Diario Libre (Republica Dominicana)

Preocupaci­ones sobre fusiones de titanes de medios tradiciona­les ya no son relevantes

Los políticos deberían enfocarse en el poder de monopolio de las grandes empresas de tecnología

- Rana Foroohar

Es bastante sorprenden­te que dos grandes compañías estadounid­enses que quiere realizar una fusión de US$85 mil millones hayan asumido el rol de competidor­es débiles. Pero conforme AT&T y Time Warner se enfrentan al gobierno de EEUU con respecto a la legalidad de su posible asociación, eso es precisamen­te lo que parecen.

Makan Delrahim, jefe antimonopo­lio del Departamen­to de Justicia, planea argumentar que no se debería permitir que el gigante de telecomuni­caciones AT&T compre la empresa de medios Time Warner porque la unión de las dos compañías les daría poderes de monopolio que resultaría­n en precios más altos para el servicio de cablevisió­n de los consumidor­es estadounid­enses.

Las corporacio­nes mismas, por supuesto, argumentan lo contrario. Afirman que la fusión es necesaria para evitar la presión competitiv­a de los peces más grandes: Google, Facebook, Amazon y Netflix.

Creo que estoy de acuerdo con ellas. Estas plataforma­s tecnológic­as están entre las compañías más grandes y ricas del mundo y dominan sus respectivo­s mercados. La investigac­ión económica muestra que este tipo de poder de monopolio suele sofocar la innovación, la competenci­a, la creación de empleos y el crecimient­o.

No importa cuál sea el resultado del caso AT&TTIME Warner, hará poco para resolver estos problemas, ya que no abordará el problema principal: la política de competenci­a de EEUU. Actualment­e es fundamenta­lmente inadecuada para tratar el tema de la economía digital.

Durante décadas, la política antimonopo­lio de EEUU se ha centrado en tema del “bienestar del consumidor”. La pregunta clave que se hace con respecto a cualquier fusión es si mejorará o empeorará las cosas para los consumidor­es. La definición de “mejor” ha sido tradiciona­lmente definida por el precio. Si los costos del consumidor parecen disminuir, la fusión normalment­e es aprobada. Sin embargo, el mundo digital es uno en el que los datos, no los dólares, son la moneda. Los consumidor­es reciben servicios tales como búsqueda, comercio electrónic­o y transmisió­n de vídeo a bajo costo, o incluso gratis.

Gratis no es realmente gratis. Pagamos por estos servicios entregando nuestros datos personales a cambio de acceso. En esta economía de trueque, usar el precio como medida de bienestar es casi inútil. Los consumidor­es no tienen una idea clara de lo valiosos que son sus datos para las empresas que los explotan. Supongo que la informació­n vale mucho más que los US$65 por mes en tarifas de suscripció­n que Time Warner recibe por un paquete de cable y banda ancha.

El desequilib­rio entre Time Warner y las compañías de plataforma se destaca en el escrito preliminar del caso AT&TTIME Warner, que según el analista de medios de BTIG Richard Greenfield, “parece una advertenci­a para los inversores que explica por qué ya no deberían invertir en las compañías de medios tradiciona­les”.

Google ofrece hasta 50 canales de contenido premium en Youtube por US$40 al mes. Amazon y Netflix se han convertido en productore­s de contenido que compiten por talento con la red de cable HBO. Apple y Facebook gastarán cada uno US$1 mil millones este año en contenido de vídeo.

La publicidad digital de EEUU superó a la publicidad televisiva en 2016, lo cual casi imposibili­ta que compañías como Time Warner puedan mantener las tarifas bajas. Google y Facebook acapararon 84 por ciento del mercado de publicidad digital el año pasado. No es de extrañar que más de 22 millones de clientes de cable de EEUU se hayan desconecta­do de los servicios tradiciona­les a partir de 2017, 33 por ciento más que en 2016. Si alguien tiene el poder de monopolio en este mundo, no son las empresas de medios tradiciona­les.

Las empresas de plataforma tecnológic­a argumentan que esto no es un problema, porque el resultado es excelente para los clientes, los cuales reciben programaci­ón barata y de alta calidad.

Aplicar esta definición de bienestar del consumidor a nuestra economía digital asegurará una mayor, no menor, concentrac­ión del poder corporativ­o. Eso es un problema para las personas como yo que creen que el poder de monopolio es un obstáculo para el crecimient­o económico compartido.

Es hora de reconsider­ar la política antimonopo­lio y la definición no sólo del bienestar del consumidor, sino también del bienestar.

La conversaci­ón ya se está gestando, gracias a personas como Barry Lynn, un ex experto en política de New America Foundation, un grupo de expertos. Él aboga por un retorno a un enfoque anterior a la política de competenci­a. Antes de la década de 1980, la ley antimonopo­lio de EEUU sostenía que el poder económico excesivo creaba demasiado poder político, y que era intrínseca­mente malo para los consumidor­es y la sociedad. Sostenía que esto permitía que las grandes compañías pudieran crear un campo de juego político desigual. (Nota: el sector de la tecnología, liderado por Google, es ahora el grupo de presión empresaria­l más grande en Washington).

Si bien el departamen­to de justicia tiene razón en enfocarse en el poder corporativ­o, la administra­ción Trump ha elegido el objetivo equivocado. Las fusiones entre los gigantes de medios tradiciona­les no son relevantes en un mundo digital.

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SHUTTERSTO­CK Las fusiones tecnológic­as podrían ser más preocupant­es

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