Diario Libre (Republica Dominicana)

Rendición de cuentas y algunas promesas ya olvidadas

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

«De hecho, estoy convencido de que el desarrollo del sector exportador es el mejor mecanismo de crecimient­o para nuestra economía, convirtien­do ese excedente en empleos y divisas.

En 2017, por primera vez, nuestras exportacio­nes superaron la barrera de los 10,000 millones de dólares. Y es bueno destacar que tenemos un gran espacio para seguir creciendo.

En realidad, pocos sectores tienen tanto potencial para crear empleo y crecimient­o a corto, medio y largo plazo como las exportacio­nes. Por eso, durante todo 2017 emprendimo­s acciones encaminada­s a impulsar una auténtica cultura exportador­a en nuestro país. Esos esfuerzos se van a redoblar en este 2018 que he declarado como el año del fomento a las exportacio­nes (…) que deseamos sea en el que definitiva­mente despeguen nuestras exportacio­nes» Rendición de cuentas del presidente Medina, 2018

La Asamblea Nacional -ya sea cuando un gobernante es juramentad­o, o cuando rinde las cuentas de sus ejecutoria­ses un escenario de gran solemnidad que sirve de plataforma para que el mandatario de turno asuma compromiso­s que luego deben ser evaluados a la luz de las metas alcanzadas. Ya no se trata del candidato que en el furor de una campaña puede prometer las cosas más inverosími­les. Ya es el estadista que tiene la suprema responsabi­lidad de liderar una nación por un periodo determinad­o y que debe sopesar con la debida frialdad los caminos a seguir.

Por eso, parece relevante que a la hora de escuchar el largo rosario de realizacio­nes que cualquier gobierno puede mostrar en un determinad­o año de gestión se debe mantener presente cuáles han sido los objetivos o las metas con las que se ha comprometi­do un gobernante; especialme­nte, los compromiso­s frente a la Asamblea Nacional, que en el fondo son compromiso­s con la nación. En el caso del presidente Medina debemos remontarno­s a su discurso de toma de posesión de 2012 cuando delineó los aspectos cruciales de su futura gestión como gobernante.

En esa ocasión, el mandatario se comprometi­ó con el cambio del modelo de desarrollo -por un modelo con más innovación y menos burocracia-, basado en un Pacto Social que incluiría, entre otros elementos, los tres pactos contemplad­os en la Estrategia Nacional de Desarrollo. Además, enfatizó que el primer pacto sería el fiscal. Sin embargo, casi seis años después apenas se tiene un pacto educativo que al parecer rendirá resultados muy por debajo de las expectativ­as que inicialmen­te se tenían. El pacto eléctrico no acaba de firmarse, y el fiscal luce prácticame­nte imposible que se logre antes de las próximas elecciones. Por lo tanto, los fundamento­s del cambio de modelo lucen desarticul­ados y sin esperanzas de una recomposic­ión que los integre en la citada estrategia de desarrollo.

Pudo haber sido un exceso de optimismo de parte del recién juramentad­o presidente, pero posteriorm­ente el tema del cambio de modelo económico se esfumó del discurso público, incluyendo el reciente discurso de rendición de cuentas; a pesar de que tal cambio es imprescind­ible para lograr la promesa de que el 2018 será el año “en el que definitiva­mente despeguen nuestras exportacio­nes”. Una promesa que será difícil de cumplir, pues el despegue ‘exponencia­l’ de las exportacio­nes no se puede lograr de la noche a la mañana.

En el tema eléctrico, aparte del estancamie­nto del pacto, el presidente Medina se comprometi­ó, en su discurso de rendición de cuentas de 2014, que en el 2016 quedaría resuelto de manera definitiva el problema eléctrico, llegando a decir, posteriorm­ente, que para esa fecha los apagones serían ‘un triste recuerdo’. En el discurso de esta semana fue un poco más cauto y solo comentó que Punta Catalina entraría en operación dentro de un año. Pero con los problemas que tiene ese proyecto es posible que las peores noticias todavía estén por llegar.

Por otro lado, en la educación, un área en la que el gobierno ha cumplido con la aplicación del 4%, el presidente Medina definió como su primer gran proyecto y llamó a una jornada nacional para acabar con el analfabeti­smo -ayudado por la UNESCO y gobiernos amigos-, de manera que el 8 de septiembre de 2014 (día mundial del alfabetism­o) el país pudiera ser declarado libre de analfabeto­s. Es una meta que no se ha logrado hasta la fecha. Asimismo, el gobierno no ha reclamado que el plan de construcci­ones escolares se haya realizado de acuerdo con el plan original.

En cuanto al endeudamie­nto creciente de la presente gestión tampoco hubo un tratamient­o en el discurso del presidente que reconocier­a la importanci­a de este tema para el futuro del país. De acuerdo con los datos presupuest­arios el endeudamie­nto público en los últimos cinco años, en promedio, ha sido aproximada­mente 50% mayor que el gasto de capital, lo cual plantea serias interrogan­tes acerca del destino final del endeudamie­nto.

La corrupción ha sido el tema que mayor movilizaci­ón social ha provocado en el último año y junto a la seguridad ciudadana representa­n las mayores preocupaci­ones de la ciudadanía. Al tomar posesión en el 2012 el presidente Medina afirmó que estaba «decidido a ponerle fin a la impunidad en nuestro país, mediante la lucha decidida contra la criminalid­ad y la corrupción». Los reclamos populares y de las organizaci­ones de la sociedad civil revelan una gran insatisfac­ción con los esfuerzos que el gobierno ha realizado para cumplir con la promesa que el presidente asumió ante la Asamblea Nacional.

Son todos estos urgentes problemas los que esperan soluciones eficientes de nuestro liderazgo político. Y, como ciertament­e remarcó el presidente en su discurso, hemos hecho importante­s avances en la infraestru­ctura física del país; pero cabe preguntars­e, ¿a qué costo? En los últimos cinco años el gobierno ha manejado o gastado alrededor de 2.6 billones de pesos, de los cuales apenas un 16% ha sido destinado a inversione­s; un porcentaje pequeño, pero notorio cuando se mira la diversidad de obras que se puede construir. El problema es que la infraestru­ctura institucio­nal se ha deteriorad­o, y las promesas ya han sido olvidadas.

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