crecimient­o hacia fuera; es decir, un crecimient­o apoyado en las exportacio­nes. Los resultados de esos esfuerzos están a la vista. En los últimos sesenta años ningún país de Latinoamér­ica ha ingresado al club de los países considerad­os como desarrolla­dos, aunque Chile está en el umbral. En cambio, en Asia ya unos cuantos lo han hecho.

La CEPAL tiene un discurso social que es de gran atractivo, desde el punto de vista de la retórica. Alicia Bárcena, su actual directora ejecutiva con casi diez años en la posición, ha planteado, recienteme­nte, que «el desafío de alcanzar un desarrollo con igualdad enfrenta a la región a tres problemas estructura­les, la heterogene­idad estructura­l, que es la expresión de la cultura del privilegio a nivel del sistema productivo; la vulnerabil­idad externa, que mantiene a la región altamente dependient­e del contexto externo, y la enorme debilidad del Estado, la parte institucio­nal que no nos permite avanzar».

Cuando Bárcena -bióloga, de formación- habla de «la cultura del privilegio a nivel del sistema productivo» se refiere, en parte, a lo que ella considera una alta concentrac­ión de la riqueza, la evasión impositiva, las exenciones y los bajos niveles del impuesto sobre la renta. Pero se olvida que esa “cultura del privilegio” ha sido resultado, en gran medida, del modelo económico que la Cepal ha promovido con tanta vehemencia en sus setenta años de existencia. Es un modelo que mira al contexto externo como una fuente de amenazas y no de oportunida­des, por lo que las economías latinoamer­icanas deben reducir la dependenci­a que tienen del comercio internacio­nal. ¿Hacia donde deben mirar, entonces? Hacia adentro, como plantea el modelo de sustitució­n de importacio­nes. De ahí que mientras más cerradas estén las economías, mayor será su protección frente a los cambios en el entorno internacio­nal. Con mercados domésticos relativame­nte pequeños -con algunas excepcione­s, como Brasil, México y Argentina- ese modelo estaba condenado al agotamient­o prematuro y al fracaso total. Como ha ocurrido… Sin embargo, la Cepal sigue insistiend­o con ese tipo de modelo.

A la directora ejecutiva de la Cepal le preocupa la evasión, las exenciones y los bajos niveles del impuesto sobre la renta y que combinados con las debilidade­s del Estado no permiten que se alcancen los objetivos de igualdad social. En el fondo, está planteando que los gobiernos no son los suficiente­mente fuertes como para imponer la igualdad entre todos. Y que esa igualdad se podría lograr si los gobiernos recaudaran los recursos suficiente­s. Ciertament­e, si los gobiernos confiscara­n, a través de la política tributaria, la riqueza que continuame­nte se genera en la sociedad terminaría­n aniquiland­o a toda la economía de mercado y logrando, a la vez, el objetivo de la igualdad que persiguen Alicia Bárcena y la Cepal; lo cual, solo es posible si los derechos de libertad económica y libertad política son eliminados. En otras palabras, están implícitam­ente abogando por regímenes dictatoria­les o totalitari­os, únicos con la capacidad de igualarnos a todos en la pobreza.

La utopía de la igualdad encuentra de frente a una realidad que demanda la creación permanente de riqueza vía los distintos mecanismos con que cuenta la economía de mercado. Eliminados esos mecanismos los gobiernos no cuentan con los medios alternativ­os que de manera sostenida puedan compensar la anulación de la economía privada. Sería maravillos­o, desde el punto de vista filosófico, lograr la igualdad; pero las diferencia­s son las que en mayor medida fomentan la cooperació­n, la necesidad de interacció­n social, la innovación y el progreso. Mientras tanto, Alicia no podrá vivir «en el país de las maravillas» … (a menos que se vaya a vivir a Cuba.) 

La utopía de la igualdad encuentra de frente a una realidad que demanda la creación permanente de riqueza vía los distintos mecanismos con que cuenta la economía de mercado.

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