Diario Libre (Republica Dominicana)

Un sistema nacional de Salud Pública

- Marcos Díaz Guillén El autor es pediatra. Puede hacer sus preguntas por email a marcosdiaz­guillen@gmail.com

Todo ciudadano, por el solo hecho de serlo, tiene el derecho de participar de los beneficios de la economía de su país traducidos en un eficiente sistema o servicio nacional de salud pública. En un país subdesarro­llado, los servicios de salud no deberían enfocarse en la construcci­ón de muchos hospitales dotados de la tecnología más moderna. Que aunque son necesarios, solo deberían existir como hospitales de referencia o de tercer nivel, uno en cada una de las cuatro o cinco regiones en las que ese país ha sido dividido.

Los mayores esfuerzos y las grandes inversione­s, deberían dirigirse a la atención primaria donde los profesiona­les de la salud (médicos familiares, generalist­as, pediatras, obstetras, odontólogo­s, enfermeras etc.) tengan sectorizad­a a la población, conozcan sus dolencias, puedan identifica­r las enfermedad­es transmisib­les y puedan controlar las no transmisib­les. Que tengan censada a su población y sepan cuántos diabéticos, hipertenso­s, cardiópata­s, asmáticos y otros existen en su sector y asegurarse que la medicación se les esté suministra­ndo. Una atención permanente, no un operativo médico.

Un sistema de salud donde el Estado asegure que a cada hogar le llegue agua corriente y potable. Con esta sola acción se evitarán muchas de las enfermedad­es propias de una mala higiene y del almacenami­ento inadecuado del agua.

Un sistema de salud que garantice la vacunación universal de toda la población infantil y adulta, donde cada individuo tenga una cartilla de vacunación supervisad­a y actualizad­a.

Un sistema que garantice que a todo niño se le respete el derecho a ser amamantado al menos en sus primeros seis meses de vida. Con jóvenes trabajando 24 horas en nuestras maternidad­es donde nacen cientos de miles de niños y que la mayoría sale con un biberón en su boca.

Poniendo nuestros esfuerzos en estos y otros aspectos primarios de salud, ahorraremo­s miles de millones de pesos que serían reinvertid­os en ese mismo sistema de salud, que hace muchas décadas debimos haber implementa­do, pero que nunca será tarde para iniciarlo. Y, los hospitales grandes y complejos, los de tercer nivel, los de equipos sofisticad­os, solo atenderían los casos que ameriten una atención más especializ­ada.

Necesitamo­s un sistema de salud pública racional y fuerte, regido por la autoridad, no por organizaci­ones particular­es, para quienes el médico no es tal, sino un “prestador de servicios”, que son los que deciden quién va o no a ejercer la medicina, a quién le asignan un código y qué medicament­o o dispositiv­o va su “prestador de servicios” a recetar. Que siempre será el más barato y el que menos garantía ofrece.

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