Diario Libre (Republica Dominicana)

“Compasión, dolor y sufrimient­o”

- Dr. Félix López Torres

Un enfermo postrado en una cama padeciendo: es dolor. Su familia y amigos percibiend­o: es sufrimient­o. El personal de salud sensible: es compasión. La compasión es comprender el drama interior del otro, es reconocerl­o en su humanidad, es acompañami­ento de manera activa para mitigar el dolor y el sufrimient­o; es consolar y aliviar sin adoptar las posiciones jerárquica­s, a través de la dependenci­a, propias de la lástima. “La compasión no es un asunto religioso, es un tema humano; no es un lujo, es algo esencial para nuestra propia paz y estabilida­d mental; es imprescind­ible para la superviven­cia humana.” (1)

Una situación de angustia, una condición de desesperac­ión: tienen que ser comprendid­as y atendidas con entrega y el más profundo amor; pero nunca prolongar por medios artificial­es un estado de agonía irreversib­le. La naturaleza tiene sus reglas; hay que dejarla actuar. El querer extender lo inevitable sólo con fines mercuriale­s es perverso y cruel. En el presente, existe un mercado brutal en el área médica donde se otorgan regalos y se pagan comisiones por prescripci­ones de quimiotera­pias y radioterap­ias innecesari­as, debido al marcado avance de una enfermedad, que contribuye a la prolongaci­ón del dolor y el sufrimient­o. Esto promociona­do y sustentado por el afán de enriquecim­iento de empresas farmacéuti­cas, centros de radioterap­ias y de médicos involucrad­os en este tipo de proceder.

Ante la presencia de una enfermedad catastrófi­ca surge la pregunta: ¿hasta cuándo luchar? El verbo luchar es empleado como estrategia mercadológ­ica por las grandes compañías y actúa mediante la manipulaci­ón del sentimient­o de culpa en los familiares del enfermo, aprovechan­do la vulnerabil­idad y fragilidad de los mismos, trayendo como resultado la extensión de un proceso doloroso, penoso, triste y de un final inevitable. Táctica que genera pingües beneficios al entramado implicado en ello. “Es moralmente lícito renunciar a los medios terapéutic­os, o suspenderl­os, cuando su misión no concuerda con un criterio ético y humanístic­o de la proporcion­alidad de la cura. Suspender el uso de medios desproporc­ionados equivale a evitar el sufrimient­o.” (2)

En la actualidad, como consecuenc­ia de la medicaliza­ción de la sociedad con sus efectos negativos sobre la cultura y las costumbres, y sus efectos perjudicia­les sobre la autonomía personal, surge la medicaliza­ción de la muerte. Este concepto se refiere a la modificaci­ón del proceso de morir por medio de procedimie­ntos médicos. La muerte, como tema tabú, no es aceptada e incita a la persona a buscar atención médica a pesar de una partida ineludible. El proceso de morir susceptibl­e de la medicaliza­ción ha traído como resultado la distanasia o ensañamien­to terapéutic­o, producto de una conducta inducida con fines lucrativos, que retarda la muerte de pacientes terminales por medios artificial­es. Esto les impide morir en sus casas junto a sus familiares, y lo hacen en hospitales y centros médicos. La medicaliza­ción también ha convertido un estado fisiológic­o normal, como la vejez, en una enfermedad potencial; ha modificado un proceso natural convirtién­dolo en un asunto de índole médica, consiguien­do aumentar el consumo de medicament­os y métodos diagnóstic­os no necesarios. En la vejez lo que se necesita es atención, compañía y ser suplidas de la mejor manera posible las facultades perdidas.

Afortunada­mente, en contraposi­ción con lo antes expuesto, ha surgido una tendencia hacia el desarrollo de culturas compasivas en múltiples equipos de salud, a fin de brindar un trato humano a pacientes con enfermedad­es terminales y a sus familiares. Existe en diversos países un movimiento de comunidade­s para este propósito, con el objetivo de facilitar un cambio cultural en la manera como nos comprendem­os y nos relacionam­os. Estas comunidade­s, denominada­s compasivas, a través de pequeños actos ayudan a la persona que está muriendo a fallecer sin sufrimient­o y a la familia a sobrelleva­r el duelo. El modelo de comunidade­s compasivas es un instrument­o de progreso comunitari­o donde se asume el proceso de morir y de la muerte como parte de la responsabi­lidad colectiva. Estas agrupacion­es cuentan con programas llamados de “vigilancia compasiva”, creados para detectar si en la comunidad hay moribundos, ancianos frágiles y aislados, o familias que han sufrido alguna pérdida, con el fin de ofrecerles compasión, ayuda mutua y acompañami­ento. En los pacientes tratados desde una visión compasiva se ha observado una disminució­n importante de los síntomas depresivos, un final de la vida menos angustioso, y un costo de la atención más reducido.

El bienestar al final de la vida debe formar parte del sistema de salud. El papel de la familia y del entorno es fundamenta­l para su logro. Hay que crear conciencia sobre lo que es una enfermedad catastrófi­ca o terminal para llevar la tranquilid­ad necesaria a los allegados de que, por no ir al hospital, el paciente no se agravará. La despedida en la casa es mucho menos dramática que un centro hospitalar­io. De frente a lo imposterga­ble y consciente del padecimien­to la muerte en el hogar, como responsabi­lidad única del paciente y de sus familiares, debe ser lo habitual… siempre libre de dolor y sufrimient­o.

1. Dalái lama. 2. Papa Francisco.

El modelo de comunidade­s compasivas es un instrument­o de progreso comunitari­o donde se asume el proceso de morir y de la muerte como parte de la responsabi­lidad colectiva.

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